Otro autogol, por Teodoro Petkoff
«La prueba del pastel está en comérselo» reza un viejo dicho. La prueba de que el informe de Human Rights Watch anda en lo cierto, en materia de déficit democrático en nuestro país, la constituyó la expulsión intempestiva e ilegal de José Miguel Vivanco, quien presentó el mencionado informe. La orden para echarlo provino del propio Chávez Frías. No necesitaba decirlo. Era obvio. Ninguno de sus servidores y adulantes se atreve a mover una paja sin su autorización.
El episodio pone de bulto nuevamente el particular estado de ánimo que vive Chacumbele. Nervioso e irritable, reacciona furiosamente, embistiendo sin detenerse a pensar en las consecuencias. Un minuto de reflexión le habría bastado para percibir que la rueda de prensa de Vivanco no iba a ser noticia más de dos días. En fin de cuentas, no nos decía, a los venezolanos, nada que nosotros no sepamos y que vivimos desde hace años. Internacionalmente el rebote habría sido también de poco calado. Pero el atropello a Vivanco llegó muy lejos, tanto entre nosotros como en el extranjero. La retórica oficialista, entre otras justificaciones para la arbitrariedad cometida, se refirió a que se trataba de una «provocación del imperio». Si fuere cierto –que no lo es– entonces Chávez Frías cayó mansamente en ella y, si nos atuviéramos a su propio discurso, le hizo el juego al imperio.
Pero se comprende. Chávez Frías está nervioso. Lo del 23N lo tiene descentrado. Sabe que la mayor parte de sus candidatos, como dijera Diosdado, no tiene más del 3% de los votos y cree necesario echarse al lomo la campaña para cargar con sus bacalaos. Pero eso no lo deja pensar con sindéresis. Va de autogol en autogol. Este ha sido un annus horribilis para Chávez Frías.
Desde el 2D para acá su lenguaje, tanto el verbal como el corporal, ha cambiado. Ahora es el de un perdedor. Y se comporta como perdedor. La última demostración de ello fue expulsar a Vivanco.
Desde aquella vez, en medio del deslave en Vargas, cuando se iba comiendo viva a la mismísima Vanessa Davies (por cierto, qué cambiazo el de esta joven), porque denunció homicidios cometidos por gente de la Disip durante la tragedia, quedó claro que Chávez Frías no tolera observaciones sobre asuntos de Derechos Humanos. Y ahora menos, cuando es evidente que su propio régimen propicia violaciones a esos derechos.
Porque, en definitiva, es cierto que la Justicia en Venezuela está en manos de Miraflores; es cierto que el Parlamento es una vergonzosa caja de resonancia de Chávez Frías; es cierto que no existe separación de poderes ni funcionan mecanismos de control de ninguna naturaleza sobre los actos de Chávez Frías; es cierto que la inseguridad pública es la peor del continente; es cierto que las policías son ineficientes y corrompidas; es cierto que las cárceles son infernales. Es cierto, en fin, que el informe de Human Rights Watch es cierto y que pintó las cosas tal como los venezolanos sabemos que son.