¿Otra dictadura? ¡Jamás!, por Teodoro Petkoff
Hace medio siglo, en un día como ayer, la sublevación del pueblo venezolano, representado por el caraqueño, se quitó de encima la dictadura militar de Pérez Jiménez. Para producir ese resultado confluyeron tres factores principales. Uno, la concertación unitaria de las fuerzas políticas de entonces, que crearon la Junta Patriótica como órgano de dirección del esfuerzo conjunto; dos, la sublevación del pueblo caraqueño, que arrancó con la huelga general el día 21; tres, la intervención final de las Fuerzas Armadas (ya fracturadas internamente, como lo evidenciara el alzamiento del 1º de enero), que ante la bancarrota política de la dictadura, le sacó la banqueta al general que había gobernado en nombre de ellas y lo hizo poner pies en polvorosa.
De ese día, y de los acontecimientos que llevaron a él, queda una lección histórica: la nación venezolana no está dispuesta a tolerar una confiscación indefinida de sus libertades por parte de una dictadura.
La gente se alzó por una cosa aparentemente tan abstracta como la libertad y la democracia. Es
relevante recordar que el levantamiento popular comenzó a cuajar cuando el dictador pretendió, mediante el artificio de un plebiscito, darle continuidad a su mandato más allá del plazo que la
Constitución establecía. A Pérez Jiménez, irónicamente, lo ahorcó su propia Constitución. No fueron, pues, razones estrictamente materiales –aunque hayan pesado en la conformación
del clima que hizo posible la insurrección– sino las atinentes a un reclamo democrático: el derecho a elegir; elegir en el sentido más amplio y no sólo en el político, severamente lesionado por una dictadura que hacía de la voluntad del general-dictador la ley.
Es esto lo que establece un lazo entre el 23E y el 2D. Este último día, hace menos de dos meses, la nación le dio un “tatequieto”, esta vez pacífico y electoral, a la pretensión de eternizar un régimen político mediante una reforma constitucional que atentaba no sólo contra el derecho a elegir sino que, además, transformaría en normativa constitucional un proyecto que daba al Estado un poder invasivo de la vida privada de los ciudadanos que sólo puede ser calificado de totalitario. También en esta ocasión los venezolanos salieron a defender los valores sustantivos de la democracia.
El 2D, como cincuenta años atrás, la gente se movilizó nuevamente tras la bandera de la libertad.
Los aspirantes a mandones vitalicios nunca deben olvidar las palabras de aquel Alonso Quijano, conocido como Don Quijote: “Por la libertad, Sancho, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. El pueblo venezolano cree en esto.