Ortega, el violador; por Teodoro Petkoff
En la reciente toma de posesión de Fernando Lugo, presidente de Paraguay, ocurrió un hecho cuya importancia no puede ser minimizada. Al contrario, su alcance es universal. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, no pudo asistir al acto porque las organizaciones feministas paraguayas, encabezadas por la ministra de la Mujer del gobierno que recién asumía, Gloria Rubín, rechazaron su presencia. Rubín emplazó incluso a su Presidente a que escogiera entre ella y Ortega, porque si éste se presentaba ella dejaba el Gobierno. El Presidente nica, finalmente, no asistió. Es ya la segunda vez que a Ortega le ocurre un percance semejante porque su presencia en Chile también fue repudiada hace poco por organizaciones feministas de aquel país.
¿Cuál es la causa de esta movilización, ya continental, contra Daniel Ortega? Su hijastra lo denunció en 1998, ante los tribunales de su país, de haberla violado y literalmente esclavizado sexualmente durante casi dos décadas. La denuncia fue desestimada por el juez, tres años después, alegando «prescripción» del delito. Los delitos contra derechos humanos no prescriben y el dictamen judicial se explica por sí solo en un país que se reparten Ortega y Arnoldo Alemán, ex presidente preso por corrupción, cómplice del «sandinista». La violación es un delito contra derechos humanos.
La actitud de la ministra paraguaya y de las organizaciones femeninas de aquel país ha establecido un precedente formidable en la lucha por la igualdad de género y contra la violencia hacia la mujer. Así como los criminales de guerra ya no pueden escapar a la justicia internacional, ahora también la sanción moral internacional puede perseguir a quienes, validos de sus posiciones de poder, llevan la violencia y el abuso sexual incluso al seno de sus hogares. Es el lado bueno de la globalización. Daniel Ortega pudo burlar la sanción judicial en Nicaragua porque entre él y Alemán ponen y quitan los jueces, pero de ahora en adelante le será muy difícil desplazarse por el planeta sin que lo acompañe el repudio del feminismo mundial. Las paraguayas y su ministra han tocado a rebato las campanas, llamando a zafarrancho de combate a todas las mujeres del mundo. Y no sólo a las mujeres. Este asunto atañe por igual a los hombres, quienes tienen que ser la otra mitad de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. El gobierno de Fernando Lugo comienza con buen pie al hacer suya la protesta de Gloria Rubín. Si bien no hubo declaración oficial sobre la presencia de Ortega, el hecho de que Lugo hubiera escogido a su ministra hizo entender a Ortega que su presencia no era bienvenida. Para colmo de sus males, su antiguo ministro de Cultura, el también sacerdote Ernesto Cardenal, quien sí estuvo en Paraguay, lo acusó de «ladrón». Chacumbele debería reservar el derecho de admisión en el club ALBA.