Nos urge cumplir normas de conducta vial, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Con vehículos y gente,
debemos ser prudentes
Proverbio español.
Hace poco una joven exalumna, ahora profesional, me dio la cola en su automóvil. En el trayecto yo observaba sus actitudes y maniobras con el aparato celular. Cada acto que ejecutaba era motivo para yo agarrarme la vida al cinturón de seguridad. Además, para colocarle la guinda a la torta, desatendió las indicaciones del semáforo y avanzó cuando este indicaba detenerse.
Tal vez intentaba demostrarme su nivel económico y de poder adquisitivo de alta gama o simplemente sus gestos son los que están a la moda actualmente al conducir. ¿Será moda, ignorancia e irresponsabilidad? Lo cierto es que la mayoría de los conductores aplican estas estrategias para demostrar un nivel económico que ni tienen ni les da estatus, solo es una simple estupidez que a veces les cuesta la vida.
Enviar notas de voz, WhatsApp y realizar llamadas durante el acto de manejar no implica moda, es simplemente una imprudencia, una carencia de educación vial. Si se cree que hacer eso da estatus es un grave error cometido, pues lo que hace es alimentar la utopía, el autoengaño y lo más triste llega a ocasionar la muerte.
Debe ser tarea importante para las autoridades educativas en el país estudiar la posibilidad de fomentar la educación vial a través de la implementación de una asignatura obligatoria que promueva los valores viales desde los primeros años. De lo contrario nuestras carreteras estarán minadas de asesinos silenciosos. No solo debe estar como contenido en una asignatura, reitero: debe ser una asignatura que ocupe puesto especial en el currículo, pues implica salvar vidas.
Es propicio el momento para hacer un llamado a la reflexión de los conductores, quienes no solo ponen en peligro sus vidas sino la de un colectivo que deposita su confianza en ellos como líderes del volante.
No debe sorprendernos la generalizada conducción de automotores de manera irresponsable si como peatones hacemos lo mismo …desde hace mucho tiempo. Pareciese que muchas personas, especialmente jóvenes, considerasen que «estorbar» en las aceras y otros puntos de tránsito de personas fuese un signo de estatus (además de ser usado, de manera conciente o no, como sutil forma de segregación racial, social, sexual y etaria).
Una dama local del siglo XIX solía decir «la puerta es el sitio donde se paran los tontos» como manera de disolver esos obstáculos para el tránsito fluido.
Caminando desde la esquina de Carmelitas un amigo, hace unas cuatro décadas, fue enfrentado por un señor lujosamente vestido que salía de una sede bancaria, quien iba en sentido contrario por la ancha acera, ordenándole con altanería y usando el paraguas, que se le apartara. Él, impasible, lo rebatió con la simple lógica: «Por la derecha» le indicó. Porque el tránsito, más allá de las caravanas de automóviles rodeadas de motorizados que no se detienen en ningún cruce, no es, insisto, no es campo para mostrar rangos.
Es importante que desde temprana edad aprendamos a seguir las normas y leyes referentes a la seguridad vial, tales como ubicar los sitios destinados al cruce peatonal, seguir las indicaciones del semáforo y mantener una velocidad adecuada al conducir. Obedecer las normas de tránsito nos forma como buenos ciudadanos y nos ayuda a evitar hechos inesperados y lamentables.
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En nuestro país, los accidentes de tránsito ocupan un lugar primordial como problema de seguridad y salud pública. Para desarrollar una conducta adecuada en lo peatones, transeúntes, motorizados y conductores, lo primero que tenemos que hacer es conocer el lugar por donde transitamos. No es solo conocer las direcciones, lugares y reglas, pero mucho más allá es tener responsabilidad, conciencia e inteligencia para saber en que momento hacer las cosas. Es cuestión de sembrar desde el principio el simple hecho de saber utilizar los espacios y respetar las normas establecidas.
El llamado también a las autoridades de tránsito para que estén vigilantes de este tipo de anomalías que se presentan en el escenario vial, de tal manera que puedan brindar su función con éxito para que permitan el mejor transito de personas y vehículos.
Para concluir, no solo Tránsito Terrestre y demás organismos deben velar por nuestra seguridad, nosotros somos los primeros interesados en cumplir y hacer cumplir las normas legales del tránsito, para proteger nuestras vidas, y la de los demás. Respetar las leyes y actuar responsablemente nos hará mejores ciudadanos y nos ayudará a transitar libre y correctamente por la vía.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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