Opiniones sobre el aborto, por Gisela Ortega
La mayoría de las iglesias e instituciones vinculadas a cultos religiosos han declarado su punto de vista frente al aborto en una forma clara. La más fuerte posición es la Organización Pro-Vida, cuyos líderes provienen principalmente de la católica.
Pro-Vida es la posición ética y política que afirma la defensa del derecho humano a la vida sean las cricunstancias, sostenidas por diversas asociaciones y corrientes del pensamiento. Desde las perspectivas de esas agrupaciones la vida comienza desde el momento de la concepción, de modo que el cigoto, el embrión y el feto se consideran como personas humanas.
Los movimientos Pro-Vida, -extendidos por todo el mundo-, surgen en los años 70 y 80 del siglo XX como reacción a los cambios sociales y legales que se producen en las sociedades occidentales, a partir de la década de los 60: la legalización de los métodos anticonceptivos, la despenalización del aborto, la creación de unidades de planificación familiar, la introducción de la educación sexual en los programas de los centros de enseñanza, etc.
Sin embargo dentro de las mismas asociaciones, hay quienes no están de acuerdo con la posición oficial de la Iglesia. Por ejemplo, dentro de la Iglesia Católica, hay grupos que en la actualidad defienden el aborto durante el primer trimestre y han hecho notar que en algún momento, la Iglesia aceptó la idea aristotélica de que el alma no entra al cuerpo hasta después de 40 – 80 días de la concepción. Santo Tomas de Aquino ratificó esta idea.
Con excepción de la católica, la mayoría de las iglesias que tienen la posición Pro-vida aceptan el aborto en casos excepcionales como cuando la vida de la madre está en riesgo de muerte. Judíos ortodoxos, protestantes evangélicos, luteranos y mormones creen que la vida comienza en el momento de la concepción y, por lo tanto, que el feto es digno de derechos y prote4cción. Para estos grupos, la meta es revertir o detener las leyes que legalizan el aborto.
Otras casas de Dios, como Unidad de Cristo, Metodista, Episcopal y Presbiteriana han adoptado abiertamente la posición pre-elección, que consideran que la definición del momento en que la vida humana se inicia es una cuestión que no está establecida. Por lo tanto, entienden que se debe permitir a la mujer ejercer su libertad personal y seguir sus creencias morales y religiosas. Consideran además que el bienestar de la mujer es una prioridad sobre el bienestar del niño y creen que la legalización del aborto asegura la salud de la mujer. Sostienen también que el aborto es una opción ante circunstancias especiales y no debe ser usado como un método ordinario de planificación familiar.
Como se advierte en las discusiones sobre la sexualidad hoy, existen dos facciones: Pro-vida, en contra del aborto y su legalización y Pro-elección, a favor de la reglamentación del aborto. Ambos grupos están bien organizados y convencidos de sus respectivas posiciones. En cada uno de ellos hay seguidores más o menos extremos. En Pro-Vida hay quienes no solo están en desacuerdo con el aborto sino con todo tipo de métodos anticonceptivos que no sea el natural o del ritmo.
En Pro-elección algunos consideran el aborto como una fórmula de planificación familiar. En el intermedio, hay acuerdo en que los métodos anticonceptivos modernos y la educación sexual son indispensables para disminuir el aborto, y que este puede ser aceptado en circunstancias extremas
Pro-elección considera que la mujer tiene total derecho a controlar su cuerpo y, por lo tanto, a decidir si continúa o termina un embarazo. Cree que la existencia humana es buena y debe preservarse, pero que la calidad de vida es más importante y, por tanto, el aborto, es en muchos casos “la menos mala de las decisiones”. Además estiman que, como no hay un consenso social ni claridad sobre el momento en que empieza la vida, el Estado no debe legislar en este terreno, sino que debe dejar la decisión a la mujer que es quien tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y lo que acontece dentro de él.
Tanto Pro-vida como Pro-elección están de acuerdo en el valor y la dignidad de la existencia humana, pero no están de acuerdo en cuándo se inicia la vida y en la relativa importancia que se da a la calidad y a la supervivencia por sí misma. La tendencia mundial claramente se está orientando hacia la legalización del aborto en casos tales como malformaciones del feto, peligro de muerte de la madre, violación o incesto.
Hay todavía mucha controversia con respecto a la legalización del aborto en otras circunstancias
José Barzelatto, -1926-2006- médico chileno, en su libro: “Perspectivas éticas para legislar sobre el aborto”, señala: “Los problemas colectivos que tocan la conciencia de cada individuo se vuelven sumamente difíciles de solucionar, especialmente cuando existen distintas posturas al respecto y se busca establecer un marco legislativo que satisfaga a la mayoría de los ciudadanos. No es fácil solucionar conflictos éticos, es establecer prioridades entre ellos, pero si existe un consenso con respecto a las necesidades de aceptar excepciones bien justificadas a la hora de aplicar estos principios”.
“Es por ello que para analizar éticamente el problema del aborto inducido, -advierte- además de los principios morales aplicados al campo de la salud, el legislador también debe tomar en cuenta los preceptos que orientan la formación del derecho positivo y que forman parte de la filosofía del derecho. Mediante un análisis objetivo, y estimando las consecuencias prácticas de las alternativas legales que se presentan, se puede llegar a conclusiones éticamente válidas.”
“Por otra parte, -afirma- la idea de justicia se centra en la distribución equitativa de cargas y beneficios, sin distinción de género, raza, edad o nivel socioeconómico. Es decir, todas las personas dentro de una sociedad determinada merecen igual acceso a bienes y servicios que cubran sus necesidades humanas básicas. Del mismo modo el concepto de equidad jurídica implica no sólo la igualdad en los derechos fundamentales, sino también la ecuanimidad ante la ley”.
Todos los seres tienen el derecho a la libertad de determinación y acción mientras no interfieran con los derechos de las demás personas. La libertad se manifiesta en la decisión sobre el destino propio, es decir, la autonomía personal.