¿Nueva ruta?, por Fernando Rodríguez
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Pareciera que se puede sacar una conclusión rotunda y de repente animosa de los acontecimientos de la semana que han sido contundentes, así no repercutan como debieran hacerlo, en la conciencia cotidiana de los venezolanos comunes y corrientes. Nada resuena mucho del acontecer político, espectáculo distante y solo apto para iniciados. Por los momentos.
Los dos sacudones mayores, muy mayores, fueron el informe de la comisión de la ONU sobre derechos humanos en el país que no ha podido ser más devastador. Delitos de lesa humanidad, sistemáticos, política de Estado, con nombres y apellidos de los jerarcas encargados de la sucia tarea. Informe hecho sobre un vasto material documental, con metodología rigurosa y proveniente de la más vasta e importante asociación internacional. El gobierno expuesto al máximo descrédito en el ámbito de los derechos humanos, en documento cercano en importancia al llamado Informe Bachelet.
Y, entre otras cosas, justo en vísperas de la reunión ministerial del llamado Grupo de contacto, formado por países europeos y algunos latinoamericanos, que tiene como finalidad buscar la restauración pacífica de la democracia y la constitucionalidad venezolanas. Por supuesto tenía que repercutir en éste, que lo asumió y se sumó a la condena, y en general fue bastante tajante y exigente al negarse a aceptar la observación de las elecciones parlamentarias de diciembre.
No solo por insuficiencia de tiempo sino porque esta no cumplía ninguna de las condiciones democráticas, igualitarias, de unos comicios dignos; exigencia que coincide con las que sistemáticamente y en todos los registros han hecho la oposición nacional y la opinión internacional. Su documento final es una condena rotunda al tal proceso electoral.
La respuesta de Maduro a ese repudio fue bastante deplorable. Los países de Europa se dejaron manipular por los Estados Unidos y él hará sus elecciones como planeadas, sin cambios. Y los espera en alguna bajadita, porque él seguirá mandando un buen rato. Pero podrían volver a pensarlo y en último caso mandar un grupito a que eche un vistazo y se dé cuenta de lo transparentes y dignos que somos en materia electoral. El grupito podría hacer juego con la mesita.
Son primordiales estos temas, sobre todo el de los derechos humanos, el suelo último de la convivencia social. Habrá que hablar y mucho, además allí los más humildes son los más atropellados y deberían movilizarse por su dignidad y sus vidas.
Aquí me limitaré a hacer un pequeño vínculo con nuestra perspectiva política opositora futura, la decisiva influencia de estos movimientos telúricos de algunos grados de intensidad.
No voy a juzgar in extenso las maneras en que Capriles planteó la opción de participar en las elecciones. Fue muy indebido tratar de aniquilar a Guaidó para hacerlo, desvincularse de la unidad de los partidos y sociedad civil recién lograda, y plantear una suerte de diálogo secreto con el dictador, hasta turcos de por medio. En fin, si sus condiciones finales eran que los europeos observaran unas elecciones postergadas por unos meses y que se adecentaran algunas de las pérfidas condiciones actuales pues esto fracasó; supongo que no haya todavía alguna carta por jugar.
Europa dijo que no y el gobierno ni posterga ni cambia. Supongo, hoy viernes, que Capriles no irá a las elecciones, por mínima coherencia consigo mismo. Se queda Maduro con su mesita, y sus alacranes inamovibles pase lo que pase.
Bueno mirando al futuro no queda sino tratar de deslegitimar el canceroso proceso electoral y reducir la participación en éste en la medida de lo posible, la sentencia de Europa de estos días es una pieza fundamental para ello. En segundo lugar tratar de restituir la unidad posible, valga decir reincorporar a Capriles y los suyos a la tarea común. Rescatar lo rescatable de su planteamiento que sintetizaría en que el cese de la usurpación pasa por la reconquista del voto democrático.
No olvidar que este gobierno política, social y económicamente es un cadáver insepulto, una especie de zombi. Convocar, por supuesto, a los votantes a esta lucha por el derecho al voto, y hacerla parte de la general que están obligados a llevar por su supervivencia. Agitar la conciencia cierta de que en estos momentos vivimos en el máximo dolor y miseria, en las cercanías de la desaparición misma como nación, como gente y que la pobreza y los pobres son la primera de las prioridades.
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