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¡Oro, oro!, por Carlos M. Montenegro



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Carlos M. Montenegro | julio 28, 2019

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Desde siempre todas las culturas coincidieron en conceder al oro el máximo valor. Con él comerciaron, acuñaron monedas fabricaron utensilios y recipientes, lo usaron para adornarse y destacar socialmente y se financiaron las guerras. Al principio el oro procedía principalmente de África y en él se moldearon las primitivas monedas que llevaban el valor impreso según el peso y la calidad del metal, convirtiéndose así en estándar de valor hasta el final de la Edad Media.

Tras el descubrimiento del Nuevo Mundo durante los siglos XVI y XVII El oro de América comenzó a llegar a Europa en grandes proporciones, estableciéndose como patrón oro; hasta que a finales del siglo XVII se tropezó, en Inglaterra y Escocia, con una incipiente Ilustración que estaba comenzando a cambiar las cosas, especialmente en el terreno de las finanzas y el comercio.

El intercambio de bienes se ha practicado en las sociedades primitivas desde hace miles de años. Ante la ausencia de productos que estableciesen un valor fijo de las cosas se produjeron las primeras formas de trueque: los pueblos intercambiaban lo que les sobraban para que todos pudieran beneficiarse. Con el paso del Tiempo comenzaron a permutar bienes de consumo con otros productos como piedras, cuentas o huesos, considerados como las primeras formas del dinero.

En el siglo VIII a.C., hace 29 siglos, fue cuando se inventaron las primeras monedas que fueron creadas por Creso el último rey de Lidia, actual Turquía. Estaban fabricadas a partir de una aleación de oro y plata, y acuñadas a martillo con su peso y la marca de la autoridad emisora.

Lea también: Una idea mayor, por Julio Túpac Cabello

Antes, en el siglo XI en China ya se había usado un sistema monetario que financió la expansión de las dinastías Yuan y Ming, eran monedas con formas de lingotes y delfines entre otras formas. Por el contrario, en Grecia sí tenían formas circulares, similares a las que se usan en la actualidad. Los materiales más utilizados eran el oro, la plata y el bronce y, en función del peso y el metal, variaba su valor. Los metales preciosos fueron dando paso, siglos más tarde, a otras aleaciones mucho más baratas y fáciles de conseguir.

Uno de los problemas de los metales como moneda es su peso, por lo que un buen día a alguien se le ocurrió fabricar papeles que contenían promesas firmadas de entregar a su portador la cantidad en oro que en ellos se indicaba

Y así llegaron los billetes o papel moneda inaugurando un procedimiento financiero basado sobre todo en la mutua confianza entre las partes denominado dinero fiduciario o dinero inorgánico.

Los primeros billetes surgieron en Suecia, en el siglo XVII. Esta nueva forma de dinero estaba basada en la confianza, ya que un número marcaba su valor impreso en un simple trozo de papel. Durante muchos años este sistema conviviría con el patrón oro.

El patrón oro era el sistema monetario por el cual los billetes podían ser cambiados por oro y el oro por billetes, a una tasa de cambio fija. El sistema desapareció entre el final de la I Guerra Mundial y la Gran Depresión, sustituyéndose por un sistema puramente fiduciario, que depende del crédito y entre las partes; actualmente el modelo monetario predominante en el mundo, es el US dólar, el Euro u otras monedas de reserva como el Franco Suizo o la Libra Esterlina.

Pero, aparte del pacto histórico para usar el oro como medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor en el comercio y las finanzas, ¿que tiene el oro de fascinante y para qué sirve y cuál es en realidad, su utilidad práctica?

En la Antigüedad, 6.000 años a.C., de los siete metales conocidos: oro, plata, cobre, plomo, hierro estaño y mercurio, ya desde entonces el oro ha sido considerado como metal precioso por antonomasia y, junto con el cobre, fue el primer metal en ser trabajado en objetos y adornos.

En esa apreciación no solo influyó el valor material atribuido por su belleza o por ser también el más raro, sino que además intervino el hecho de poderse extraer de la tierra, casi listo para la elaboración, como si fuera un regalo de la naturaleza, sin tener que utilizar complicados procesos químicos ni metalúrgicos. En gran parte se encuentra cerca de la superficie integrado en rocas con arena fácil de procesar y generalmente con simples lavados, cribas y fuego es separado de los otros componentes quedando listo para trabajarlo.

Ya en la edad del cobre las incipientes élites descubrieron que poseer objetos de oro y exhibirlo en joyas producía la impresión de prestigio y poder; fue un indicador material que daría inicio a cambios que crearon jerarquización y desigualdad social

El oro ya no fue reconocido como simple objeto de adorno, sino que pasó a ser símbolo de autoridad y riqueza, de tal manera que quienes trabajaron el metal, los orfebres, adquirieron un importante estatus como artistas en sus respectivas sociedades.

La historia de la orfebrería es la propia historia del hombre, surgió de forma espontánea en todas las civilizaciones, con técnicas muy semejantes por la propia naturaleza de la materia en la cual, por sus obras, no solo es posible apreciar el valor estético de los objetos, sino también reconocer en ellos a un pueblo, su cultura, sus normas, sus creencias y su sociedad.

Egipto, desde la prehistoria conoció y dispuso de abundantes depósitos de oro, que exportaba a través del Golfo Pérsico a Mesopotamia. El oro que trabajaban los egipcios y los cartagineses más tarde, procedía de yacimientos en Etiopía entre el Nilo y el mar Rojo. También se servían de las arenas auríferas en Arabia, y minas en La India, y hasta en Siberia. Los egipcios fueron tal vez los que utilizaron más y mejor el oro como materia ornamental y emblema de potestad hasta en sus tumbas.

El oro ha proporcionado felicidad, lujo, éxito, placer, confort, desarrollo científico, tecnológico y bienestar. Pero también codicia, envidia, esclavitud, vicio, delincuencia, dolor y muchos muertos en espantosas guerras para obtener poder, o apropiarse del oro ajeno

Si no, pregunten en Venezuela.

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