No será la paz, sino la victoria, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Twitter: @gvillasmil99
“No ha llegado la paz, ha llegado la victoria”
Fernando Fernán-Gómez, Las bicicletas son para el verano
Recuerda uno en estos días aquel tiempo feliz en el que las bicicletas solían ser para el verano. De niños, durante las vacaciones, nos íbamos de paseo a bordo de nuestras flamantes Benotto por los lados del paseo de Los Próceres o del Parque del Este, sin pretensiones competitivas ni nada como no fuera disfrutar del verdor y del cielo claro de Caracas como parte de aquel enjambre infantil que hacía sonar los alegres timbres de sus velocípedos para despejar la ruta de los ciclistas.
La mía era azul, del ring 16. Llevaba flecos rojos y blancos en los extremos del manubrio y de su asiento colgaba, por detrás, una pequeña alforja de cuero en la que guardaba uno las llaves de apretar las tuercas. Era mágico aquel pedalear despreocupado entre espejos de agua, bronces de Maragall y jardines diseñados por Burle Marx, tan distinto de este que ahora apuramos para poder llegar en razonable tiempo a atender lo que bien podamos en una ciudad que, como la nuestra, no es precisamente la amable Ámsterdam de los ciclistas.
No hay gasolina en Caracas. La “Venezuela potencia” de la revolución chavista se quedó sin energía pese a guardar bajo sus pies la más grande reserva de petróleo del planeta. Tras casi dos décadas de consistente asedio chavista, la que fuera una de las más grandes corporaciones petroleras del mundo quedó reducida a un amasijo de chatarra que remata al mejor postor una caterva de ignorantes de casaca roja tomando café en un edificio de La Campiña, expresión de aquello que el gran Peter Drucker dijera en su día refiriéndose a los regímenes fascistas: “representan la revancha de los mediocres”.
No hay gasolina, lo que no me excusa de ir a ver a mis enfermos apelando a las dos ruedas de mi bicicleta solo que movido esta vez por la necesidad y ya no por el placer de lanzarme en bajada por la avenida principal de Horizonte para ir a dar abajo, a la avenida Rómulo Gallegos, a la espera de que alguien nos remolcara de vuelta hasta la décima transversal de mi infancia.
En medio del regateo diario de cifras, el país no advirtió lo que progresivamente se iba instalando a las sombras de la epidemia: escasez y una inflación desquiciante, pero también la represión “quirúrgica” administrada mediante el perverso mecanismo de la “puerta giratoria” provee de una conveniente rotación de presos políticos con los cuales presionar con fines miserables.
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Mientras el país se formaba en ordenada fila en las inmediaciones de las gasolineras o salía al monte a proveerse de biomasa – valga decir, de leña- para encender algún fuego con que calentar lo poco que se consigue para comer en un país cuyo salario mínimo es de apenas un dólar, el chavismo no cejaba ni tan solo un minuto en avanzar con su único plan: el de la construcción de una hegemonía comunista tiránica en cabeza de una camarilla.
El 6D es la fecha clave. A 20 años de revolución, por fin aparece claramente definido en el horizonte del chavismo el momento propicio para la estocada final a la República. Lo tuvo Lenin, que tragó grueso durante los años de la Nueva Política Económica -la famosa NEP- como lo tuvo también Castro, que esperó pacientemente hasta 1961 para declarar el carácter marxista-leninista de aquella revolución.
Hasta ese día valdrán algo en Venezuela esos “aliados tácticos” que se vistieron de levita para entregarle el país a los felones del 4F en el 98. Hasta ahí llegaran los que sirvieron a quienes muy claro tuvieron siempre a qué venían: juristas de voz engolada, empresarios grandes y chicos, editores, intelectuales sin obra, amargados del año 45, resentidos de “la Cuarta”, derrotados de la lucha armada de los 60 y clérigos apendejeados en la teología de Leonardo Boff; hombres pequeños todos que a cambio de algún privilegio menor o de un cargo público, cuando no de dinero, de lisonjas o simplemente cegados por la candidez política o la miseria humana, sirvieron de tontos útiles en la construcción de un proyecto perverso cuyo triunfo tenía como prerrequisito la destrucción de todo un país y el sacrificio de sus mejores generaciones.
“Los burgueses nos van a vender la soga con la que los vamos a ahorcar”, dijo Lenin por aquellos días de la NEP, cita que de seguro estará recordando hoy tanto genuflexo que por los predios del poder pasó convencido de estar viviendo su cuarto de hora.
El chavismo percibe que su día por fin ha llegado. El trece por ciento de respaldo con el que aún cuenta le sobra para aprovecharlo. Sus operadores saben lo que hacen. No vienen a construir consensos sino a imponer un proyecto comunista. La coyuntura –incluida la epidemia con sus muertos – nada les importa a estas alturas. El hambre, la migración forzosa de millones o la repulsa del mundo tras el reciente informe de Naciones Unidas bien poco les pesa: ellos vienen a cobrar la victoria. El silencio de la calle nunca les ha sido tan propicio como hoy.
Silencio sepulcral de una dirigencia más preocupada por ver si Donald Trump logra reunir los 270 votos en los colegios electorales estadounidenses que por los derruidos hospitales públicos en los que se niega al venezolano hasta el derecho a una muerte digna. Liderazgo que no aparece en esta, la hora más menguada jamás vivida por Venezuela, guareciedo a la sombra de las redes sociales y “manejando los tiempos” mientras el país pedalea buscándose el pan o, como quien esto escribe, yendo a ver a enfermos a los que el estado abandonó a su suerte; personeros absortos en el suyo, un guion impregnado – diría Daniel Innerarity- de un “presentismo” tal que les impide configurar una idea de futuro capaz de convocar al venezolano sin fe.
El 6D el chavismo viene a rematar su obra. Será el día de su “batalla por la salud y la defensa de la paz nacional”, como lo han dicho ya desde el régimen. Día en el que, como en la escena final del memorable drama de Fernán-Gómez llevado al cine en 1984 por Jaime Chávarri, a los venezolanos habrá que repetirles lo que a Luisito dijo su papá: que no habrá llegado la paz sino la victoria. Y que en lo sucesivo, el pacto republicano por el que luchamos denodadamente por más de dos siglos quedará sustituido por un perverso balance en el que los vencedores impondrán su inexorable ley sobre los vencidos.
Referencias:
Fernán- Gómez, F (ed.2010) Las bicicletas son para el verano (edición de Francisco Gutiérrez Carbajo), Madrid. Colección Letras Hispánicas, Cátedra, 248p.
Stein, G (1999) El arte de gobernar según Peter Drucker, Barcelona. Gestión 2000, p.90.
Innerarity, D (2009) El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, Barcelona. Colección Estado y Sociedad, Paidós, p. 15-19.
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