Noviembre, por Marisa Iturriza
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Sigue avanzando noviembre con el traje sentimental que le impone la temporada otoñal del hemisferio norte y que entre nosotros se inicia el 1º, Día de los Muertos que, según las noticias, lamentablemente fue de pesadumbre en Corea del Sur debido a la cantidad de muertes que se produjo en la multitud que colmó la capital durante la celebración de Halloween.
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Si es de bichos malignos y perjudiciales de cualquier índole o el final de injusticias, represión, sufrimiento, amargura o desdichas, la muerte puede considerarse un alivio. De resto hiere. Que me lo digan a mí, con lo que me dolió ver muerto a mi pequeño amigo, que no reaccionó cuando le vi inmóvil en el rincón donde solía recostarse. Momentos después regresé para despedirle enterrándolo dignamente y –de repente– se levantó y se desplazó con la gracia usual de los de la clase a la cual pertenece, ya que este discreto huésped es un Tuqueque que no mide más de 4cm de cabeza a cola. Son seres hermosos y útiles que ecológicamente eliminan chiripas, y cucarachas cuando son más grandecitos.
Si ese diminuto ser puede brindar servicios tan positivos, lo mínimo deseable de parte mandamases poderosos de cualquier tendencia y lugar no sería que coman bichos .No. Eso no, a menos que hasta de eso se antojen, claro, ya que si es por comida les sobra la que a otros falta, si no que en lugar de consignas a la muerte se respete a la vida.
Por todo eso este noviembre, junto con su medio clandestino eclipse de luna, en vez de muertes, ausencias y carencias, debería inspirar a los todopoderosos –repetimos– de cualquier tendencia y de cualquier lugar a recapacitar acerca de su propia vida y la de esa mayoría a quienes ésta les es tan precaria de una u otra forma. Acatar que con libertad, educación y respeto, tanto a la dignidad humana como a la Naturaleza, podrían resolverse muchos tropiezos superables y replicarle a la guaracha que si «en el mar, la vida es más sabrosa» en la tierra debe serlo mucho más…
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