Nueva administración, mismas promesas, por Luis Ernesto Aparicio M.
Quienes seguimos de cerca las dinámicas políticas globales tendemos a recibir los resultados electorales con cautela, conscientes de que las promesas de campaña rara vez se convierten en programas de gobierno concretos. Sin embargo, las recientes elecciones en Estados Unidos han desatado nuevamente tensiones y expectativas en América Latina. Aunque el vecino del norte a menudo parece distante, lo que ocurre dentro de sus fronteras tiene repercusiones que afectan profundamente a los países de nuestro continente.
Históricamente, la economía ha sido el vínculo más directo entre las elecciones en Estados Unidos y América Latina. Sin embargo, en esta ocasión, el impacto parece abarcar temas cruciales como la política migratoria y el enfoque hacia las democracias de la región.
Para muchos votantes de habla hispana, el incumplimiento de las promesas migratorias del actual presidente fue un factor decisivo en cuanto a su voto. Aunque estos electores enfrentan una paradoja al respaldar políticas restrictivas, en su mayoría, votaron en respuesta a las promesas incumplidas y no necesariamente con la expectativa de un cambio favorable inmediato por intermedio de alguien que no cumplió con las suyas.
En el caso de Venezuela, el regreso del expresidente ha generado un entusiasmo particular. Después de una primera gestión en la que mostró un apoyo parcial al «gobierno interino,» muchos venezolanos mantienen la esperanza de que esta segunda oportunidad signifique una política exterior más decidida hacia su país. Hoy, más de uno espera que esta nueva gestión concrete algunas políticas que obliguen un cambio, aunque eso está aun por verse.
No obstante, vale recordar que, durante su primer período en el cargo, el hoy electo presidente tuvo momentos de ambigüedad. Hubo declaraciones en las que expresó dudas sobre el reconocimiento del gobierno interino y sugirió la posibilidad de abrir el diálogo con Maduro, generando inquietud entre sus aliados. Lo que pudiera ocurrir es la conversión pragmática y muy conveniente para la resolución de uno de los problemas de los Estados Unidos, la emigración, y se entienda con la autocracia que persiste en Venezuela.
Además, con la reciente designación de Marco Rubio como Secretario de Estado, se abre una expectativa particular. Rubio, un senador que se ha distinguido por su retórica firme en contra de los regímenes de Cuba y Venezuela, ahora enfrenta el desafío de llevar su discurso a la acción diplomática.
Esta posición le exige, más allá de las palabras, desarrollar un plan concreto que permita abrir camino hacia la democracia en esos países. La prueba para un político de línea dura ha llegado, y su éxito en esta misión dependerá de su habilidad para convertir su postura pública en resultados efectivos en un terreno diplomático donde el diálogo y la estrategia son esenciales.
Es natural que los venezolanos busquen alguna señal de cambio en esta nueva etapa, especialmente cuando el electorado estadounidense ha optado por un retorno al pasado, y otros más atrevidos, increpen al nuevo presidente de EEUU para que tome acción y abra un proceso de transición. Sin embargo, la realidad política internacional es compleja y, más allá de los discursos, los resultados efectivos suelen depender de muchos factores y de intereses que trascienden las fronteras de Venezuela.
La expectativa de un apoyo incondicional a la causa venezolana debe ser abordada con prudencia. El poder estadounidense, aunque influyente, no garantiza un cambio inmediato ni definitivo para la crisis venezolana. Sería más realista aprovechar esta coyuntura para insistir en alternativas políticas sostenibles y viables en un marco de cooperación internacional que permita a Venezuela encontrar su propio camino hacia la estabilidad.
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En definitiva, mientras muchos celebran, es prudente recibir esta segunda oportunidad con reservas, entendiendo que, en política, la euforia puede ser efímera y que las soluciones reales demandan tiempo, compromiso y, sobre todo, un enfoque que no dependa exclusivamente de actores externos.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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