País en rojo, por Teodoro Petkoff
Una economía que no crece de manera sostenida en el tiempo y a una tasa al menos dos veces superior a la del crecimiento demográfico, no puede asimilar cabalmente la masa de población que cada año ingresa al mercado de trabajo. Esto origina un desbalance social que se caracteriza por niveles elevados de desempleo abierto y otros, aún mayores, de subempleo e informalidad laboral. El resultado es pobreza o, más exactamente, miseria. Desde luego que la pobreza no puede explicarse sólo a la luz de la precariedad del crecimiento económico. Muchos otros factores se combinan para producir la tragedia social, pero, en última instancia, las dificultades que confronta una sociedad para generar empleos ejercen una influencia decisiva en la expansión de la pobreza.
En Venezuela están llegando cada año a la edad de trabajar (14 años, según la metodología empleada por el Instituto Nacional de Estadística), unas 400 mil personas. Durante el quinquenio 1999-2003 entraron al mercado de trabajo 2.101.443 personas (Encuesta de Hogares del INE). De ese total, encontraron empleos formales apenas 315.262, un aterrador 15% . Pero, en honor a la verdad, no ha sido sólo en el lapso chavista de nuestra historia cuando ha tenido lugar este desastre. Entre 1978 y 2003 entraron al mercado de trabajo 7 millones 438.903 venezolanos y solamente 1 millón 732.592 fueron enganchados en la economía formal. Este periodo es el que coincide con la brutal caída de la inversión (que ayer comentamos) y el consecuencial descenso del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, de la actividad económica.
No está de más apuntar, sin embargo, que habría cabido esperar de la “revolución” el conjunto de políticas económicas que revirtieran la negativa tendencia de los años anteriores al acceso de Hugo Chávez al poder.
¿Dónde están esos compatriotas que no “pegaron” en ningún trabajo formal? En el 20% más pobre de la población (pobreza crítica), alrededor de 30% está desempleado y el 65% se desempeña en el ámbito del trabajo informal. En el 40% de población pobre (pero no calificada de “crítica”), alrededor de 15% está desempleado y 48% se mueve en el campo de la informalidad.
Estas cifras frías, que son del INE, nos hablan de un 60% de la población donde el empleo es escaso, se come poco y mal, los muchachos no van más allá de sexto grado, se habita en ranchos carentes de los más elementales servicios públicos y la delincuencia e inseguridad personal azotan implacablemente a la gente.
Es obvio que las soluciones para esta desoladora realidad no son rápidas ni fáciles y que su implementación estará acompañada por quién sabe cuánto tiempo por programas sociales que alivien un tanto la difícil vida de los pobres; pero o se va a la raíz de los problemas o el futuro hará aún peor la pesadilla de una pequeña parte de la población atrincherada tras sus casetas de vigilancia y sus policías privadas, rodeada de una inmensa masa de desesperados y hambrientos. En este particular, el mayor reproche que se puede hacer al chavismo es el haber dejado perder casi siete años, durante los cuales la pobreza se incrementó, también según números del INE. Reconforta saber, sin embargo, que el Presidente, como dice la prensa de hoy, está preocupado por la pobreza… en Estados Unidos.