Para el régimen, la hora cero ha llegado, por Pedro Luis Echeverría
Cuando la mayoría de los países, conducidos por el serio compromiso de sus Jefes de Estado, se preparan para afrontar las difíciles consecuencias de las vicisitudes de la economía mundial; los jerarcas y las instituciones del régimen venezolano se dedican irresponsablemente a referirse sobre aspectos utópicos e intrascendentes de la vida nacional que evaden la realidad de la situación actual y no reportan ningún beneficio a los ciudadanos ni a la salud económica del país.
La gran banalidad de las respuestas del gobierno sobre la crisis y como ésta afecta a Venezuela, generan gran preocupación y angustia puesto que no se están evaluando ni mucho menos poniendo en práctica las medidas urgentes, que la gravedad de la situación demanda que se adopten. “Estamos blindados; con el Petro crearemos un nuevo sistema financiero internacional; tenemos las reservas de petróleo más grandes del mundo; disponemos de enormes reservas monetarias, etc” son algunas de las altisonantes y nada convincentes aseveraciones que sistemáticamente hace el gobierno, mientras que la producción y el precio de nuestro principal producto de exportación continúan cayendo en barrena y el fantasma de la hiperinflación y la recesión conviven entre nosotros.
Con tan irresponsables muestras de incomprensión de la situación por la que atraviesa el país y la inacción que lo atenaza y paraliza, el régimen pareciera que, contradictoriamente con su ideología estatista y autoritaria, está esperando que sea “la mano invisible del mercado” la que establezca las medidas de contingencia que dotarán al país de las herramientas necesarias para enfrentar y morigerar las dificultades económicas que confrontamos.
El gobierno no quiere entender ni reconocer la vulnerabilidad que tiene la economía venezolana por la carencia de una política económica realista y su alta dependencia al inestable y complejo comportamiento de determinadas variables exógenas. La incertidumbre sobre nuestro futuro desenvolvimiento es la única señal certera que recibimos desde la cúpula gobernante.
El síndrome de Oslo, por Eduardo López Sandoval
Los desajustes que evidencia nuestra economía necesitan de decididas acciones correctivas y de una cabal evaluación de los efectos que ellas generan sobre los ciudadanos y sobre el entramado industrial, comercial y de servicios del país y entienda de una vez por todas, Señor Maduro, que no es su decadente liderazgo, ni son sus discursos vacíos de contenido, ni las encendidas arengas los instrumentos idóneos de los que nos podremos valer para resguardar los activos de la Nación seriamente amenazados. Es mucho lo que está en juego.
Los crecientes y cada vez más profundas sanciones a su régimen aplicadas por parte de la comunidad internacional, la dramática caída de nuestro sector externo y la consecuente merma de la principal fuente de recursos han incrementado de forma inmediata el desempleo, hiperinflación y desabastecimiento, déficit fiscal y la declinación irremisible de la inversión reproductiva.
Así, no es como se gobierna y por ello usted es rechazado por la mayoría de los ciudadanos del país y por gran parte de la comunidad internacional; convénzase, usted no puede seguir gobernando
Las bases ideológicas y la praxis cotidiana de la revolución bolivariana parecen ser un compendio de ciertas prácticas masoquistas, utilizadas por individuos con serios problemas de comportamiento perverso, basado en la búsqueda y disfrute de placer mediante el sufrimiento y el dolor tanto físico como psíquico. De otro modo no se explica que después de tantos años ejerciendo el poder autocrática, errada e ineficientemente, el “Cuentacuentos Nacional”, a pesar de su fracaso inconmensurable como gobernante, del gran fraude que han sido sus promesas de reivindicación a los desposeídos, del odio fratricida que ha propiciado en el país y que ha dividido a la familia venezolana y los engaños y mentiras en los que ha fundamentado su liderazgo; aún siga pensando en que puede mantenerse en el poder.
¿Es que acaso los cada vez más escasos seguidores del régimen, al igual que el resto de los venezolanos, no padecen, con la misma intensidad, las consecuencias de la inseguridad ciudadana y la impunidad de los maleantes; inflación acumulada que sobrepasa el millón de puntos porcentuales anuales; incremento del desempleo; racionamientos de energía y agua; desabastecimiento de los bienes esenciales para el consumo y para la salud; la destrucción del sistema productivo nacional; cubanización, control y manipulación de las instituciones del Estado y la indefensión del ciudadano común frente a los abusos gubernamentales; el despilfarro de los recursos provenientes del petróleo; el colapso de los servicios públicos de salud, educación e infraestructura; la persecución y acoso a la disidencia que lucha contra los exabruptos del gobierno; la mediocre y genuflexa actitud de la institucionalidad del Estado; la manipulación de la Fuerza Armada y; la amenaza a la propiedad privada y la libertad de expresión?
¿Es que acaso a los seguidores de Maduro les ha sido adormecida la conciencia y la capacidad crítica y no se percatan de la terrible realidad que significa que el país haya perdido 20 años de crecimiento y desarrollo por culpa de unos incompetentes facinerosos enquistados en el poder y que esos mismos individuos se opongan tenazmente permitir la afluencia de la ayuda humanitaria ofrecida por un importante número de países y organizaciones internacionales?
¿Qué esperanzas les puede ofrecer un gobierno fracasado, carente de escrúpulos, ideas y soluciones y sin voluntad política de diálogo y entendimiento?
¿Qué pueden esperar de un gobierno irresponsable y corrupto que ignorando los males que nos aquejan, trata de acallar el descontento existente pidiéndonos prepararnos para una guerra suicida contra Colombia?
Amigos maduristas, deben meditar con sensatez y sentido de patria sobre la Venezuela actual y su futuro. ¿Es éste el país que quieren para ustedes, sus hijos y sus allegados? ¿Es ésta la calidad de vida que les satisface y conforta? ¿Vale la pena permitir que se siga destruyendo el país por recibir a cambio, vacías promesas de prosperidad?
¿Son la violencia y el odio los caminos para la paz de los venezolanos? ¿Debemos apoyar un proyecto de megalomanía exacerbada que nos conduce a la miseria y el dolor? ¿No les duele y preocupa caer en el abismo? Ayúdennos a evitarlo ahora, para luego es muy tarde.