Odisea del enano, por Ángel R. Lombardi Boscán
“Odio y detesto a ese animal que se llama hombre”.
Jonathan Swift
El desprecio de los tiranos por el pueblo es palpable. Saben los déspotas que basta la zanahoria junto al garrote, sobretodo, éste último para mantenerlo a raya y sumiso. La mansedumbre es la marca del “bravo pueblo”, una ficción alentada por himnos y símbolos nacionales para que las élites mantengan sus privilegios mal habidos: el crimen glorificado ata los nudos de una autoridad acatada sin protestas, y si éstas últimas las hay, pues se reprimen a sangre y fuego.
A su vez, la indiferencia del pueblo sobre sus mandamases es ya legendaria porque se saben rebaño obediente de las circunstancias miserables de la existencia, y porque el Jefe les mima como chula clientela, cuando puede o le interesa
El mito del pueblo y del héroe es tan falaz que Jorge Luis Borges (1899-1986), con delicada y portentosa inteligencia, lo alcanza a desmontar con elegante prosa en su cuento: “Tema del traidor y del héroe” (1944).
Jonathan Swift (1667-1745), nos ofrece, en “Los Viajes de Gulliver” (1726), como unos insignificantes enanos logran todos juntos anular al portentoso gigante. La metáfora no sólo es gráfica sino básicamente conceptual, filosófica. Así como en la vida, unos muchos tontos, anulan la virtud de unos pocos elegidos por sus talentos.
La democracia cuestionada, porque la dictadura de la mayoría, puede terminar siendo el gobierno de los más bobos e incapaces en nombre de un ideal populista y pendenciero, tal como nos ha sucedido, trágicamente, a los venezolanos durante la hegemonía chavista.
El verdadero “Élan vital” que mueve a la humanidad es el rencor de los ególatras. En el Eclesiastés, un sabio libro bíblico cuyas incongruencias son coherentes con lo que representa el misterio humano, no se anda por las ramas: todo es vanidad y no hay nada nuevo bajo el Sol. Quién vino a contracorriente a defenestrar esos supuestos egoístas y viles que se hacen presente en el barro de muy mala calidad que utilizó el Creador para constituir la simbiosis del cuerpo/alma fue Jesús de Nazaret y su prédica imposible de amor al prójimo.
El atrevimiento por cuestionar al hombre modelado por la insumisa Eva y el envidioso Caín le costó el suplicio y la muerte. Los Evangelios son el testimonio de la cruz, un símbolo de terror, que nos recuerda todo el tiempo que los corderos son siempre sacrificados por lobos.
Otro tanto ocurre con el elogio a la pobreza, otro derivado del enanismo antropológico. La Historia es una paridora de ejércitos de la noche: de gente que hace de la pobreza una existencia infeliz.
La Iglesia cristiana católica desarrolló un populismo doctrinal para hacer de la pobreza, la mayor parte de la feligresía, una poblada resignada cuya salvación, imposible en los espacios terrenales, se concretaría en el difuso más allá (“Dios responde: —Bien, hijo mío, entrarás en el cielo; mas no tendrás nunca la certeza de hallarte en él”): un lavado mental perfecto.
Los protestantes a partir del siglo XV decidieron romper con esa doctrina, triste y sombría, y empezaron a reivindicar valores como el ahorro, la laboriosidad y la producción de riquezas: Dios ayuda y acompaña al hombre sí éste se ayuda también así mismo. Y desde entonces no les ha ido nada mal. Lamentablemente la natalidad monstruosa siempre está un paso por delante de la economía más productiva.
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Finalmente, como sostiene, una vez más, Jorge Luis Borges: “Ni la riqueza, ni la dicha, ni el lujo, ni la vida mundana son barreras para entrar en el Cielo. Ser pobre no es una virtud, como tampoco lo es ser desventurado”
El triunfo de los enanos en la historia es obvio: la injusticia en el mundo reina junto a la banalidad e indiferencia ante el mal. La hegemonía chavista ha devenido en una agonía existencial para toda su población. Hoy Venezuela está en los escombros para satisfacción de una élite mediocre y resentida que se atrincheró en el poder.
Sí la venganza hacia los ricos hubiese significado la elevación de los pobres, el ideario incendiario de estos supuestos redentores sociales, merecería algún tipo de respeto
Hoy los pobres de Venezuela son mucho más pobres y miserables que antes del arribo de la actual horda destructiva. Y los ricos de antes y los nuevos ricos del chavismo acrecentaron sus fortunas, la inmensa mayoría desde la corrupción más obscena. La Historia siempre termina siendo predecible y aburrida.
El enanismo no es un asunto de tamaño o altura sino de déficit de grandeza de espíritu. Y en estos tiempos de una Venezuela en pleno cataclismo histórico el envilecimiento y la desgracia han sido esparcidos sin compasión.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