Nuestros residuos también contribuyen al cambio climático, por Patricia Iribarne
Twitter: @Latinoamerica21
Más de la mitad de los seres humanos que habitan el planeta viven en áreas urbanas y la proporción va en aumento. Las ciudades consumen el 75% de energía, el 60% del uso de agua residencial y generan el 80% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Pero, además, las urbes promueven estilos de vida que producen miles de toneladas diarias de residuos que provocan grandes impactos en los ecosistemas con consecuencias muy diversas a nivel social, económico, sanitario y ecológico.
La tasa de generación de residuos es exponencial, multifactorial y varía según el nivel de industrialización de cada región. Pero además, gran cantidad de los residuos que producimos son sintéticos, resistentes a la degradación y potencialmente contaminantes. También generamos grandes volúmenes de residuos que, si bien son de origen orgánico como el papel, el cartón y los plásticos, no se degradan fácilmente porque para ello requieren ciertas condiciones ambientales y, en algunos casos, mucho tiempo.
Una fracción importante de estos residuos se origina en los hogares, ocasionando uno de los principales problemas ambientales urbanos. Algunos datos sugieren que cada persona, al menos en América Latina y El Caribe, produce alrededor de 1 kg de residuos por día, aunque hay países que lo superan. Son miles de toneladas diarias y para abordar los problemas que generan tantos residuos no alcanza con, simplemente, mejorar los sistemas de limpieza y gestión de las ciudades, sino que hace falta construir nuevas formas de relacionamiento con los objetos. Es importante interpelar las pautas de consumo, los procesos productivos y lo que se hace con aquello que ya no se necesita.
¿Por qué se generan tantos residuos?
Una mirada crítica del por qué se generan tantos residuos da cuenta de la profunda interconexión entre la vida urbana, las pautas de consumo, los procesos productivos, los modelos económicos capitalistas, el desarrollo tecnológico, las políticas públicas, así como ciertos aspectos educativos, culturales y de género. Los modelos económicos lineales y altamente tecnificados desarrollados por la sociedad de consumo favorecen la intensificación en la extracción de materiales, producción de artefactos, comercialización, consumo y rápido descarte.
Para revertir las crisis económicas mundiales de principios del siglo XX se idearon estrategias como la obsolescencia programada, instalando una cultura del descarte y la inmediatez. La obsolescencia programada consiste en reducir intencionalmente la vida útil, el diseño o la calidad de los productos y desplegar estrategias comerciales para que las personas compren artículos nuevos permanentemente.
En pocas palabras, las empresas diseñan a propósito objetos cuya vida útil sea corta y su reparación no sea muy accesible o atractiva. A la vez, la publicidad promueve mecanismos para que sea más gratificante comprar nuevos objetos.
La escasez de programas educativos que promuevan comportamientos más conscientes y que contribuyan a la toma de decisiones más éticas y justas también influye en la generación de residuos. En la región, generalmente las estrategias y políticas de educación ambiental son débiles, fragmentadas y, en general, no están orientadas a procesos de transformación social. Son pocas las acciones orientadas al desarrollo de una conciencia crítica y comprensiva de los impactos del modelo de consumo predominante. Este aspecto se refleja en las decisiones que se toman, tanto a nivel individual como colectivo, lo que favorece el desarrollo de una sociedad de consumidores acríticos y poco comprometidos.
Los residuos sólidos urbanos y la emisión de gases de efecto invernadero
Parte de los GEI generados a nivel global provienen de los residuos domiciliarios. Todos los materiales húmedos compostables como los restos de alimentos así como el papel, el cartón y los materiales derivados del petróleo, como el plástico, pueden emitir GEI si no son tratados adecuadamente. Por otra parte, la incineración de residuos en condiciones no controladas, además de generar gases tóxicos, también aumentan la concentración de los GEI.
Los compostables húmedos representan casi la mitad de los residuos domiciliarios. Su descomposición en ausencia de oxígeno genera biogás, el cual está constituido principalmente por metano, uno de los gases que más contribuye al cambio climático Algunos tipos de papeles y cartones también son compostables en ciertas condiciones, sin embargo, estos suelen considerarse como materiales secos reciclables, una fracción importante de los residuos domiciliarios que puede superar el 35% y que incluye a los plásticos, papel, cartón, tetrabrick, vidrio y metales.
Los plásticos más comunes emiten trazas de metano y etileno cuando se exponen a la luz solar. Se calcula que aproximadamente el 79% de todos los residuos plásticos producidos a nivel mundial hasta el año 2015 se encuentran en sitios de disposición final, dispersos en los ecosistemas o flotando en las «islas de basura» del océano Pacífico.
Cada año ingresan 11 millones de toneladas de residuos plásticos al océano, de los cuales la mitad corresponde a envases y embalajes de vida corta o de un solo uso.
A su vez, el incremento de GEI produce diversos impactos a nivel global como la pérdida de glaciares, el aumento del nivel del mar, desequilibrios en los patrones climáticos, aumento de enfermedades tropicales o vinculadas a situaciones climáticas extremas, pérdida de biodiversidad y suelo fértil, entre otros impactos. Todo ello trae consigo consecuencias negativas muy diversas vinculadas a las formas de vida, la economía y la salud de las personas.
¿Cómo cambiamos esta realidad?
La complejidad e interconexión de diferentes factores que favorecen la producción y mala gestión de residuos impone un abordaje crítico, colectivo y transdisciplinario. El punto de partida es cuestionar y disminuir su generación. En necesario interpelar los modelos de producción y consumo, la producción de descartables, en especial plásticos y promover nuevas formas de consumo, alternativas al modelo capitalista. Tratar adecuadamente la fracción de residuos compostables es una segunda acción importante.
Desde el punto de vista de la gestión integral de residuos es importante considerar la heterogeneidad de los territorios y sus necesidades, así como impulsar procesos participativos orientados al desarrollo de pensamiento crítico y la construcción colectiva de nuevos valores.
Por ejemplo, crear composteras comunitarias puede ser relevante como proceso de gestión y educación crítica, contribuyendo con eso a la reducción de los GEI generados por los residuos domiciliarios.
Otro aspecto relevante es la implementación de políticas orientadas a la problematización de las prácticas de consumo actuales. Algunos países han adoptado estrategias de «Basura Cero», una propuesta basada en la idea de no generar residuos. Con ello promueven cambios en el consumo, la reparación y el reciclaje, el rediseño de productos y servicios, entre otros. Esto conlleva grandes desafíos a la hora de promover acciones de comunicación ambiental, de transformar la cultura del «use y tire» y de comprender los procesos ecosistémicos, así como de reorientar los procesos productivos.
Patricia Iribarne es licenciada en Biología Humana y magíster en Ciencias Ambientales, Universidad de la República. Coordina la Unidad de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Trabaja en proyectos con enfoques críticos, participativos, territoriales y transdisciplinarios.
www.latinoamerica21.com, medio de comunicación plural comprometido con la difusión de información crítica y veraz sobre América Latina. Síguenos en @Latinoamerica21
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.