Nueva Súperliga: ¿Ceden los promotores, o es sólo una lavada de cara?, por Gustavo Franco
Twitter: @GusFrancoH
Recientemente la Súperliga Europea de Fútbol, de la cual no se ha jugado un solo partido y no se sabe si podrá ser organizada, obtuvo dos victorias —una de las cuales se produjo en los tribunales— que le empiezan a dar credibilidad en la opinión pública. La primera fue la que se produjo en el ámbito legal, cuando un tribunal de Madrid cambió de criterio y volvió a establecer medidas cautelares al observar que la UEFA y la FIFA tienen una posición dominante en el mercado de organización de eventos de fútbol, y abusan de esa posición dominante. Esto le da un aire a la Súperliga de ser la víctima de una organización ambiciosa de poder y con ansias de monopolizar los ingresos, por lo que también es una victoria de relaciones públicas. Y, como si fuera poco, le permite desarrollarse sin problemas, salvo que haya otro recurso por parte de la UEFA o la FIFA.
La segunda victoria, netamente en el apartado de las relaciones públicas, es que la Súperliga anunció recientemente un decálogo en el cual anunciaba modificaciones a la competencia, a grandes rasgos, así como una declaración de principios. En este decálogo que publicó A22, la empresa promotora de la Súperliga, se especifica que la competición pasa a ser abierta sin miembros permanentes. Que los méritos deportivos para entrar en la Súperliga serán a través de las ligas domésticas y que ellas son piedra angular para el fútbol europeo.
Todo parece muy bueno, salvo por una cuestión muy simple: el diagnóstico que desde la Súperliga hacen de la situación actual. En un apartado, el presidente de A22 Bernd Reichart cuenta que la Premier League de Inglaterra se está llevando una cantidad de ingresos televisivos que «amenaza» la competitividad del fútbol europeo. Señalan que un equipo como el descendido el año pasado en la Premier, el Norwich City, logró generar mayores ingresos televisivos que la Juventus, el Bayern o el Ajax. Si uno se queda con esa lectura solamente, pues uno podría decir que efectivamente se ha producido una injusticia.
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La pregunta es: ¿Cómo ha sido posible que la Premier League genere tanto dinero para repartir entre los equipos que la conforman? Esto ha sido un trayecto de más de 30 años en el que se han dedicado a repartir los ingresos televisivos de forma equitativa, mediante el criterio conocido como 50-25-25. Es decir, 50% de los ingresos se reparten de forma equitativa. Un 25% se reparte de acuerdo a la posición final en la tabla de clasificados. El último 25% se reparte de acuerdo a los ratings obtenidos por los equipos. Así, la Premier League ha decidido usar la competitividad como apalancamiento promocional.
Un caso muy distinto es el de La Liga de España, donde tres equipos se llevan cerca del 40%: Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid. Para La Liga, la palanca promocional de su competición es que puedes ver el clásico del fútbol español. Dos equipos, que juegan dos veces durante esa competencia. Mientras la Premier vende su competición, La Liga vende el clásico. En el largo plazo, las audiencias televisivas se han decantado constantemente por ver la Premier League, y pagando un buen dinero por ello.
Así es como hemos llegado a una situación en la que los equipos ingleses ofrecen más dinero por el traspaso de jugadores, y pagan salarios más elevados. Es la razón por la que hay más capital de inversión que busca entrar en equipos ingleses, ya que se espera una capacidad de recibir ingresos mucho mayores que si se es un equipo español.
Equipos como Real Madrid y Barcelona tienen una rivalidad que está únicamente sobre el terreno de juego. Fuera de él, han cooperado bastante para que la repartición de derechos televisivos caiga siempre, en su mayoría, en manos del duopolio del clásico. Y esto se refleja en cuantos ganadores de La Liga ha habido en la última década. Una situación muy distinta es la que se vive en la Serie A de Italia, donde se estableció que un 50% se reparte de forma igualitaria, con el restante teniendo mucho énfasis en la posición de ligas recientes. No debe extrañar entonces, que las dos últimas ligas fueron ganadas por Inter y Milan, respectivamente, y la actual vaya camino de ser ganada por el Nápoli, para romper definitivamente el monopolio ejercido por la Juventus cuando los derechos se repartían sólo entre los grandes italianos.
El formato abierto del fútbol es lo que lo hace tan apasionante. La Súperliga parece haber entendido el recado, y habrá que ver si la forma de clasificarse a la Súperliga queda protegiendo a los grandes a través de criterios como algún coeficiente histórico, cosa que haría virtualmente imposible que los grandes equipos que conformaron la Súperliga original no se clasifiquen.
Lo que queda por verse es si los intereses de los aficionados, a los que hay que diferenciar de televidentes, quedan representados. Los equipos de fútbol en sus inicios fueron propiedad de los aficionados, razón por la cual se les llama clubes. A día de hoy el fútbol mientras más dinero ha recibido, más se ha alejado de sus aficionados más identitarios. No vaya a ser que en la búsqueda de «proteger el fútbol europeo» al final el fútbol europeo deje de ser algo que se identifique con sus comunidades de origen. Por poner un ejemplo, un aficionado del fútbol sudamericano siempre defenderá los aspectos más coloridos y pasionales del fútbol del continente. Lo que le da alma. Pues bien, a lo mejor la Súperliga termina de vender el alma del fútbol europeo a cambio de generar aún más dinero.
Gustavo Franco es periodista deportivo. Es editor del portal web Línea de Tres
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