¿Para qué sirven esas elecciones regionales y municipales?, por Beltrán Vallejo
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Esta pregunta es un plato de comida sin cubierto.
Primera verdad sobre el choque entre estrategicismo y tacticismo en el mundo opositor: el participacionismo per se, el del puritanismo electorero que baila alentado por cualquier pandereta de simulacro electoral que convoque Maduro, ha sido una vileza y una sinvergüenzura que solo ha evidenciado la corrupción y el financiamiento del régimen para que ciertos politiqueros hagan acto de presencia en esos bullicios, y que por cierto lo que están dando es pena ajena cuando le hacen comparsa a todas las decisiones que está tomando la tiranía en ese paraninfo ocioso que es la Asamblea Nacional presidida por Jorge Rodríguez.
Segunda verdad: el abstencionismo per se ha sido un fracaso completo por insano, por domesticado, sin calle, ritualista en el discurso maximalista, desmovilizador, desconectado de todo hacer concreto en la sociedad. Eso no ha sido resistencia contra el régimen; eso lo que ha sido es flojera y pensadera boba de invasiones y otras bolserías ilusas, como las que dice María Corina, Ledezma y otros radicales de penthouse.
Entonces, ¿para qué sirve lo que se convocó de elecciones el 21 de noviembre?
Si ese escenario se ve en términos estrictamente electoreros, pensando en campañas electorales convencionales, pensando en mítines funambulescos y afiches risibles, pensando en candidatos y no en líderes, pensando en campañotas electorales pero sin gasolina y con covid, y metiendo bolserías aquellas como en el 2017 donde aparecieron unas supuestas encuestas que daban 19 o 15 gobernaciones para la oposición, por supuesto que esas fulanas elecciones no servirán para algo bueno; pero sí servirán para más frustración, para más apatía, para más embustes sobre un pueblo sufrido, para activación de un circuito financiero y cazadera de plata, y para evidenciar que apenas esa convocatoria será un proceso interno del PSUV donde sus clanes mafiosos y sus corrientes internas dirimirán sus diferencias, y para que el pueblo coja más rabia con el mapa rojo de una Venezuela secuestrada.
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Ahora bien, si se usa esa convocatoria para organizar al pueblo en su lucha y en su resistencia; si se usa para detener su despolitización y para sacudir su apatía; si se usa para desarrollar liderazgos individuales y colectivos y no candidaturas de postín y de irrealidades; si se usa para construir tejido social como los comité de usuarios que sirvan de mecanismos de protesta por la crisis de los servicios públicos; si se usa para la agitación social y política; si se usa para la defensa de los derechos humanos; y si por si acaso «se da un tiro en lo oscuro» y se gana una cosa de esa que queda como gobernación y alcaldía, y se usan esos escenarios como instrumentos para la organización social y la resistencia, y considerando que esas gobernaciones y alcaldías ya no cuentan con presupuestos y que serán cercadas con protectores, padrinos y madrinas del PSUV; pues esas elecciones podrán servir para salir de la paz de los sepulcros que hoy vive Venezuela y para que el pueblo se sacuda la mansedumbre y sumisión que lo atosiga, y pues ahí sí diré que servirán para algo digno.
Me importa un pito lo que diga Maduro y su ralea en relación a esas elecciones; me importa un pito lo que diga Claudio, Timoteo y demás impostores en torno al purismo electorero; me dirijo a algo que quede sano de la política y de su quehacer para decirle que la política como la hemos conocido, eso murió; por lo que la lucha contra el régimen debe reinventarse.
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