Otra vez la comuna, por Beltrán Vallejo
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Ya el país vio esa película. Otra vez Maduro con la jaranda del poder comunal. Otra vez con el ditirambo de las comunas. Otra vez con la «transición hacia el socialismo». ¿Cuál socialismo? ¿Qué es el socialismo según Maduro? El país hacia donde se dirige es a una sociedad con ínfulas neototalitarias. No se trata de un país donde predominen las instituciones democráticas, la igualdad, la justicia, el derecho y la dignidad humana.
Otra reforma más. Otra modificación de esas leyes del poder popular y del Estado comunal. Otra vez con las comunas y ciudades comunales. Hasta ahora, todos esos procesos legislativos y demás dinámicas se han dirigido hacia la configuración, como apéndices del Estado, de esas formas organizativas y asociativas. Todo lo que sale de la boca de Maduro es control, control, control; control social, control político, control electoral, control existencial a través del Ministerio de las Comunas, mediante las Salas de Batalla Social, desde cualquier alcaldía y desde cualquier gobernación, desde cualquier local del PSUV, desde cualquier caudillito rojo que lleve en una carpeta sus UBCH, sus CLAP, sus comunas y sus consejos comunales.
Con Maduro nunca habrá construcción autonómica de comunas; nunca habrá poder de creación de alguna organización popular que sea propia y originaria de los ciudadanos. Para Maduro, la comuna es un espacio más de cooptación.
Ahora bien, no le será fácil.
Allá abajo, comuna adentro, consejo comunal adentro, allí donde se agita la gente en sus luchas, necesidades y visiones, hay un candelero de contradicciones. En el fondo, la gente está cansada de tanto controlismo, de tanto patronato, de tanto PSUV inmiscuyéndose en todo en el barrio. La gente quiere calidad de vida, quiere resolver sus problemas, quiere vivir con dignidad y también quiere libertad de pensamiento, libertad de asociación, libertad de opinión; quiere autonomía para organizarse en la comunidad y resolver sus problemas; y en medio de eso, sí, la gente quiere cambio, hasta en el mismo PSUV.
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Entonces, ¿cuál debe ser la respuesta de los sectores democráticos ante este reiterado interés de Maduro de no dejar que la gente de los barrios y de las urbanizaciones, la gente de los pueblos del interior, la gente del llano, de la playa y de la montaña, se organicen libremente y autónomamente para resolver sus problemas y para empaparse de cultura política democrática?
Pues no debe meter la cabeza en un hueco como el avestruz. Los sectores democráticos no deben shaquirizarse ante este repetido discurso de restructuración de un Estado comunal con la aspiración de profundizar sus aspectos más antidemocráticos y de clientelismo político con la mira hacia la elección presidencial del 2024 o cuando a Maduro le salga de algún lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.
Nosotros, los demócratas, tenemos que acompañar a los vecinos para que fortalezcan formas organizativas que, además de lo reivindicativo, que es importante, también se orienten hacia espacios de autogobierno ciudadano con talante democrático, participativo, con disposición creativa, con visión justa que integre lo social y lo político, y que se consoliden como diques de contención del autoritarismo y del neototalitarismo en cada sector poblado de Venezuela.
¿Que quizás Maduro vuelve a querer distraer al país con lo del poder comunal, que no es poder y que no es comunidad, sino partido político PSUV? Pues es posible. Pero lo que sí es seguro es que los demócratas deben trascender su visión OENEGISTA y filantrópica, y desarrollar más formas de construcción de capacidades organizativas, productivas y combativas en cada barrio, y considerando el contexto de desenvolvimiento en un país para nada democrático.
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