Operación para socavar el liderazgo de MCM y EGU, por Gonzalo González

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Está en progreso una operación política destinada a socavar el liderazgo de María Corina Machado y Edmundo González. En ella convergen el régimen, sectores que formaron parte de la alianza que postuló a EGU, opinantes varios y una suerte de francotiradores mediáticos que contribuyen al trabajo sucio del régimen.
Que el oficialismo este embarcado en ese esfuerzo es esperable y lógico por su condición no democrática y propensión a la mentira y la guerra sucia. Pero lo que más los motiva es que tanto EGU como MCM son las dos figuras más relevantes, representativas y con mayor apoyo político de la mayoría social que sufragó por el cambio el 28 de julio de 2024.
EGU es el Presidente electo y el hecho de que lo sea demuestra la ausencia de legitimidad y legalidad de la presidencia Maduro. MCM es la líder y constructora principal de todo el proceso que rescató en la sociedad la esperanza en el cambio político y la capacidad de representación de una oposición democrática venida a menos por sus errores y su incapacidad para construir una coalición unitaria sostenible y con vocación de poder.
Es conveniente recordar que ambos conservan con holgura su liderazgo y reconocimiento internacional.
Lo que carece de pertinencia política es que haya sectores políticos democráticos provenientes de la Plataforma Unitaria actuando con el mismo propósito.
No se trata de que no se pueda divergir con EGU y MCM ni tampoco expresarlo públicamente. Quien esto escribe ha disentido públicamente de posicionamientos de ambos en artículos y en las redes sociales.
Lo reprobable, entonces, no es disentir sino hacerlo desde la manipulación y la infamia sobre hechos y situaciones a propósito de lo ocurrido el 28 de julio del 2024.
A EGU, se le cuestiona – por mampuesto– cuando se hace causa común con el discurso oficialista que pretende pasar página en lo referente a la soberanía popular desconocida mediante fraude, cuando se silencia y oculta la existencia de un presidente electo, se le iguala con el caso Guaidó a pesar de que su acceso a la condición de presidente no fue igual ni en la forma ni en las circunstancias, tampoco en la legitimidad ni legalidad consecuentes.
A MCM y a EGU se les sindica de haber bloqueado – por su radicalismo y extremismo– cualquier negociación previa y posterior que posibilitara un reconocimiento de parte del oficialismo de una eventual derrota. Se pasa por alto que tanto EGU como MCM, en la campaña electoral, expresaron su disposición a negociar un acuerdo.
Renovando su compromiso con el acuerdo del último capítulo de Barbados que pactaba realizar un proceso electoral, su fecha, el reconocimiento del resultado y la necesidad de continuar negociando durante la campaña electoral condiciones justas e incluyentes para los actores políticos en liza cualquiera fuese el resultado de los comicios. Incluso el lapso de seis meses entre la elección y la toma de posesión del nuevo gobierno – impuesto por el oficialismo- se veía como una ventana de oportunidad para perfeccionar lo negociado y avanzar en una transición ganar-ganar.
Pero supongamos por un momento que el talante que algunos le atribuyen a MCM y a EGU fuese cierto las presiones desde el mundo democrático los hubiera obligado a ceder; aunque solo fuese para evadir la eventual responsabilidad histórica de haber abortado por intransigencia el cambio de gobierno. Ya MCM había demostrado su sagacidad y responsabilidad para con el país cuando decidió dar el paso al costado y aceptar la sustitución de su candidatura porque ha podido –en consecuencia, con el extremismo que se le atribuye– haber llamado a boicotear el proceso. EGU, un diplomático bregado y con experiencia, acostumbrado a la negociación y los acuerdos difícilmente hubiera saboteado una negociación que abriría las puertas al cambio. Con la motivación adicional de que el probable nuevo presidente iba a ser él.
Esa falaz acusación los lleva a la inopinada conclusión de homologar la responsabilidad del régimen con la de la oposición democrática en el aborto de la transición. Con lo cual le hacen un gran servicio a la dictadura porque blanquea y justifica el fraude; cuando ambas acciones carecen de justificación alguna por ilegítimas e ilegales y por sus nefastas consecuencias para el país.
Acusar injustamente a MCM de radical y extremista como se viene haciendo abona a la campaña de fusilamiento moral y político contra ella. La semana pasada fue acusada, por un alto funcionario, de ser terrorista y tener relaciones con narcotraficantes.
Lo real es que el régimen no respetó los acuerdos de Barbados más allá de la fecha de las elecciones y evadió sistemáticamente cualquier otro compromiso porque calculó – en un rapto de Hubris– que podía ganar las presidenciales.
Al final se impuso la vocación dictatorial. Su visión de que el poder, una vez alcanzado, es para siempre y de no estar por desprenderse de los poderes Ejecutivo y Legislativo nacional, que son los que en realidad cuentan en una gobernanza centralista como la que se ha terminado de imponer. Hay continuidad y coherencia con lo ocurrido en 2016 con la Asamblea Nacional electa en diciembre del 2015. Esto es lo que algunos desde el no chavismo no terminan o no quieren entender porque les es funcional a sus agendas particulares.
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El objetivo central de toda esta operación es sacar del juego a MCM y a EGU para instalar un supuesto liderazgo opositor conformado por algunos de quienes fueron derrotados en las primarias de octubre del 2023 y tampoco consiguieron audiencia nacional en los procesos electorales post fraude del año en curso.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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