Números en rojo, por Teodoro Petkoff
Aun si aceptáramos por buena la cifra oficial de participación en las primarias del PSUV (2 millones 600 mil), este número sería un millón menor que el de los supuestos participantes en las primarias de 2008. Ya esto es suficiente para entender la rabieta de Chacumbele en su respuesta a la periodista de Televen, pero la realidad es peor para el oficialismo. Según fuentes internas que nos resultan confiables, la cantidad real de militantes que asistió al evento fue de un millón 600 mil.
Un millón menos de los que fueron anunciados. Sirve este dato para confirmar nuestras primeras apreciaciones, en el editorial de ayer, en cuanto al acentuado declive de la influencia de Chacumbele entre su electorado. Cuando el hacedor de milagros no los hace, el carisma, como el jabón, se gasta.
Repetimos lo que ya dijimos. Un 20% de participación en elecciones primarias es muy bueno, según estándares internacionales, ya que a la mayoría de los militantes o afectos a un partido, por lo general ajenos a las luchas internas, le da lo mismo cualquier candidato.
Pero para un partido como el PSUV, ese nivel de participación está próximo a un desastre. Para el partido oficialista, que quería hacer de estas primarias un anticipo de su «victoria» en septiembre, poniendo en tensión todas sus fuerzas, el resultado es muy sombrío. Anuncia, más bien, una derrota. Ni las amenazas abiertas, ni el dineral gastado, nada, pudo mover más gente que la del núcleo duro del chavismo. Con eso no se va al mercado.
De otro lado, internamente, ¿quién ganó, quién perdió? Más allá de los pequeños pleitos de campanario, el gran ganador macro parece ser Diosdado Cabello, la derecha endógena, pues. Sus candidatos barrieron en los estados claves, solos o en alianzas locales.
Falta por ver cómo quedará esta corriente en las listas, que serán designadas por El Sepulturero. Entre los perdedores están 94 de los actuales parlamentarios, que trataron de repetir. Fueron literalmente masacrados. Prácticamente todos los presidentes de comisiones parlamentarias quedaron fuera; ninguno de ellos le respondía el teléfono a Diosdado y lo pagaron caro.
Vale la pena registrar la derrota de Mario Silva, el de «La Hojilla». La base chavista, con muy buen sentido, rechazó a quien se ha convertido en un emblema de intolerancia, de irrespeto, de grosería pura y simple. Es un signo interesante de que el propio mundo popular chavista está harto de la camorra permanente, de las amenazas, del trato ofensivo y grosero hasta con sus propios compañeros y no se diga con los adversarios políticos. El mensaje está dirigido al propio Chacumbele. Al no favorecer a un tipo a quien El Sepulturero le ha dado más de un espaldarazo y cuyo programa utiliza con frecuencia para tirar líneas o pelear con alguien, los electores chavistas por mampuesto no sólo expresaron su disgusto con el clon; algo le quisieron decir al original.