Oponerse por Fernando Rodríguez
Dos derrotas electorales, una alta abstención en la última de ellas, lo que evidencia un estado depresivo considerable y, luego, el embate de una descomunal operación de glorificación del Presidente enfermo, un paquete contundente de terrorismo constitucional y el asomo de rabiosas medidas represivas, ciertamente parecen haber puesto en minusvalía nuestro movimiento opositor. Y sin embargo nosotros nos atrevemos a decir que esa situación, a muy corto plazo, tiende a revertirse y que se podrían alcanzar metas realmente inesperadas.
Siempre se debe recordar que desde hace suficiente tiempo como para hablar de tendencias muy estables, buen año, mal año, felices o infelices justas electorales, el país está dividido en dos mitades. Y agreguemos que la mitad opositora representa los sectores nacionales más modernos y dinámicos, las grandes ciudades. Eso nos da un piso, más allá de sus modificaciones comiciales, capaz de grandes avances cuando el viento sea favorable. Y no sería de extrañar que éste apareciese, suele suceder, cuando no lo esperamos a la luz de las apariencias más inmediatas.
No solo la oposición sino también los chavistas han creído que un régimen tan aberrantemente unipersonal como el chavismo no sobreviviría sin su Jefe, en todo caso se deterioraría sustancialmente en manos de un liderazgo sumiso, mediocre y siempre opacado por el líder hiperbólico. Sin duda esto no es una verdad incuestionable pero es extremadamente verosímil.
Ese momento parece haber llegado. Y la mejor muestra es esa suerte de enloquecida andanada de gestos y ritos emocionales, de atropellos legales sin mesura, de amenazas y actos represivos, de locura colectiva, de cobijarse bajo las guayaberas de los entrenados tutores cubanos, abandonados por el Padre. Es miedo al desamparo más que otra cosa y, además, las intensidades y defensas ante éste tienden a aminorarse con el tiempo como en toda dolencia humana.
Por otra parte nadie duda que ya estamos en las tenazas de una profunda crisis económica, y por ende social, donde los menguantes dólares petroleros ya no pueden sostener la delirante política populista, la regaladera de Giordani, y medidas muy duras parecen inevitables para no caer en el hueco sin fondo del caos económico. No pareciera que hay suficiente buen sentido y vocación de diálogo de un gobierno inmovilizado y precario institucionalmente para no tener que pagar a un alto precio la irracionalidad económica de tres lustros. Ya veremos qué queda del santo cuando escasee la limosna.
Pero frente a estas debilidades del adversario hay que contabilizar, y sobre todo multiplicar, los reales haberes del sector democrático, en especial su unidad que tantos avatares ha resistido. Multiplicarla quiere decir, por lo pronto, no cesar en las denuncias, nacionales e internacionales, de la constitucionalidad violada y de la torpeza e ineficiencia de los herederos. Pero también una reforma en serio de la MUD y de los partidos para capitalizar el seguro descontento popular, lo cual implica un nuevo equilibrio entre ésta y aquéllos para enfrentar el inminente y dramático escenario. Igualmente poner en la mira los nuevos eventuales procesos electorales, municipales, donde mediremos fuerzas de nuevo, y muy probablemente el decisorio de la ausencia absoluta presidencial.
Deja un comentario