Obesidad, pobreza y hambre, por Marianella Herrera Cuenca
X: @mherreradef | @MV_NutConsult
La pobreza tradicionalmente se ha asociado a la desnutrición y la extrema delgadez. Eso lo hemos visto desde hace siglos a través de la historia de la humanidad. Pobreza, muchas veces implica dificultad para alimentarse, falta de agua y servicios básicos, deserción escolar, acceso inadecuado a la salud y en consecuencia y tradicionalmente se ha visto asociada a la desnutrición. Sin embargo, en el mundo moderno una nueva forma del estado nutricional se ha visto asociada a la pobreza: el sobrepeso y/o la obesidad.
El mundo y en particular los países de ingresos bajos y medios, no han terminado de erradicar la desnutrición. La lucha contra el hambre es una lucha que no termina, y que pareciera no tener fin, mas aun cuando muchos de sus determinantes van de la mano de conflictos armados, crisis económicas y políticas, desastres naturales y migración, marcando un camino que va más allá de la mera distribución de los alimentos para su erradicación. Estos determinantes en realidad son una puerta abierta a la inseguridad alimentaria, debido a la imposibilidad de las familias para acceder a alimentos saludables, suficientes y mantener una dieta diversa.
En este contexto surge una nueva manera de alimentarse: consumir alimentos baratos, ricos en calorías y pobres en nutrientes que al menos permiten calmar el hambre (la aguda, no la crónica) esa sensación desagradable que sentimos en el abdomen cuando pasamos varias horas sin comer.
La disponibilidad de alimentos y el tipo de alimentos disponibles en el mundo ha variado en las ultimas décadas, la agricultura intensificada, la aparición e instalación de las nuevas formas de comer a través de comidas convenientes prehechas que facilitan el consumo debido a la falta de tiempo para cocinar en casa y la posibilidad de extender la vida útil de los alimentos a través del procesamiento de los mismos constituyen un nuevo escenario para la alimentación de las personas.
Al existir una oferta mayor de algunos alimentos, entre ellos cereales y aceites, los precios bajaron en algún momento de la historia promoviendo el consumo de harinas y grasas a menor costo y que lograron aportar al menos las calorías necesarias para la sobrevivencia. Pero esto no es saludable, en el mediano y largo plazo, este fenómeno ha contribuido a la inminente epidemia de obesidad que vive el mundo donde ahora las personas que viven en pobreza deben enfrentar la dificultad para alimentarse ellas y sus familias recurriendo a los alimentos mas baratos, rendidores, ricos en calorías y pobres en nutrientes dando origen a la llamada hambre oculta que es una condición donde hay deficiencia de micronutrientes (vitaminas y minerales) sin que pueda identificarse fácilmente a simple vista esta situación.
Muchas personas obesas presentan anemia, por ejemplo, y es una condición que debe tratarse y corregirse. Pero para mayor complicación, en muchos países puede observarse la presencia de obesidad y desnutrición en las comunidades, incluso en la misma familia, por lo que el reto es aun mayor al ser necesario atender a la población desnutrida para que se recupere y a la población con sobrepeso y obesidad para que reciba el cuidado que necesita.
Este fenómeno se denomina la doble carga de la malnutrición. Y para complicar aún más las cosas, dados los recientes acontecimientos en el mundo en particular la guerra entre Rusia y Ucrania, la producción de cereales del mundo ha resultado afectada y en un escenario de relativa postpandemia (pues el COVID-19 no termina de irse por completo) esto ha resultado en un factor de alza de precios de los alimentos más económicos en los cuales una gran proporción de personas se apoya para alimentarse.
No es de extrañar entonces que estemos en presencia de una nueva modalidad de expresión de la pobreza: el sobrepeso y la obesidad en aquellos casos donde la alimentación es monótona, desequilibrada, pues no contiene alimentos de todos los grupos, y excesiva para los alimentos que aportan energía y pobre en los que aportan fibra, proteínas y vitaminas y minerales.
¿Al final, que puede esperarse del consumo de pasta y arroz sin otros componentes de la dieta? Las intervenciones que apuntan a la atención de este fenómeno requieren capacidades técnicas que sean eficientes en trabajar con uno y otro grupo, el complejo mundo en el que vivimos requiere con urgencia el manejo de soluciones integrales, que aborden los diferentes factores que influyen e impactan sobre los hechos, mirar solamente un factor no nos llevara a las soluciones de los problemas históricos de una manera sostenible. Repensar, reflexionar y actuar desde una perspectiva de poli-crisis y de abordaje multi y transdisciplinario y con cultura de paz, se ajustaría mejor al mundo que tenemos.
Marianella Herrera Cuenca es MD PhD en Nutrición. Integrante de la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición y del Observatorio Venezolano de la Salud.
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