Pajaritos preñados, por Teodoro Petkoff

Aunque es lógico que la OPEP intente, mediante sus mecanismos institucionales, volver a meter los precios dentro de la banda de 22-28 dólares por barril, el sentido común aconseja que nuestras autoridades gubernamentales, específicamente las económicas, asuman la perspectiva de corto plazo confiando menos en una no muy probable recuperación de los precios y mucho más en una percepción realista del ciclo económico mundial.
El descenso en los precios del petróleo responde básicamente a que la economía mundial está bajo los efectos de la recesión en los países desarrollados. Si esto es así -como, en efecto, todo indica que lo es-, en la OPEP no va a ser fácil aprobar una política de recortes. En primer lugar, porque sus integrantes están defendiendo hoy sus espacios comerciales. Más que en precios están pensando en proteger sus volúmenes de exportación. Por ello sus principales productores, Venezuela incluida, están incumpliendo los compromisos en materia de cuotas. Arabia Saudita, Irán y Venezuela están exportando hoy por encima de las cuotas respectivas. De hecho, se estima que la OPEP está colocada hoy millón y medio de barriles diarios por encima de la producción que le correspondería después del último recorte acordado. Nuevamente, la disciplina del cártel ha sido vulnerada. En el corto plazo, la situación económica mundial conspira contra un rápido retorno a ella. Hoy, no más, se anuncia que la producción industrial norteamericana entró en su duodécimo mes consecutivo de contracción, acentuada ésta después de los ataques terroristas. Esto es terrible para la demanda y los precios del crudo.
De allí que en lugar de estar creyendo en pajaritos preñados, los responsables gubernamentales de la economía tendrían que estar diseñando una respuesta más amplia a lo que pudiera ser una negativa coyuntura económica. De hecho, el gobierno de Hugo Chávez, que hasta ahora ha navegado en aguas tranquilas (oposición político-partidista de poca envergadura, altos ingresos fiscales), tal vez se vea confrontado en el 2002 con su primera gran dificultad económica y social. ¿Cómo se va a hacer frente a una abrupta reducción en los ingresos fiscales y a un crecimiento económico por debajo de la meta de 4% que estima el Gobierno en el proyecto de presupuesto? ¿Manteniendo el estilo de confrontación y de autoaislamiento que ha sido la nota dominante del ejercicio de gobierno hasta hoy? Como siempre los planes económicos son, en verdad, planes políticos. Su eficacia depende de su credibilidad y de su capacidad de sumar aliados y neutralizar adversarios. Esa es, más que todo, una cuestión política.
El dilema que tiene por delante el Gobierno es, sustancialmente, rectificación (política más que todo, y de políticas, lo que equivale a decir de equipos también) o crisis de gobernabilidad. La opción «radicalización» de la línea que ha privado hasta hoy conduce a una calle ciega