Para pasar la tormenta, por Roberto Patiño
Las recientes lluvias sucedidas la semana anterior visibilizaron de nuevo la indefensión de los venezolanos. Indefensión que, en el contexto actual de crisis y colapso, supera cualquier experiencia anterior. Se evidenció la carencia de recursos de los gobiernos locales y la falta de asistencia efectiva del gobierno central.
Esto sucede luego de situaciones extremas como las acontecidas en las inundaciones en el sur del país en meses pasados. Allí vimos, de igual forma, las enormes limitaciones, problemas y fallas en los mecanismos de respuesta para este tipo de contingencias, así como el desconocimiento y la falta de voluntad del poder central para afrontarlas.
Nada de lo sucedido nos sorprende a los venezolanos. La depauperación acelerada de las condiciones de vida ha convertido en un escenario de catástrofe nuestra realidad diaria. La falta de agua y electricidad, la escasez de gas y gasolina, los problemas de transporte público, por nombrar tan solo unos pocos, condicionan de forma trágica nuestro día a día.
Lo descrito es producto de un “modelo”, devastador y antidemocrático, que el actual régimen impone para continuar su permanencia en el poder, a costa del bienestar y las posibilidades de desarrollo de los venezolanos. Un “modelo” cuyo costo social es insostenible y que debe ser superado.
Desde diversos sectores del país se están dando iniciativas que buscan articular esfuerzos para contrarrestar, desde valores convivenciales como la solidaridad, el encuentro y el reconocimiento, las consecuencias destructivas que sobre nuestras vidas tiene este modelo. Y esto es significativo, porque señala la pertinencia de estos valores convivenciales y su carácter fundamental para nuestra cultura e idiosincrasia.
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Esto puede verse en eventos como la segunda plenaria por el Acuerdo Nacional, sucedida en la semana pasada, en la que convergieron directores de las distintas academias del país, representantes indígenas, activistas sociales y de los derechos humanos, diversas ONGs, diputados, entre muchos otros. Todos buscando lograr la articulación inclusiva de los diversos sectores nacionales, sobre la búsqueda de la recuperación de la democracia y la generación del cambio social y político.
En la organización Alimenta la Solidaridad hemos visto cómo los valores convivenciales se han materializado en la participación, activa y organizada, de comunidades, y el apoyo de sectores gremiales, académicos, productivos y de labor social. Valores manifestados en la creación y operatividad de comedores que se desarrollan exitosamente a pesar de los problemas que atraviesa el país.
Los almuerzos para alimentar a más de 2000 niños siguen produciéndose gracias al esfuerzo y la resolución de madres, vecinos, voluntarios y aliados por sobre la falta de gas y electricidad, las dificultades de transporte, en contra de la hiperinflación y el desabastecimiento. Quienes lo hacen posible viven estos mismos problemas en sus vidas y a pesar de ello continúan luchando para desarrollarse en lo individual y colectivo, transformando la realidad desde sus espacios y capacidades.
Con hechos, rostros y vivencias estos venezolanos nos muestran la fuerza y el valor de la solidaridad, de la convivencia, del verdadero encuentro. Cuentan otra historia, real, significativa y nuestra, que cuestiona la narrativa oficial de opresión, dependencia, fragmentación y violencia. Los estragos causados por las lluvias son los del país atrapado por esta esta visión equivocada.
Recuperar condiciones democráticas e iniciar un proceso de desarrollo social son necesidades compartidas por la inmensa mayoría de los venezolanos que debemos reconocer para enfrentar la emergencia de la crisis y construir un nuevo país.
Si asumimos los valores convivenciales de la solidaridad y el encuentro, resistiremos la tormenta que vivimos y haremos realidad la esperanza de levantarnos luego de que ésta pase
Coordinador de Movimiento Mi convive
Miembro de Primero Justicia
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