Para la reflexión, por Rafael A. Sanabria M.
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En las pasadas elecciones la oposición alcanzó algunas pocas metas a través de liderazgos natos en las comunidades, pero la presencia de los oficialistas cubre completamente el mapa de Venezuela.
La etapa posterior de los comicios debe ser la de reflexión (ahora sí) para todos los actores de la vida política en la fracción opositora, pues tienen que entender definitivamente que las ansias de poder personales no les permiten alcanzar las metas grupales. Reitero lo que es una perogrullada que tantas veces he dicho: la división no es la ruta adecuada. Se necesita unidad interna y externa. No sólo que se pregone sino que se practique.
El sector oficial alcanza 20 gobernaciones. Algunos no se explican como han logrado esto en una Venezuela postrada por tantos problemas. Porque hubo muchos buenos ciudadanos que eligieron no elegir, quizá porque no se sienten representados por ninguno de los elegibles o porque fueron condicionados a no votar.
La no participación en unas elecciones (que suena como especie de huelga de hambre ciudadana) es una contradicción porque quien no vota también participa, también elige. Esto amerita una reflexión exhaustiva de qué es lo que debe ser corregido, porque dejar de ejercer el sufragio es fortalecer la anomia y aniquilar la democracia.
Es necesario que resurja en Venezuela una nueva generación política, sin mancilla, que impulse el devenir de los próximos años. Los resultados demuestran que los líderes opositores apostaron al fracaso, pues mientras no se corrija el afán por poner sus intereses personales por encima del bien común, no van a conquistar el poder. Hay muchos que pareciera que funcionan con el eslogan de “si no es pa’mí no es pa’nadie”.
Estimados dirigentes opositores entiendan que mientras permanezcan divididos serán difusores tácitos de la abstención. El pueblo quiere luz, no el actuar de ustedes como pirañas por unos cargos. El mismo proceso de selección de los candidatos únicos encauzaba hacia la división y alimentaba (literalmente) el “florecimiento” de muchas candidaturas que se restaban unas a otras. Estos procedimientos calcificados, donde una camarilla de elegidos decide en lugar del pueblo, entre amigotes, whisky 18 y verdes sueldos no es el camino.
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Quienes disfrutaron de eso, a sabiendas del fracaso deben salir de inmediato (si estuviéramos en Japón valdría solicitarles el harakiri) si no por su honor porque ninguno saldría adelante, sí por decisión de las bases. ¡Pero esto debe hacerse ya! Debe nacer en el seno opositor algo así como el Partido de Unidad Nacional (PUN) que reúna a todas esas instituciones con fines políticos, porque mientras exista multitud de partidos contra uno solo, jamás se conquistará el poder. Pero no una “unión de partidos” donde se entremezclen los mismos eternos dirigentes ya caducos, sino una construcción desde el principio, desde abajo, desde adentro de cada uno, con claridad y esperanza. Insisto: desde abajo. Hay que ir a la raíz.
Así como la oposición debe reflexionar el gobierno también, porque más del 50% de abstención denota que hay un pueblo que medra en silencio, que no aprueba ni valida la función pública de muchos líderes ni de la oposición ni del oficialismo.
Más de la mitad de la población se mantuvo al margen de los comicios. Sí los oficialistas mejoraran su desempeño, por decirlo eufemísticamente, nos debería alegrar a todo el país, a todos los ciudadanos, y a los decantados desde hace tiempo por la oposición porque nos supondría un reto para mejorar el desempeño y los procedimientos injustos. Un reto para mejorar todos, para subir todos, cada quien con su pedacito de Venezuela al hombro.
Actualmente se supone que hay una feroz polarización que no es tal. Hay simplemente dos sectores enemistados por razones originales que ya no recuerdan, a partir de las cuales se han acumulado muchas ofensas mutuas. Pero un gobierno y una oposición que, más allá de diferencias por sus cantadas amistades internacionales y de supuestas teorías económicas y sociales, son de hecho, en su mayoría, iguales: ambos son más o menos de centro derecha, más o menos mentirosos, deshonestos y tramposos en sus procedimientos, generalmente ofensivos y jactanciosos hacia el contrario, más o menos ineficaces (aunque en materia de elecciones y manipulaciones políticas el gobierno es muy eficaz) y dirigidos por castas (que no élites) enquistadas en la cumbre, muy separadas del pueblo aunque dependen de él.
El 21 de noviembre ganó la abstención, porque el pueblo no quiere o no confía en las opciones de la oposición que permanecen indemnes en el tiempo. Los políticos que dirigen la oposición han fracasado estruendosamente, de manera reiterada en la que, supuestamente, es su profesión. ¿Acaso aquí no se aplican las reglas de la meritocracia? ¿Están exentos de evaluación y son vitalicios? A la casta infranqueable de los políticos del gobierno le encanta, reconoce y defiende a la casta de los políticos de la oposición porque se aseguran mutuamente su permanencia.
Es la hora de construir, con ladrillos de esperanza y sinceridad, una casa para todos, de amplias puertas para los venezolanos, todos desvalidos y amedrentados, muy sufridos. Es necesario que como supervivientes de una catástrofe nos asistamos mutuamente sin ventajismos, con la máxima comprensión que da el dolor pasado junto con el amor.
Veamos hacia adelante. Somos pueblo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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