Otras cosas inútiles en Venezuela, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
La semana pasada nuestro artículo versó sobre las cosas que, si bien son extremadamente útiles en un país serio, en nuestra Venezuela revolucionaria y pachanguera son realmente inútiles.
En esa oportunidad nos referimos a lo inútil que en Venezuela son las tarjetas de crédito de los bancos nacionales, los seguros de Hospitalización Cirugía y Maternidad, los de Responsabilidad Civil, el derecho de propiedad, las pensiones, las garantías de artefactos, los semáforos y los puestos de estacionamiento para personas con alguna discapacidad.
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La reacción de algunos lectores fue inmediata. Recibí correos donde se agregaban inutilidades que no mencionamos en el artículo de marras. Expliqué que el imperio del espacio limitó nuestra lista y que estaba consciente de que podría ser ampliada. Así que prometí volver sobre el tema tomando en cuenta sus contribuciones. Algunas de ellas fueron las siguientes:
El correo de Ipostel. Este servicio, otrora eficiente, se ha convertido en un servicio chatarra, por lo inútil. Nadie se atreve a enviar por esa vía una caja de leche de larga duración, no solo por el temor a que nunca llegue, sino que, de llegar, podría hacerlo como yogur piche.
Los avisos que indican el límite de velocidad permitido. Mientras que, en un país serio, los conductores se cuidan de no transgredirlos, en Venezuela no son respetados ni por las autoridades que están llamadas a hacer que se respeten.
Los teléfonos “de mediecito o de tarjetas”. La verdad no se sabe si la Cantv no los ha desincorporado por formar parte de alguna política para hacer de las calles un gran museo de las comunicaciones en Venezuela, o porque simplemente se les ha olvidado que alguna vez los colocaron.
Las chequeras. Los muchachos nacidos en revolución no tienen la más peregrina idea sobre esta herramienta bancaria. En todas partes del mundo se usa el cheque para las transacciones comerciales. En Venezuela la única utilidad que se le ha encontrado es para hacer figuritas de origami.
Las monedas. Algo que en cualquier país facilita las transacciones al menudeo, en Venezuela se ha convertido en una de las más grandes inutilidades. Uno de cada dos venezolanos, guarda celosamente una pesadísima bolsa llena de bolívares, reales, medios y lochas en espacios donde es más un estorbo que un adorno. El argumento ante las amenazas de desalojo por parte de la mujer es siempre el mismo: “no me las vayas a botar, algún día valdrán una fortuna”.
Los asientos para las personas de la tercera edad. La única manera que se utilicen para quienes están destinados es que se les coloque unos “Miguelitos” bien punzantes que el chofer pueda activar cuando algún tarajallo o tarajalla pretenda ocuparlos.
La puntualidad. Ingleses, japoneses y alemanes deben buena parte de sus progresos a la puntualidad. En Venezuela tal virtud se convirtió en objeto de chalequeo y además poco útil. Si llegas a la hora pautada, siempre tendrás que esperar y nadie te pedirá perdón por hacerte perder el tiempo.
El currículo vitae para optar a un cargo en la administración pública. Los departamentos de Recursos Humanos de los ministerios e institutos públicos desde hace rato no pierden tiempo revisando los méritos del aspirante.
Las notas de recomendación colocadas en servilletas arrugadas han sustituido a los títulos y certificados. El siguiente mensaje basta para enchufar al aspirante: “Un saludo revolucionario, por favor hagan espacio en la nómina para el camarada portador de esta recomendación. ¡Patria o Muerte!, ¡Chávez Vive!”.
La lista sigue, pero por favor no insistan, no me referiré a ese personaje, recuerden la ley aquella.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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