Paquete y talanquera por Fernando Rodríguez
Con el perdón de quienes lo hayan leído, pero no me quiero reprimir en contar una anécdota del libro El pez en el agua, de Mario Vargas Llosa, que relata su aventura como candidato presidencial.
En la segunda vuelta de su combate contra Fujimori, sabiéndose irremediablemente perdido, recibió la siguiente proposición de algunos de sus asesores: comoquiera que la alta jerarquía de la Iglesia había decidido jugárselas abiertamente por el novelista, planificó una procesión del Cristo Morado (especie de Nazareno) por toda Lima para espantar los malos espíritus, es decir, Fujimori y su gente. Vargas había decidido, muy dignamente, no participar en el escabroso aquelarre.
La procesión podría terminar, según los expertos, cuando en la Plaza Mayor y mediante un mecanismo electrónico el Cristo iba a decir: «¡Vargas Llosa, Vargas Llosa!».
Centenares de personas se lanzarían a sus pies gritando milagro. Y la terrible situación electoral se revertiría. La respuesta del candidato fue una risotada y unos severos sarcasmos.
Tal puede ser la desesperación electoral que ya no distingue la astucia de la ridiculez, la audacia de la insensatez. Me da la impresión de que este es el caso de nuestra claque gobernante, que tanto debe y tanto teme, ante la cada vez más segura victoria de Capriles. Bueno, para buscar el milagro ansiado han inventado su Cristo salvador, el Paquete Oculto, con la salvedad de que no debe haber mucha de la lucidez del autor de La guerra del fin del mundo.
A mí me suena tan chimbo el asunto que me imagino que debe venir de Cuba y sus estrategas, donde, como se sabe, la vida política se arregla más bien a palos y no con las sutilezas de Maquiavelo.
El esquema de trabajo es simplote: como quiera que la gente ha devorado las propuestas del candidato y no hay manera de oponerle otras mejores, a no ser la triste historia de un largo fracaso y unas ya indigeribles retóricas patrioteras o familiares del caudillo, pura polilla y pura ladilla, pues ni modo, hay que decir simplemente que todo eso es embuste, coba, cuento.
No es posible que un miembro de la «ultraderecha» diga cosas tan pertinentes, esperanzadoras, cautivantes. Y como el pudín se prueba en el estómago, capaces de conmover multitudes como pocas veces se ha visto en estas tierras. Está disfrazado de izquierda, dice Chávez.
En consecuencia, detrás de tantas lúcidas razones del candidato y centenares de señores muy estudiados hay otro programa, el verdadero, un paquetazo que contiene barbaridades que nosotros desconocemos pero imaginamos que son del tenor de regalarle el estado Zulia a los gringos, cerrar las escuelas y los hospitales públicos y llenar el país de campos de concentración para los descontentos.
Para que esto resulte creíble, y acabe con el hechizo del Flaco, hay que encontrar algunos opositores que sirvan de aval a la cuestión, que hagan creer que conocen el monstruo y sus recónditos secretos. Al fin y al cabo es parte del juego electoral desmentir al contrincante.
Aquí entra la otra joya, la talanquera y atletas capaces de saltarla, espantados por el descubrimiento de la terrible carta oculta. Pero la verdad que lo que se ha encontrado para tan sucio y peligroso menester es de lo peorcito. Exgobernadores condenados por ladrones y reivindicados por ladrones, un partido que tiene las bolas de llamarse Piedra, un calumniador renombrado, un chivo desnucado… y seguramente aparecerá algún otro ávido de dólares o desesperado de tanto fracasar.
La verdad que el cuento del Nazareno suena más razonable.
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