ONU: La semana horrible de Nicolás Maduro, por Gregorio Salazar
Tiene que haber sido un doble. Seguro que fue eso. Ese individuo que puso el pie sobre la toalla descolorida que tendió a sus pies el ministrico Arreaza a su llegada a Nueva York para presentarse en la ONU no ha podido ser el propio y original Nicolás Maduro, el mandamás venezolano, el voraz engullidor de carne turca, el papá de Nicolasito.
De manera que el hombre tiene un doble con autonomía de vuelo para contradecirlo hasta en su más pura esencia, al punto de que es capaz de creer y predicar, a diferencia del original, en favor de la libertad, la paz, la justicia y la dignidad de los pueblos.
Pero cabe, no obstante, otra hipótesis más creíble: que el personaje haya llegado a tal estado de disociación que es capaz de desembucharse un discurso que nada tiene que ver con su pensamiento ideológicamente extraviado y con el resultado concreto de sus actuaciones, con una cerradura mental de doble vuelta que le impide reflexionar siquiera sobre la inmensa desgracia que ha volcado sobre sus conciudadanos. No se diga más. Ya sabemos con cuál de las dos hipótesis estamos los venezolanos.
A grandes rasgos el montaje propagandístico de Maduro ante la asamblea general de la ONU no difiere del que ha venido repitiendo, a granel y a detal, a través de los medios públicos de los que se ha adueñado abusiva e ilegalmente: la condición de héroes de todos ellos, heredada en línea directa de los aborígenes martirizados por los imperialistas españoles y de Simón Bolívar; la proeza de haber instaurado un nuevo modelo, independiente y soberano, de cuyos estropicios no asumen la responsabilidad ni de lejos; la preconizacion de las bondades de las herramientas de la democracia, como el diálogo y la negociación política, que allá ponderan pero que aquí anulan y satanizan y, sobre todo, su condición de antimperialistas, pero sólo en lo que respecta a los gringos, que de chinos y cubanos sí podemos vivir apersogados.
Arropado en esos y otros embelecos osó presentarse Maduro desde el podio de la ONU, teniendo como público a una veintena de sus acólitos de aquí y a una que otra delegación de países africanos con gobiernos tan dictatoriales como el que él jefatura para sojuzgar a su pueblo.
Al final, bajo capa tras capa de gamelote aparece la almendra de su mensaje, el objetivo supremo: la victimización, la evasión de toda responsabilidad en la descomunal crisis que pone en riesgo la vida de los venezolanos
Responsables son los otros. En palabras de Maduro, los que me sancionan, los terroristas que me quieren matar, los que planifican una invasión, quienes no me dejan comerciar en dólaresy la súper canalla mediática que me difama, me malpone a mí, un demócrata que tras elecciones libres fui electo con el 68% de los votos. Cómo no, Nicolás…
Son ellos, según Maduro, los que han logrado crear fantasiosamente las imágenes de una multitudinaria diáspora por falsas causas humanitarias, con la aviesa intención de prepararle el terreno a una intervención militar extranjera.
Aquí condena el rentismo y allá se jacta de la reservas en petróleo y oro. Fanfarronea de las grandes reservas de gas, mientras aquí las familias viven calamidades para conseguir una bombonita. Dice tener las puertas abiertas hasta para el FBI para que investiguen el episodio de los drones, pero obstinadamente se ha negado a recibir las comisiones de la OIT, de la OEA y de la ONU.
Pero no hay montaje ni retórica falsaria que valga. Por la asamblea general de la ONU desfilaron los gobernantes de la región dando cuenta de los inmensos problemas que genera el escape desesperado de los venezolanos hacia otras regiones del continente, por miles cada día, con enfermedades y desnutrición, sin ningún recurso para valerse a su llegada.
Y tras las denuncias de sus homólogos, la acción conjunta de seis países del continente para acusar a Maduro en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Sin reponerse de ese misil recibió la condena del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que aprueba investigar in situ la realidad que están confrontando los venezolanos en ese campo.
Todo en una sola semana es demasiado para que Maduro y su ensarte de fábulas y mentiras en la OEA pudiera siquiera atenuar la desastrosa imagen de su régimen.
Fue una semana horríbilis, de apocalipsis y terror para un régimen que vive justamente de la intimidación y el terror
Y vendrán, a no dudarlo, otras peores.