Otras formas de violencia contra los niños, por Gisela Ortega
Hace mucho tiempo que se tiene noticias de la existencia de castigos crueles y humillantes, de la mutilación genital de las adolescentes, de la desatención, del abuso sexual, del homicidio y de otras formas de violencia contra los niños, pero hasta hace poco no se había puesto de manifiesto la gravedad y la urgencia de este problema mundial.
La violencia contra los niños se presenta bajo diversas formas y depende de una amplia gama de factores, desde las características personales de la víctima y el agresor hasta sus entornos culturales y físicos. Sin embargo, gran parte del terror ejercido contra los infantes permanece oculta por muchas razones
Una de ellas es el miedo, muchos niños tienen pánico de denunciar los episodios de maltrato que sufren. En numerosos casos los padres, que deberían protegerlos permanecen en silencio si el atropello la ejerce su cónyuge u otro miembro de la familia, un integrante de la sociedad más poderoso que ellos como –por ejemplo un jefe, un policía o un dirigente de la comunidad–
El temor está estrechamente relacionado al estigma que a menudo va unido a las denuncias de barbarie sobre todo en los lugares en que el “honor” de la familia se sitúa por encima de la seguridad y el bienestar de los niños. En particular, la violación y otras formas de violencia sexual pueden acarrear el ostracismo, o la muerte.
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La aceptación social de la violencia es también un factor importante: tanto los niños como los agresores pueden aceptar la violencia física, sexual y psicológica como algo inevitable y normal. La disciplina ejercida mediante castigos físicos y humillantes, intimidación y acoso sexual con frecuencia se percibe como algo normal, especialmente cuando no produce daños físicos “visibles” o duraderos.
La falta de una prohibición legal explícita del castigo corporal es muestra de ello. Según la Iniciativa Global para acabar con todo castigo corporal hacia niños y niñas, al menos 106 países no impiden el uso del castigo corporal en la escuela. 147 naciones no lo prohíben en los establecimientos alternativos de acogida y hasta ahora sólo 16 países lo han vedado en el hogar.
La violencia pasa inadvertida también porque no existen vías seguras o fiables para que los niños o los adultos la denuncien. En algunos lugares del mundo la gente no confía en la policía, los servicios sociales u otras autoridades; en otros, sobre todo en las zonas rurales, no hay funcionarios accesibles a las que se pueda acudir.
En los casos en que se recopilan antecedentes, no se recogen siempre de forma completa, coherente o transparente. Concretamente, se dispone de pocos datos sobre la violencia en instituciones de acogida y dependencias de detención, ya que aunque los incidentes estén documentados, la mayoría de las instituciones no está obligada a registrar y dar a conocer tal información, ni siquiera a los padres de los niños afectados.
Los datos recopilados indican que si bien en algunos casos los episodios de violencia son inesperados y aislados, la mayoría de los acto inhumanos que sufren los niños las realizan personas adultas que forman parte de sus vidas: padres, compañeros de clase, profesores, empleadores, novios o novias, conyugues o la segunda pareja de éstos.
La Organización Mundial de la Salud ha calculado, basándose en un número limitado de datos a nivel nacional, que alrededor de 53.000 niños murieron en todo el mundo como consecuencia de homicidios en el año 2002
En documentos elaborados por numerosos países de todas las regiones del orbe se señala que entre un 80% y un 98% de los niños sufren castigos corporales en el hogar y que un tercio o más de ellos reciben penas físicas muy graves aplicadas con utensilios. Basándose en datos de un amplio abanico de países en vías de desarrollo, la encuesta mundial de salud realizada en las escuelas señaló recientemente que entre el 20% y el 65% de niños en edad escolar dijo haber sufrido acoso físico o verbal durante los 30 días anteriores a la encuesta. El asedio entre compañeros es frecuente también en los países industrializados.
La Organización Mundial de la Salud calcula que 150 millones de chicas y 73 millones de chicos menores de 18 años tuvieron relaciones sexuales forzosas o sufrieron otras formas de violencia sexual con contacto físico en 2002.
De acuerdo con los cálculos de la OMS entre 100 y 140 millones de niñas han sufrido algún tipo de mutilación/corte genital. Los cómputos aproximados publicados por el UNICEF en 2005 indican que el África subsahariana, Egipto y el Sudán cada año 3 millones de muchachas y mujeres son sometidas a mutilaciones/cortes genitales.
Estadísticas del año 2004, de la Organización Internacional del Trabajo, señalan que 218 millones de niños realizaban ocupaciones peligrosas. Los registros en el año 2000 indican que 5.7 millones efectuaban trabajos forzosos o en condiciones de servidumbre. 1.8 millones laboraban en la prostitución y la pornografía y 1.2 millones eran víctimas de la trata de niños. Sin embargo, comparando estos números con los publicados en 2002, la incidencia de trabajo infantil ha disminuido en un 11% y la cifra de niños ocupados en trabajos inseguros se ha reducido en un 25%.
El grado de desarrollo económico, el nivel social, la edad, el sexo y el género son algunos de los muchos factores relacionados con el riesgo de la violencia. Los cálculos de la OMS indican que en el año 2002 la tasa de homicidios de chicos fue el doble en los países de bajos ingresos que en los de altos ingresos (2.58 frente a l.21 por cada 100.000 habitantes).