Palabras que confunden, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Desde 1810 se nos ha hablado de “independencia” y “libertad”. Después de larga lucha nos quitamos el yugo español, pero ¿logramos la libertad real? Muchos hombres después de batallar por la patria tuvieron que litigar por la libertad ante sus amos, quienes les habían prometido la abolición de su esclavitud para que fueran a la guerra. Grandes héroes de la Independencia se convirtieron en caudillos que establecieron una poderosa oligarquía que se hizo dueña de las tierras, por lo que la opresión hacia el pueblo no desapareció. A lo mucho cambió de caras.
En 1830, Venezuela se convirtió en república independiente y libre, pero solo de nombre. En la historia encontramos la Ley de Manumisión, que fue letra muerta, un disfraz. El esclavo seguía siendo esclavo. Tenía que trabajar y trabajar para pagar su libertad y la de los suyos.
Entonces, ¿de verdad se logró independencia y libertad? Aquellos venezolanos fueron engañados, tal como hoy cuando se repiten frases que no solucionan. A dos siglos de la Independencia no hemos comprendido que los términos independencia y libertad no significan lo mismo.
Se continuó oprimiendo al pueblo. Aquella famosa ley del 10 de abril “Espera y quita” que acorraló a los medianos productores hasta arruinarlos. Así surgieron los liberales bajo el lema “Más quiero una libertad peligrosa que una esclavitud tranquila”, de igual forma aquel pueblo descontento exclamaba: “Hombres nuevos, principios alternativos”.
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Si seguimos hilando la historia habría que preguntarse por qué hubo la Insurrección Campesina y la Guerra Larga. El pueblo siguió siendo vejado y maltratado bajo la frase “Tierra y hombres libres”. ¿Y fueron libres? Porque no se sabe quien mató al líder de dicho movimiento. Quizás fue alguien de sus propias filas.
Hoy son las mismas palabras de anzuelo: independencia y libertad. Hasta que no hagamos nuestros tales conceptos, seguiremos siendo dependientes y esclavos al mejor postor. ¿Por qué seguimos dependiendo de otros países?, ¿de cuál soberanía y libertad se habla?, si no hemos sido capaces de producir nuestros propios alimentos. Y hasta el menos afecto a esta temática sabe que el pueblo pasa hambre.
El oficialismo se harta de decir que van al “rescate” de la Asamblea Nacional. Con todos los poderes e instituciones en sus manos durante 20 años ¿qué van a rescatar?, ¿de quién? Son discursos que confunden. La oposición sumergida durante varios años en una “Operación Libertad”, con ruta supuestamente diseñada, pero cada fase ejecutada no llena las expectativas. En su discurso se hace hincapié en la ilegitimidad de los poderes, sembrando la frase “Vamos bien”, pero el pueblo continúa esperando resultados.
Ambas tendencias han mentido a un pueblo que ha depositado su confianza en esos líderes. Escuchándose en la calle “ya no creo en nadie, todos nos han engañado”. El único proyecto claro, en el oficialismo y en la oposición, es el poder. Luchan sin importarles quienes sufran o se lleven por delante. Prevalece la herencia española, no la Caribe de nuestros aborígenes.
Los discursos que hemos escuchado por dos siglos son los mismos. Están preñados de poder y fuerza, no buscan el desarrollo. Sus planteamientos son individualistas, vacíos, rebuscados y utópicos. Escuchamos al primer mandatario decir: “Somos un país soberano y libre”, ¿de verdad? “Somos un gobierno de paz” y al rato descalifica, en cadena, al adversario.
“Elegir” es hoy la palabra en el tapete, pero el común no domina el concepto. Durante años lo que hemos hecho es escoger entre personajes. Son candidatos no por sus cualidades profesionales, morales y ciudadanas, sino por ser incondicionales de algún líder medio, que pisa impunemente el legado que pregona. Deterioran las instituciones sin construir alternativas. Es hora de proponer la alfabetización de esos líderes que expresan muchas palabras cuyos significados desconocen.
Cuando comprendamos la etimología de las palabras que nos han sembrado, podremos consolidar una verdadera independencia y libertad. Si no seguiremos siendo tontos útiles de esas metas fantasmales, permanentemente inconclusas, a conveniencia de los pícaros de cada período histórico, quienes se viven y gozan nuestras riquezas.
Antes de 1810 ya se venía luchando por la independencia y la libertad. Doscientos diez años después el pueblo venezolano sigue anhelando la concreción de ambos conceptos.
Un país independiente y libre haría de la educación su altar.
Yo soy pueblo.
Rafael Sanabria es Profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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