¿Otra vez el falso dilema de votar o no votar?, por Beltrán Vallejo
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Ya principió el 2021 y parece que lo hace con el mismo simple antagonismo que se planteó a finales del 2020: votar o no votar.
Por los momentos, ese dilema ha tenido algo de insincero y algo de deformación. La ruta electoral, como proceso democrático liberal, quedó en trance y tiene tiempo en trance. A los actores políticos que se plantean como opositores al régimen de Nicolás Maduro hay que saber distinguirlos y diferenciarlos en torno a esta contradicción entre votar o no votar, porque están ahí los entregados a la legitimación del régimen, los politiqueros de oficio, los radicales del abstencionismo, los demócratas —pero de salón—, los demócratas apantuflados, los oportunistas, los insinceros, los ególatras, los negociantes; y están, sobre manera, los desinteresados por el tema, lo que es jodío para el rescate de la democracia. En fin, en los que se dicen distintos al régimen no hay unidad de criterio ni de propósitos sobre el tema electoral.
El que sí está claro y unificado en torno a votar o no votar es el régimen, pues está precisado en el hecho de que, como no son demócratas, por supuesto que siempre irán a procesos que no son elecciones sino bagazos de elecciones. Irán siempre a escenarios de ilegalidad, de inconstitucionalidad y de inmoralidad. Pues bien, eso es lo que hay ahorita como “oferta electoral” que, por cierto, es lo que siempre han ofrecido regímenes como el de Pinochet o es lo que ofrece actualmente regímenes como el de Putin en Rusia o el de Daniel Ortega en Nicaragua.
Hermanos míos, refiriéndome a mis lectores demócratas: la verdadera angustia, preocupación, el verdadero interés nuestro para este año 2021 es el de concebir la estrategia y la táctica más adecuada para resistir la tiranía y, en correspondencia con eso, se debe establecer cómo salir de ella. Eso va más allá de que si me presentó o no este año en algún tipo de elección.
Creo que se ha cometido un error histórico y es el de subestimar a este régimen. Cuando hablo de subestimar es que no se esperaba tanta falta de escrúpulos, tanto maquiavelismo, de saltarse todo, de no importarle nada, de estar dispuesto a todo para mantenerse en el poder. Hay que ser sincero: el mundo democrático opositor venezolano ha sido débil para enfrentar esa mole de malas artes en todo.
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En ese sentido, para confrontar a ese monstruo se hace lógico que el otro principal dilema que tenemos que resolver este año es el mismo del año pasado —y el mismo del año antes pasado—, me refiero al dilema de la unidad nacional para derrotar al régimen.
El país democrático ha sucumbido por la falta de unidad, tanto en la estrategia como en la ruta. No estoy hablando exclusivamente de una unidad de siglas, de cúpulas, de personajes, de caudillos o de partidos que ahorita están devaluados, me refiero a la unidad nacional en mayúscula. Me refiero a la unidad política y social de todas las fuerzas democráticas, incluyendo a los movimientos sociales que sí están ahí, pero resistiendo a su manera y presos en sus particularismos también.
Es necesario atender estos dilemas para que en verdad las elecciones vuelvan a ser el centro de la salida democrática. Yo sí quiero que prontamente las urnas de votación y las prácticas políticas de verdad sean las fuentes más importantes de legitimación, revalorización y producción de democracia; no las maniobras ni los espejismos, no los inmediatismos ni las trampas.
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