Obama Presidente, por Teodoro Petkoff
Al cierre de esta edición, los resultados preliminares le dan el triunfo a Barack Obama. No fue una sorpresa porque las encuestas registraron correctamente lo que bullía en la sociedad estadounidense. Pero, como dijéramos el lunes pasado, constituye esa victoria una piedra miliar en la historia de su país, por las razones que ya comentamos. Es el verdadero punto final de la Guerra de Secesión. Ahora toca preguntarse qué puede significar la presidencia de Barack Obama para el mundo y ya no sólo para su país.
La asume en medio de la crisis financiera y los asomos de una recesión, ambas con efectos planetarios. Caminando sobre los pasos de Franklin Roosevelt, es muy probable que comprometerá a su gobierno en una acción decidida para desfacer los entuertos que décadas de neoconservatismo (que en economía, por extraña paradoja, se denomina neoliberalismo) provocaron en la economía y la sociedad, no sólo de los Estados Unidos sino del mundo. Sin los prejuicios ideológicos de su predecesor, que contra su voluntad, se ha visto obligado a aceptar una masiva intervención del Estado en el territorio del Mercado, Obama podrá actuar con mucha más agilidad sobre los mercados y, al mismo tiempo, con mucha conciencia de que salvar la economía pasa por impedir que sean los más pobres quienes paguen los platos rotos de la crisis. Ese ha sido su discurso electoral. Ahora viene la prueba práctica.
Fuera de su país, llega a la Casa Blanca coincidiendo con la bancarrota de la política exterior de Bush, quien hizo de la «guerra contra el terrorismo» una cruzada imperial que ha devastado a Irak y va rumbo al empantanamiento en Afganistán, empeorando todo cuanto ya era malo en materia de terrorismo, bloqueando el juego en el Medio Oriente y haciendo de Estados Unidos una suerte de «enemigo público» del resto del planeta. No son problemas fáciles de enfrentar y requerirán un temple de estadista, que pueda volar muy por encima de los prejuicios y la miopía de un Departamento de Estado conquistado por la ideología neoconservadora. Fue su discurso, ahora le toca actuar. Ha dicho que hablará con los «enemigos» de Estados Unidos. Su razonamiento es de sencillez demoledora: ¿Para que ha servido no hablar? (La prueba, por vía contraria, de las virtudes de la diplomacia la suministra el propio Bush. La única vez que «habló» con el enemigo tuvo éxito. Corea del Norte está desmontando su parafernalia atómica).
El asunto nos atañe porque involucra a nuestro gobierno. Vendrán episodios interesantes.
Ojalá que el presidente Barack Obama haga honor al candidato Barack Obama.