¿Pa’ dónde va esto?, por Teodoro Petkoff
En las encuestas aparece un dato que llama mucho la atención. Por un lado, porcentajes superiores al 80% rechazan el régimen comunista de Cuba e incluso porcentajes similares repudian la posibilidad de que una cosa semejante pudiera instalarse en nuestro país. Esto significa que no solamente los adversarios del gobierno de Atila manifiestan ese rechazo, sino que a una parte muy grande de los venezolanos que se identifican con aquel tampoco les gusta el modelo comunista-fidelista.
Sin embargo, el concepto «socialismo» es positivamente valorado en las encuestas. Los términos «socialismo» y «comunismo» son claramente diferenciados por los venezolanos. Una conclusión es que para quienes respaldan al gobierno, éste marcha hacia el socialismo pero no hacia el comunismo ni hacia el modelo cubano.
Obviamente, entre la mayoría de los opositores, la percepción es la contraria.
Ahora bien, ciertamente este país no es la Cuba fidelista. No es un sistema totalitario ni una dictadura cerrada como la cubana, pero en el discurso de Atila y en sus conductas existen abundantes elementos como para que, aun entre sus propios partidarios surja una pregunta: ¿hacia dónde va esto? Que es un régimen autoritario, autocrático y militarista está fuera de toda duda, porque esos elementos que lo caracterizan son objetivos.
Que la voluntad del Presidente es la ley, que la Asamblea Nacional, la Justicia, Fiscalía, Contraloría y Defensoría del Pueblo, le obedezcan ciegamente y que los militares ejerzan el poder directamente, son cosas que no necesitan demostración. Se ven claritas. Lo que ocurre es que entre sus partidarios, tales rasgos son positivamente apreciados. En cambio, esos mismos partidarios no ven con claridad o rechazan, incluso, que exista una propensión totalitaria propia del comunismo, es decir, que exista la intención de controlar política e ideológicamente a la sociedad misma, y no sólo a los poderes públicos, lo cual rechaza todo el mundo. Tampoco se acepta, mayoritariamente, que sea una dictadura.
Pero, la creciente tendencia a estatizar e intervenir empresas y a controlar ramas enteras de la economía (petróleo, siderurgia, hierro, bauxita, telecomunicaciones, aluminio, electricidad, cemento, importación y distribución de alimentos) y a liquidar el sindicalismo independiente, apuntan claramente a un estatismo rampante, que sirve como una palanca fundamental para someter la sociedad a los designios del gobierno. Si encima de eso se toma en cuenta que hoy 20% de la fuerza laboral está empleada en el Estado y el Gobierno, este cuenta con un poderoso elemento de control político sobre la sociedad. La centralización del Estado; la concentración en manos del Estado de la propiedad de la tierra expropiada; el incremento de la represión y un discurso de Atila que no cesa de alabar a Fidel y a su régimen, son todos rasgos que se van pareciendo cada vez más a los propios de las sociedades comunistas, esas que los venezolanos, precisa y abrumadoramente, no quieren. Es para pensarlo.