Otro Vistazo por el Retrovisor, por Carlos M. Montenegro
En vista de los innumerables amigos que he conseguido gracias al Chapuzón de Nostalgia que publiqué hace unas semanas en este periódico tan joven, y tras la disquisición que me dio una querida amiga “biónica”, experta en esto de explicar lo inexplicable, valgan las redundancias, me dijo: “tocaste una tecla sensible Montenegro… por la nostalgia, por todo lo perdido, porque no es solamente por el tiempo transcurrido y la destrucción… también son las fechas, porque en Navidad también afloran un poco las emociones…” (Sic).
Así que he decidido hurgar en los apuntes que me sobraron de la otra vez y usarlos en este nuevo año, no sin antes mencionar que hasta al director de TalCual y otros lectores me enmendaron la plana por mis gazapos, como confundir los Torontos, de a locha, con las Chocometras que costaban una puya, y si eran 20 por bolívar.
Para todos y todas, infantiles e infantilas, adolescentes y adolescentas, adultos y adultas, jubilados y jubiladas, viejos y viejas, ancianitos y ancianitas (para que vean que uno también evoluciona y se pone al compás de los tiempos), que transitaron esos años y aún se acuerdan va dedicada esta otra croniquilla. Rememoremos un poco de todo aquello:
Debes recordar qué eran los “tinoquitos”. Seguro que te sabías y cantaste el himno de algún partido político. Tu familia no compró terrenos en Oripoto porque era muy lejos. Hiciste parrillas y picnics familiares en la carretera a la Colonia Tovar con golfeados comprados en El Junquito. Todo se filmaba en súper 8
Tu viejo se afeitaba con jabón, brocha y hojilla “gillette”, pero tu primera afeitada fue con la de cartucho; él se peinaba a lo Gardel con Brylcreem, pero tú lo usabas para fijar el copete.
Se imitaban las frases de los personajes de Joselo y cada diciembre esperábamos la gaita de las locas producida por Hugo Blanco y Melo, el gran virtuoso del cuatro hacía de loca.
También se usaba un calentador eléctrico de agua pegado a la ducha y daba terror (por si te electrocutabas); no faltaba alguna tía o vecina que no se afeitaba las axilas y conociste alguna pava que tampoco se depilaba las piernas.
Para abrir el apetito daban a los chamos (entonces se popularizó término) una cucharada de aceite de hígado de bacalao o levadura de cerveza, y se purgaban con aceite de Ricino.
De carajito cambiabas suplementos, tu bicicleta tenía timbre y le ponías un cartón o un plástico a los rayos para que sonara “y que” como una moto. Ni pensar en cambios de velocidades, ni en amortiguadores, pero se le podían poner cauchos de una o de dos bandas blancas. Fuiste a los cines al aire libre en algún pueblo del interior y viste películas españolas, por eso sabes quienes son Joselito, Pili y Mili, Marisol y las Trillizas de Oro.
En primaria no tenías educación física, sino gimnasia y recibiste clases de mineralogía. Siempre quisiste tener una casa arriba de un árbol, los uniformes de scout se compraban enfrente de lo que hoy es La Previsora (justo debajo de El Cazador); tenías cantimplora y morral verde militar. Las botas de expedición chéveres eran Frazzanni y en las excursiones se llevaba carne de almuerzo “Spam”.
Cuando se rompían, las pelotas de Spalding se forraban con “teipe” eléctrico; los balones de fútbol eran de cuero marrón con tripa interna y con ranura atada con trenza de zapatos (como el de la foto). Jugar baseball con cátcher, peto, careta y rodilleras era jugar “arriao”.
De teenager fuiste al bowling en el Pin 5; averiguaste que las chicas se morían de amor por James Dean, Alain Delon, Robert Redford, Marcello Mastroianni, Paul Newman y hasta Rock Hudson (antes de salir del closet). Y todos con aquella arrechera. Chicas y chicos no se besaban y abrazaban, se caían a lata. Y si ocurría el milagro, te cuidabas con Sultán el que llevabas en la cartera hacía tiempísimo.
Las chicas se bañaban con jabón Cadum, el del ¡shock! de Susana Jiménez. Si trabajaste en IBM seguramente fue verificando o perforando tarjetas, y estudiaste lenguaje Cobol y Fortran. ¿Nunca tuviste una novia taquígrafa? Comprabas tus zapatos en las tiendas Lucas o en Rex. Y para buscar trabajo usabas El Universal.
Para ti, Isa Dobles era la de Mi media naranja o la de Cuidar es querer. En la casa lavaban la ropa “delicada” con jabón Las Llaves. En Navidad a tu viejo le regalaban cestas de navidad que traían Ponche Crema de Heliodoro González P. y se lo bebían las mujeres mayores de la casa y sus amigas de visita con turrón y mojando galletas.
A veces no se podía ir o regresar de la Colonia Tovar por la espesa niebla. Si pinchabas, el gato de los carros era de los de cadena y gancho. Tenías casetes que por el lado A escribiste “lentas” y por el lado B “rápidas” y usabas un “Mongol” para embobinar la cinta si se enredaba.
En las fiestas se echaba talco en el piso para bailar y se ponían velas en botellas y las dejaban derretir. Un día pusieron “metras” en los picos de las botellas de licor para que no las rellenaran con licores de garrafa, con lo que ya no se podía sacar el “diablo” a las botellas vacías. Uri Géller doblaba cucharas y paraba los relojes desde la tele. Para tus ratones y acidez de estómago usabas sal de fruta ENO o Sal de uvas Picot.
