No sabemos nada, por Fernando Rodríguez
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Es sorprendente como nadie, aun los habitualmente mejor informados, con quienes he hablado recientemente, tiene alguna idea coherente y tajante sobre lo que va a pasar con la amenaza gringa paseándose por los límites de nuestros mares. Pareciera que el asunto es tan enorme y los peligros que pudiera generar tan inusuales que pasma nuestra imaginación y bloquea nuestras fuentes habituales de información públicas y privadas.
Claro, cada cual inventa lo suyo, su narrativa para usar la estrujada y fea palabra a la moda, para terminar diciendo que son vainas que se le ocurrieron pero que no las cree ni el mismo y que él vino para que lo informara el selecto auditorio y denme otro vinito. Hasta que alguien concluye categóricamente que nadie sabe nada. Y otro agrega a título de consuelo: posiblemente Trump tampoco.
En cuanto a las informaciones mediáticas, aparte de que estamos censurados hasta la coronilla, los que acceden a las fuentes externas y tenidas por doctas tampoco les va mejor. Ni siquiera evocamos los piratas que dicen sabérselas todas y no saben ninguna, ni siquiera manejan la milenaria virtud socrática de la prudencia cognoscitiva.
Al respecto alguien dice con tino que el problema comienza con el hecho de que Trump dijo, según el Washington Post, algunas miles de mentiras en su gobierno pasado, entonces quién le va a creer las verdes o las maduras. Y vengan las anécdotas hasta llegar a Epstein y sus chicas menores de edad o la intervención del poder judicial israelí para salvar al ladrón y por supuesto genocida de Netanyahu que prácticamente tilda de prócer. En esta semana no más.
Pero alguien insiste que la llegada del portaviones gigante y las clarificaciones del proyecto Lanza del Sur indican una nueva etapa, ésta mucho más feroz y precisa. Hay una especie de silencio elocuente como respuesta, salvo que otro recuerda episodios pasados al menos parecidos que pasaron y se disolvieron. Y se repite la consigna agnóstica, no sabemos nada.
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El politólogo algo pedantón, esta vez sin mucha retórica, dice que al menos hay una conclusión y es que esta movilización gigantesca no puede ser para nada, un delirio más de Donald. Y ya es algo. Así hemos concluido varias veces, es lo malo, le replican. Y qué más quieres, debe ser cierta.
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