Nuevo camino y esperanza, Simón García
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La política se torna incómoda para quienes hace unas semanas desataban su cólera —y a veces su odio— contra otras personas y partidos de la oposición, miserables colaboracionistas con la dictadura, y ahora claman por una negociación con Maduro.
El viraje es enorme y positivo. Pone fin al intento fallido de conquistar la democracia con violencia y proclamando la superación de la usurpación expulsando a los usurpadores. Después de darse golpes contra la pared de la autocracia, la idea del fracaso surgió en la casi destruida cabeza de unos insurrectos sin medios para rasgar el sistema opresivo que se nos impone. Se cuela el nocivo axioma de la derrota sin padres.
Ahora se retoma la vía electoral después de haber amontonado descalificaciones contra ella con base en estimular mecanismos autoritarios en la oposición y destruir escoras esenciales para practicar la democracia. El criterio de coherencia exige que su conquista se produzca haciendo democracia sin esperar a que se vaya Maduro.
Recobrar la democracia comienza por evitar que su destrucción dentro del Estado sea exportada a la sociedad. Hay que celebrar que a la crítica moral del régimen se sumen tres premisas básicas para debilitarlo y combatir el imperio de su naturaleza antidemocrática:
1.Comprender que la lucha desde su interior es más eficaz que desde el hombrillo del Estado y divorciados de la gente. 2. Asumir la vía electoral como forma para lograr la derrota política del gobierno en vez de su instantáneo derrocamiento. 3. Abrir espacios de convivencia entre adversarios y establecer garantías a los tipificados como enemigos.
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El gran cambio en la situación actual es que las dos coaliciones partidistas dentro de la oposición coinciden en volver a la vía electoral y sentarse juntos —y quién sabe si revueltos— en una negociación que permita crear las mejores condiciones para participar en un proceso de elecciones que desemboque en la escogencia democrática del presidente de la república.
Esta coincidencia entre fracciones opositoras, con excepción de la que se mantendrá pegada al «Maduro, vete ya», inicia la posibilidad de cesar la destrucción y el odio.
Los afortunados cambios permiten que una oposición al borde de perder realidad se levante de la lona. Tiene por llenar cuatro vacíos:
1) Justificar ante el país el fin de la línea insurreccional y del gobierno dual, porque hay cargas que se deben enderezar antes de comenzar el camino. 2) Proponer, sin crear falsas expectativas, objetivos claros a una estrategia de lucha y negociación que no asegura grandes victorias para ya. 3) Voluntad para conformar alianzas asidas a dos ejes. El coyuntural presidido por ganar votos. El estructural dirigido a reconfigurar democracia, justicia, mercado y bienestar. 4) Hacer oposición desde la gente y vinculando el fortalecimiento de los partidos a un mayor protagonismo de los nuevos actores no partidistas.
La estrategia impulsada por Capriles, Stalin González, Vicente Díaz, Enrique Márquez y Roberto Picón tiene apoyos en otros actores internos y externos que propician una recomposición plural de la dirección opositora.
El país está moviéndose del rechazo al voto a considerar que vale la pena votar. Hay que estimular ese cambio porque es el camino para validar nuestra esperanza y transformar el rechazo a las políticas del gobierno con un nuevo pacto hacia la democracia.
Hay que retirar el alambre de púa de los campos opositores y formar una nueva mayoría con los venezolanos que vienen o están con el chavismo y quieren justicia social con libertad. Ese es otro camino.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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