Para refrescarles la memoria a los chilenos, por Beltrán Vallejo
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A propósito de la infeliz deportación masiva de venezolanos que realizó el gobierno chileno, es lógico que en Venezuela haya indignación con ese procedimiento de expulsión que se realiza en aquella nación donde llegó alguna vez un compatriota llamado Andrés Bello para aportar un legado de cultura y educación.
Es triste el trato que le están dando a los venezolanos en países como Perú y Colombia, donde han sido víctimas de hechos bochornosos y xenofóbicos. Todavía recordamos las acciones de la alcaldesa de Bogotá en palpable atropello para con nuestros connacionales y hasta aquellas ñoñeras inhumanas que alguna vez expresó el presidente de Colombia, Iván Duque, cuando planteó no vacunar contra el covid-19 a los migrantes venezolanos. Después medio corrigió algunas frases y actitudes.
En fin, el pueblo venezolano sí ha sido menospreciado y agredido en varios lugares de este continente.
Pero lo de Chile en verdad duele, porque precisamente nuestro país recibió con los brazos abiertos aquel exilio político que vino de aquella nación, se comprendió a los perseguidos y expulsados por la dictadura brutal de Augusto Pinochet en los años 70 y 80. Yo lamento que tenga que sacarle esto a ese pueblo que parece olvidadizo o desagradecido.
Es de recordar el hecho de que, en septiembre de 1973, la embajada de Venezuela en Santiago de Chile sirvió de lugar de salvación para centenares de chilenos, donde el embajador venezolano de aquella época los acogió a todos, y donde algunos de ellos tuvieron que saltar el muro para no caer asesinados en las calles.
Allí los recibió nuestro embajador que tenía hasta una tanqueta de los gorilas apuntando el edificio.
Se dice que en la embajada de Venezuela se le salvó la vida, en aquellos primeros días del golpe pinochetista, a más de 250 perseguidos. ¿Los chilenos no recuerdan eso?
Aquí llegaron presos políticos que venían de campos de concentración; aquí llegó gente que estuvo prisionera en la isla de Dawson. Los sobrevivientes de varios infiernos llegaron aquí donde encontraron el paraíso. Aquí no se les torturaba, ni se les acosaba, ni se les fusilaba. ¿Los chilenos no recuerdan eso?
Orlando Leterlier, el excanciller de Salvador Allende, salió en libertad en 1975 gracias a las gestiones de un venezolano connotado en aquella época, como lo fue Diego Arria, así como Ramón Escobar Salón gestionó la liberación de una lista de presos políticos.
Fuimos la luz al final del túnel para muchos chilenos en aquellos días de plomo; pero hoy casi que sacan a patadas a nuestros compatriotas que viajaron a Chile para sobrevivir. Los venezolanos no son una plaga.
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Y no solamente vinieron políticos, sindicalistas y estudiantes; también vinieron músicos, cineastas, pintores, escritores, dramaturgos y un ejército de académicos que encontraron en Venezuela un ambiente cultural y universitario que les dio condiciones para el desarrollo de sus actividades, para el desenvolvimiento de sus talentos, para el apoyo de sus investigaciones, y nuestras universidades recibieron su aporte como docentes.
Quien escribe, siendo estudiante de la UDO en Cumaná, a principios de los años 90, recibió lecciones de literatura de varios chilenos.
Por supuesto que algún mequetrefe del régimen madurista leerá esto y me dirá que quien está sacando a los venezolanos es un gobierno derechista, los “herederos de Pinochet”; pero es que nadie de la poderosa izquierda chilena ha alzado su voz de protesta por los atropellos cometidos contra los nuestros.
Ayer recibimos a un Chile víctima de genocidas; hoy devuélvanos la moneda con hidalguía, porque lo venezolanos que van para allá también son víctimas de la misma prehistoria.
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