Nunca faltará alguien así, pero…., por Tulio Ramírez
En estos tiempos convulsos es común conseguir en cada esquina, en cada barra, en cada reunión familiar, que el tema sobre el que se habla gira en torno a la política del país. Y no es para menos. Estamos viviendo en total incertidumbre. Todos estamos ávidos de información para poder comprender lo que pasó y hacernos una idea más o menos clara de lo que podría pasar.
No hemos dejado de hablar de los resultados de las elecciones, de las Actas que no aparecen, de la sentencia de la Sala Electoral, de las acciones de MCM y de las futuras sanciones. Por supuesto, también estamos atentos a los pronunciamientos de los parlamentos de América Latina y del resto del mundo y ni se diga de los documentos nacionales suscritos por “los abajo firmantes”.
Es muy difícil esquivar estos temas. Casi se han convertido en el único asunto de conversación, y esto no es criticable. Por el contrario, indica que no hay indiferencia por parte de la población. Son señales inequívocas de la existencia de una legítima preocupación colectiva.
Aunque pudiera ser psicológicamente desgastante, es mejor eso a que la gente ocupe su tiempo discutiendo sobre los favoritos de las carreras del domingo, o sobre los propietarios que están morosos con el condominio o los cachos que le están montando al Palomino Vergara del edificio.
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Es cierto, también es muy probable que corramos el riesgo de saturar nuestra mente por el exceso de información. Aunque los terapeutas recomiendan tomar pausa y alejarse de X y Tik Tok, es muy difícil taparse los oídos para no escuchar lo que se dice en ese mundo paralelo conocido por los cibernautas como la vida real.
He participado en muchas de estas conversaciones. He compartido con vecinos, amigos, colegas, compañeros de trabajo, familiares y con grupos espontáneamente constituidos. Todos tienen algo que decir, todos tienen sus opiniones e hipótesis. Creo que nunca antes ha habido tanto consenso sobre un mismo tema. Claro, todos saben que fue lo que pasó y esto ha disminuido considerablemente la diatriba polarizante que caracterizaba las reuniones hace unos años atrás.
Sin embargo, a pesar del consenso ante lo obvio, a veces nos toca que soportar a algunos personajes que, si bien son contestes con lo que todo el mundo sabe, en nada contribuyen a aclarar las cosas. Son los que aportan información distorsionada, ideas sin fundamento o conclusiones alocadas. Son los que confunden y enredan, a veces por el ánimo de protagonismo o a veces por su inclinación patológica a la coba. Son “expertos analistas” que solo hablan y no escuchan. Los que pretenden dictar cátedra al resto de los contertulios. Describiré a algunos de esos personajillos.
Están aquéllos que, alzando el dedo índice a nivel de la sien derecha, comienzan su intervención con algo así como “considerando la geopolítica y los factores antropolíticos de los factores de las élites inclinada al ejercicio del poder, un análisis socio histórico y dialéctico me lleva a concluir……. (ahora una pausa larga), que la vaina está realmente jodida…”. Estos “sabelotodo”, tienden a ser pedantes, hablan de manera engolada y usan conceptos cuyos significados desconocen. Se les identifica como “los analistas de barbería”.
Peor y más patéticos son los que comienzan con “mira caballo, el asunto es que Biden le dijo a Putin que le daba menos armas a Ucrania, si renunciaba a apoyar a la revolución chavista. Entonces el Putin le contestó que……. (sigue el bla bla)”. Estos “analistas” son los que seguro estaban detrás del sofá o escondidos entre las cortinas en el lugar donde se dio esa supuesta conversación. Son insoportables y mitómanos. Su lema es “si me brindas otra, te cuento que fue lo que pasó”.
Nunca faltan los pesimistas que dan todo por consumado. “No te desgastes tanto, aquí no va a pasar más nada. Entre ellos ya llegaron a un acuerdo desde hace rato. Aquí nadie da puntada sin dedal. Toda esta pelea es un show para distraernos”. Esos personajes son peores que los adversarios. No arriman una pa´l mingo. Son a los que nadie invita, pero llegan solos y se retiran después que se acaba la bebida y la comida.
No pueden faltar los conspirólogos. Son aguafiestas por naturaleza. “No pierdas tu tiempo, en este país no se decide nada. Apenas somos un peón en el tablero mundial. Son 5 o 6 multimillonarios en el mundo los que deciden todo y nosotros de tontos creemos que nuestro esfuerzo servirá de algo”. Estos son los que no ponen para la cerveza argumentando que están limpios, pero se engullen el whisky 18 años que trajo el compañero. Les dicen, “codo engatillado”
Esta clasificación no es exclusiva ni excluyente. Seguramente se pueden identificar otras especies de estos pintorescos interlocutores. A pesar de que con ellos haya que convivir, no hay que perder el foco. El tema seguirá en cada casa, en cada calle, en cada reunión. Pueda que llegue el momento en el que se tendrá que hablar en voz baja, a escondidas y calándose a algunos de los personajes descritos, pero seguiremos hablando sobre lo mismo. Aquí pasó algo y eso no debe olvidarse.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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