A veces, las muchachas que limpiaban en la oficina querían ser recepcionistas, las recepcionistas mecanógrafas, las mecanógrafas taquimecanógrafas, y éstas querían ser secretarias, y luego secretarias bilingües, y las bilingües secretarias ejecutivas y las secretarías ejecutivas… pues amantes del jefe (aunque el jefe se solía empatar con las recepcionistas o las que limpiaban la oficina).
Se usaba tipex, pues no existía el “delete”; para uno, el multígrafo ya era una maravilla y ni se diga el esténcil electrónico. Usaste corbatas de dos centímetros de ancho y luego de 15 centímetros. En el medio te las pusiste tejidas y posiblemente con un flux tornasolado de pantalón campana.
*Lea también: Con calma, que estoy de prisa, por Alberto Lovera
Cuando al fin tuviste tu apartamento ¿a que sobornaste o jalaste mucha bola para que te pusieran el teléfono? Bajaste a Maiquetía para ver el Concorde que llegaba a Brasil en una hora, mientras que para llegar a Margarita pasabas 12 horas en el terminal de Puerto La Cruz. Te montaste en el metro para estrenarte y admirado recorriste la línea 1 de Este a Oeste ida y vuelta. Te volvías un culo tratando de saber cuánto pagar en los peajes con las fastidiosas tarjetas perforadas.
Se almorzaba viendo el show de Víctor Saume, luego el de Henry Altuve y el de Héctor Monteverde a las 3 p.m. en el 2, y en el show de Renny que encantaba a los niños cuando hacia Toddy con la licuadora, conociste a Sandro, Piero, Jairo, Eliana Pitman y el “gran” Nelson Ned. Tampoco pelábamos el Batazo de la Suerte: “¿Niño, niña, papá o mamá?”. Sabes quién fue Nadia Comanecci y Adrián Guacarán. Viste El Día Que Me Quieras de Cabrujas, el festival de la Voz de Oro, el de Onda Nueva y vía Satélite los de Viña del Mar y San Remo.
No te perdías las patinatas en Diciembre y se hacía el famoso trencito en Santa Cecilia o en Cumbres; patinaste en Los Ilustres y en Los Naranjos antes de que existiera la urbanización. Fuiste a fiestas con la Billo’s Caracas Boys, Porfi Jiménez o Los Melódicos, en el Club Los Cortijos, El Circulo militar o en el Club de Suboficiales.
Tiraste martillitos y prendiste saltapericos, y le echaste más de una vaina a alguien que te caía mal con polvos pica-pica y “peo líquido”. Patinaste sobre hielo en La Hoyada y seguro recuerdas el cabillazo a Luis Herrera en Parque Central.
Sabes quién es Palito Ortega, viste Amor en el Aire, diste serenatas y cantaste “Saco, chaleco y pantalón no hace a un hombre”. Cantaste Alfonsina y el mar, te sabías las de Víctor Jara y Alfredo Zitarrosa. Te acuerdas del asesinato de Sharon Tate por Charles Manson. Las señoras votaban por un final para la Señora de Cárdenas.
Ibas a la carretera del Junquito o a la de oriente a comprar “platinas” en las chiveras. Comprabas tapas de rines y esterillas en las autopistas. Es más, sabes qué es una esterilla y cuántos modelos diferentes había. Tenías discos vinyl grabados en monoaural y una grabadora de cintas (en carretes) Pusiste papel tapiz en tu casa o la pintaste con los rodillos que imitaban el papel tapiz.
Montaste alguna vez en Studebaker, Packard, De Soto, Bordward o DKW.
Sabes quién era Cañonero II y Gustavo Ávila y hasta Catire Bello y su jinete Douglas Valiente. Seguramente viviste o supiste en 1967 de la triple corona de Carl Yastrenski el de las Medias Rojas de Boston. Para ti Cecotto y Fitipaldi son sinónimos de velocidad.
Te mandaron a hacer trabajos sobre Cien Años de Soledad y Doña Bárbara. Se te paró el corazón con Christian Barnard. Un militar arrecho era Moshé Dayán, y los dictadores de entonces eran: Strossner, Papá Doc, Bánzer, Somoza, Castro, Idi Amín, Salazar… Recuerdas las hambrunas de Biafra y te manifestaste contra Nixon.
Los canales de televisión cerraban en las noches. Te pegaste a ver Kojak, Los Inmortales, Colombo, Los Invasores, Jim West, Mannix, Misión Imposible, Sandokán, Bonanza, Starky y Hutch, Kung Fu, Hawái 5.0, o La Ley del Revólver en Radio Caracas TV y en Televisa, luego Venevisión. También veías Ocho son suficientes, Perry Mason, El Santo, Viaje al fondo del mar, Los ángeles de Charlie, Perdidos en el espacio, El Investigador Submarino, el Túnel del Tiempo, Valle de Pasiones, Superagente 86, Mister Solo y el Dr. Kildare.
Cantaste y bailaste “Borriquito como tú”.
Si eras chica usaste hot pants, y si eras varón te los buceaste.
Sabes quién fue Kunta Kinte* porque viste la serie que contaba su historia. Fuiste a ver “El discreto encanto de la burguesía”, no entendiste un carajo pero saliste diciendo “¡qué profunda!
Y… se va la audición, que les vaya bien…
* Están invitados a ver en que paró aquello. Un famoso “descendiente”, Kendrick Lamar, interpreta “King Kunta” en un ritmo que no se parece nada al que se bailaba en la tribu Mandinga de Gambia, donde nació Kunta Kinte.