Orco, por Marisa Iturriza
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Casualmente se asomó al balcón y por la entrecerrada puerta del garaje de enfrente vio que –descalza y vestida solo con pañal y franela– la nenita se escapaba de la casa caminando no con el garbo de su joven, buenamoza e “intensa” mamá nombrada «miss» algo, si no con el tambaleo normal de sus no mucho más de dieciséis meses de edad, arriesgándose a que la atropellara un auto o que cayera entre los tramos de la alcantarilla hacia donde se dirigía y (por decir lo menos grave) se lesionara. Por eso corrió a ayudar a Orco que infructuosamente trataba de evitarlo, así que entre ambos la regresaron a su casa, donde al tocar el timbre se oyó «Déjala ahí que ya bajo».
Los inquilinos «madre: el-padre-me-abandonó», los dos varones, «miss» con nena, empleada de servicio y Orco alquilaron esa casa mientras remodelaban la obtenida súbitamente en uno de esos «golpes de suerte» hábilmente aprovechados por quienes «se cuadraron bien» según el «como vaya viniendo vamos viendo» de «Por estas calles» y despreocupadamente solían comenzar el viernes en la tarde los sonoros fines de semana para terminar la madrugada del lunes, en un vecindario de gente trabajadora que iba temprano a laborar en empresas no confiscadas y no se había desatado la emigración masiva.
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En esa familia se destacaba Orco por la distinción e innata elegancia tanto de su apuesta figura como de la respetuosa, correcta y digna sencillez de su comportamiento. Y como para demostrar que «Lo que se hereda no se hurta» se decía que tales atributos se debían a que descendía de una raza de antiguas aristocracias de Afganistán, su país de origen, lo cual no le ahorraba maltratos domésticos según algunos comentarios olvidados tras la mudanza del grupo a la nueva residencia.
Pasó el tiempo con la carga de las diversas circunstancias e incertidumbres que la ciudadanía «capea» a diario. Y he aquí que una mañana que fue a comprar pan encontró en la panadería al próspero hermano menor de los antiguos vecinos. Tras el saludo de rigor, qué tal la familia, etc. ¿Y tu hermana? Ella murió ¡No puede ser! La mató el marido. Pensaba era preguntar por Orco, pero primero las damas a pesar de los Femicidios en ascenso. La sorpresa por la inesperada respuesta le impidió preguntar por el único afgano que conocía en el país, ese noble y magnífico perro Gran Levrel Afgano llamado Orco.
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