Odiar a Machado, por Bernardino Herrera León
Twitter: @herreraleonber
Para que la Política exista y funcione deben cumplirse dos requisitos imprescindibles. El primero, es la ética. Un puñado de normas de autorregulación. Normas que no requieren constituciones, ni leyes, ni decretos, sino voluntad y compromiso individual para cumplirlas, como parte del sentido de la vida. Sin la nobleza de la ética no vale la pena vivir.
El segundo requisito es la racionalidad. Pensar sobre la base de los hechos, de las evidencias, en búsqueda del bien común. Es la sensatez alejada de dogmas, o mitos, o ideologías eternas. El único modo en que los humanos podemos entendernos a pesar de nuestras diferencias. Eso es la razón.
Ambos requisitos son necesarios porque la Política es el acto de los grupos humanos de acordar, pactar y negociar, entre sí, modos de evitar el conflicto destructivo, la guerra y la extinción.
La Política es la civilización misma. Es su forma de hacer posible la convivencia humana. Fuera de la Política sólo existe la barbarie, la esclavitud, la servidumbre, el exterminio.
Esta especie de introducción vale recordarla en estos tiempos en los que se confunde la Política con la política. La Política es acuerdo mutuo, cuya transgresión debería acarrear condena y castigo, como quien incumple un contrato. La Política y la barbarie son opuestas y excluyentes.
En cambio, la política es puro ejercicio del poder. Cualquier tipo de poder. Su regla es la arbitrariedad, que significa: “Si puedo y me permiten hacer lo que me dé la gana, entonces haré lo que me dé la gana”. La política es demagogia disfrazada de democracia. Dictadura que finge ser legal y legítima. Los pactos secretos que sacrifican el bien público. Los políticos que dicen una cosa y hacen la contraria. La política y la barbarie se la llevan muy bien.
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Esta introducción viene a cuenta de la sorpresa que causa el estallido de odio desatado contra María Corina Machado, dirigente del partido Vente Venezuela, luego de expresar públicamente su desacuerdo con Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela.
De inmediato se ha detonado una feroz campaña contra su persona, donde los argumentos de Machado son irrelevantes. Prácticamente, la acusan de ser la responsable del desastre del país. De saboteadora de la “unidad”, cada vez más reducida y traicionada, por cierto. Además se burlan socarronamente: ¿Cuántas divisiones tienes? Y la subestiman. Han sobrepasado la línea básica del respeto. Fomentan el odio puro y simple contra ella.
Ya estamos acostumbrados a la mediocridad de nuestra clase política venezolana, donde el mérito es prescindible. Muchos de los políticos excusan su ignorancia por la falta tiempo. La disciplina de estudiar y formarse no es su fuerte. El conocimiento no está de moda, la apariencia sí. Son políticos porque son parte de un grupo, una manada. No es Política, son “panas”. Amigos fieles, y a veces, ni tan fieles. Son listas para diputados, concejales y para funcionarios serviles. No es Política es una logia de complicidad.
A la ciudadanía democrática le cuesta mucho aprender la diferencia entre Política y la política. La democracia es imperfecta, es su naturaleza. Y como decía Manuel Caballero, siempre es mejor la peor democracia que la mejor de las dictaduras. Pero para mejorarla hay que aprender la crucial diferencia entre Política de la política y transferir ese aprendizaje tan esencial a las siguientes generaciones. La democracia no se hereda, se construye a diario.
No es propósito de este artículo defender a María Corina Machado. Ella se defiende sola y muy bien. El propósito de este artículo es recordarle a los políticos venezolanos lo extremadamente esencial del respeto como condición de la Política. O no pidamos tanto, de la política. Respeto entre políticos y entre políticos y los ciudadanos. Los insultos suelen devolverse como quien escupe hacia arriba.
Se equivocaron de diana. Machado no es causante de la tragedia nacional. No ha sido ella la presidente interina estos dieciocho meses. Tampoco ha estado a cargo de la conducción de la Asamblea Nacional estos casi cinco años. Machado es sólo la dirigente de un partido que no gobierna en ninguna parte. Que tiene apenas un diputado. Y que, además, sus enconados atacantes le conceden un insignificante 3% del electorado, que no justifica tan desproporcionada ola de ataques en su contra.
En cambio, bien valdría recomendar ese mismo encono contra quienes han girado 180 grados. Los saltadores de talanqueras, como los llama la sabiduría popular. Porque ellos sí le echan una mano a la permanencia de la cruel dictadura chavista que sufrimos todos.
Son quienes sí se merecen una fuerte campaña de crítica, que no de odio, que es distinto. La lista es fácil de observar. Están los que se siguen llamando chavistas, pero chavistas “críticos”, váyase a saber que es. Según éstos Chávez no fue diseñador de su propia logia criminal.
Luego están los cohabitacionistas, quienes argumentan la necesidad, o peor, un deber compartir la política con los genocidas que matan y roban sin rubor ni límite.
Después están los colaboracionistas, los que aplauden y dicen sí a todo lo que la dictadura proponga. Desde mesas de negociación, chantajes de liberación por goteo de inocentes secuestrados que llama presos políticos. Son los que no faltan en asistir a cada fraude electoral.
Y por último los traidores. Se dicen dirigentes de tarjetas electorales que llaman partidos políticos. O de diputados salidos de las filas de los partidos opositores.
Amigos de los amigos hasta que, en momento oportuno, traicionan sin más, con la excusa de ser garantes de negociaciones, o pidiendo cese de las sanciones contra un régimen corrupto que llaman “soberanía nacional”.
Ojalá la dureza con la que agreden, insultan y se burlan de Machado se traslade, aunque sea un poco, hacia quienes no tienen prurito alguno para aceptar humillantes migajas lastimosas que les obsequia el chavismo gobernante.
Esos sí que son los decepcionantes personajes que enlodan y destruyen la fe en la Democracia y en la Política.
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