No se hace fiesta con el tema de Afganistán, Beltrán Vallejo
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A raíz de los lamentables acontecimientos de Afganistán, Nicolás Maduro quiso imitar al difunto, y ahí mismito hizo unas declaraciones con su habitual perorata antigringa; no aguantó la lengua. Lo grave es que el fracaso estrepitoso de EE. UU. en ese país, y el retorno de los talibanes al poder con su mentalidad extremista y medieval, solo significan más acuciantes problemas para la humanidad.
Fíjense que los amigotes pesos pesados de Nicolás, que son Rusia y China, han sido más cautelosos; aunque es de esperarse alguna alegría en ellos por este traspiés histórico de los norteamericanos y de Occidente, sobre todo de EE. UU. que es el contendor en estos tiempos de nueva «guerra fría».
Se debe entender que para rusos y chinos es inquietante que Afganistán vuelva a ser otro califato a lo ISIS y que termine consolidándose como santuario del terrorismo; recordemos que ya lo fueron con Al Qaeda. El eco del talibanismo lo irán a sentir también esas dos potencias en sus zonas de influencia: igualmente se recuerda que Rusia tiene su guerra contra el terrorismo en Chechenia, y la misma China debe inquietarse debido a su política represiva en propio territorio contra la etnia uigur, que son musulmanes.
En estos momentos, el islam radical está de pláceme y alzado con esta victoria. ¿Salieron derrotados nada más EE. UU. y sus aliados? La respuesta va más allá.
Salieron derrotadas las libertades y los derechos humanos. Salieron derrotadas la educación y la ciencia. Salió derrotada la mujer en su historial de lucha planetaria para ser tratada como persona, no como un perol, no como una esclava. Salió derrotada la seguridad internacional. Salió derrotada la lucha contra el narcotráfico internacional, porque estos bárbaros del talibán financiaron su resistencia con la protección al comercio del opio.
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Pero Maduro no comprende eso o no quiere comprender. ¿Será Nicolás capaz de reconocer a estos extremistas? ¿Mandará para Kabul a embajadores? Si sus aliados lo hacen, quizás se resbale con esa concha. Es simplísima, muy simple su política internacional; es muy maniquea y retorcida.
Lo que también creo, y reflexiono angustiado, así se trate de un sufrimiento colectivo en una nación que está a miles de kilómetros de Venezuela, es que EE. UU. y el concierto de naciones que tienen responsabilidades en distintos ámbitos vinculados al bienestar de la humanidad, así como instituciones —entre ellas la ONU que, por cierto, también en este asunto demostró su incompetencia— que no pueden dejar a la deriva al sufrido pueblo afgano; no pueden dejar que a las mujeres y a las niñas la regresen a la Edad Media; no pueden dejar que cierren las escuelas y universidades, y no pueden dejar que surja otro Osama bin Laden. Para eso la estrategia no debe ser netamente guerrerista, y es que ya demostraron los talibanes que la guerra es su mundo; la estrategia debe tener varios frentes y debe ser concertada en el plano de una gran alianza de naciones e instituciones que decidan ponerles freno a los desmanes de esa casta guerrera y prehistórica.
Y el mundo musulmán, el mundo cuya religión es el islam, no creo que piense que esa gente represente los más genuinos valores del islamismo.
Mahoma predicó la igualdad y del mundo musulmán brillaron hombres como Avicena que abrió el camino hacia distintos campos del saber, ya sea como filósofo o como geómetra. El islam del médico Averroes no está representado en la oscuridad talibana.
Desde este rincón de Venezuela pido auxilio para el sufrido pueblo afgano, y sobre todo para sus mujeres.
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