No seguir eligiendo vengadores, por Marta de la Vega
La experiencia vivida para muchos ilusos, pese a los signos inquietantes de «dividir para reinar» del líder mesiánico que pretendió realizar una supuesta revolución bolivariana, con el sueño frustrado convertido en pesadilla cotidiana después del espejismo inicial, con precios altísimos del barril de petróleo, el mayor ingreso en dólares por la renta petrolera en toda la historia venezolana, promesas inalcanzables, demagogia, personalismo y manipulación emocional, retórica agresiva y descalificadora del adversario vuelto enemigo en una relación de suma-cero, enfrentamientos y polarización, puso en evidencia que elegir a un vengador no resultó una opción viable ni deseable en una democracia en crisis, que falló en responder oportunamente a las demandas sociales.
Aunque resultara atractiva la figura del outsider o superhéroe dispuesto a dislocar la lógica del poder tradicional, durante los últimos veinticinco años en Venezuela la fuerza de los hechos ha puesto de manifiesto que, sin la formación y el conocimiento necesarios para gobernar, sin la capacidad de delegar funciones, asumir responsabilidades y rodearse de un equipo de profesionales calificado y escogido por su preparación y méritos, no por la lealtad al caudillo, encallan las buenas intenciones.
Ha quedado demostrado que pretender resolver de modo simplista y rápido los problemas complejos del país únicamente por el carisma o capacidad seductora del líder, significa la ruina económica, la ruptura del tejido social y la destrucción de las instituciones.
A ello se suman la falta de habilidades y conocimientos especializados en la administración pública y en áreas como economía, derecho, relaciones internacionales y políticas públicas. La improvisación y la ausencia de una visión realista a largo plazo suelen pagarse muy caro en desarrollo económico, en bienestar social y en estabilidad política.
En una democracia plena, se espera que los gobernantes sean responsables y transparentes en sus acciones. Los superhéroes suelen operar en secreto, decidir de forma autoritaria y tomar decisiones unilaterales, lo cual es incompatible con los principios democráticos de rendición de cuentas y participación ciudadana. Elegir a vengadores como gobernantes tampoco garantiza que representen los intereses y necesidades de toda la población. Con frecuencia la elección ha sido el resultado de una voluntad reactiva de las mayorías por frustración, resentimiento o desencanto, por desconfianza en las instituciones y, al asumir roles de gobierno, el vengador podría concentrar demasiado poder en sus manos, debilitando las instituciones democráticas y la división de poderes. Un gobernante que se perciba como salvador busca imponerse a través de la fuerza y la confrontación. La legitimidad de un gobierno no proviene de votos-castigo, ni de habilidades o poderes extraordinarios de un redentor sino de elecciones libres, competitivas y justas, que aseguren que los conflictos sociales y políticos van a ser superados mediante soluciones negociadas y diplomáticas.
La solución a una democracia rota no está en delegar el poder a individuos extraordinarios, sino en fortalecer las instituciones democráticas, el compromiso cívico, en fomentar la participación ciudadana y asegurar que los líderes sean responsables y representativos. La sociedad venezolana ha aprendido la lección. El liderazgo de María Corina Machado y la candidatura de Edmundo González así lo demuestran. Un equipo cuyo poder está basado en la confianza, en la honestidad, en la preparación, en la decencia, en la dignidad. Ambos, antítesis del politiquero, expresión de coherencia e integridad, movidos por el deseo de construir desde valores y principios democráticos, sin odios ni rencor, un país mejor, donde haya oportunidades y respeto para todos. Dispuestos ambos a poner por encima de sus intereses personales, el interés superior del país. Son la transición que comienza hacia la democracia y el futuro para la reconstrucción.
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Marta de la Vega es investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB.
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