Paralelismos, por Aglaya Kinzbruner

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Blanca Nieves (Schneewittchen en alemán) forma parte de la primera colección de cuentos (es el cuento Nº 53) de los Hermanos Grimm, publicada en el 1812. Hoy nos encontramos frente a un no tan exitoso remake de la primera película de Disney sobre el mismo tema. La inversión por Disney fue de unos 250 millones de dólares y para el fin de semana pasado la recaudación esperada era de por lo menos unos 100 y no llegó a 90. Pero todo llega para el que sabe esperar. Menos el príncipe. ¡Horror! En esta película no hay príncipe, solo un buen muchacho.
Príncipe en inglés es prince y que, ¡extraña coincidencia! tampoco llegó a Venezuela cuando tenía meses prometiéndolo el señor Erik Prince (Erik como el vikingo Erik, el Rojo, el descubridor de Groenlandia) y Prince como aquel de la última Blanca Nieves que hizo un no show. Explíquenos, Sr. Prince que pasó con sus planes de turismo tropical, cuando todos lo esperaban con los brazos abiertos. Aunque ahora dicen de usted que no es tan confiable por ciertas operaciones de dudoso éxito y que lo han vuelto algo «radioactivo». A manera de recomendación con cierto tinte pedagógico quisiéramos aclararle que hay tres cosas que cuando extraviadas son muy difíciles de devolver, el tiempo malgastado, la fe perdida y el paracaídas después que no se abre.
Cierto es que la situación venezolana, que digo, mundial es de complicación extrema. Para muestra basta un botón. En el 9/2/2019 la escritora Karen Ann Carpenter publicó un libro Shameless Svengali refiriéndose al presidente Donald Trump y lo conmina a contestar 101 preguntas, «si puede». Baste la mención del telépata e hipnotista Svengali para entender que la intención no es halagüeña. En la novela Trilby de Georges du Maurier, un inglés que se desenvuelve como Pedro por su casa, en el Barrio Latino de Paris, Svengali, uno de los caracteres principales, es un fracasado maestro de música, venido a menos, pero lleno de ideas fantásticas sobre cómo aprovecharse de los demás, un poco como el personaje de Pavel Chichikov de Almas Muertas de Nikolai Gogol. El tipo (Chichikov) es totalmente genial.
De quién se aprovecha Svengali es de Trilby, una hermosa mujer con voz irresistible pero carente de oído. Él la hipnotiza y mediante la telepatía logra guiar su voz al bel canto más maravilloso que nadie haya escuchado jamás. Concierto sigue a concierto y él se enriquece y la lleva a vivir con él una vida de lujos impensables. La novela llegó en un momento cuando el espiritismo, la mediumnidad y todo ese mundo blavatskiano (de Helena Blavatsky, famosa teósofa, escritora y ocultista rusa) eran la cima de lo elegante y todo lo fashion del momento. Ese libro fue el primer bestseller mundial, publicado en el 1894.
Después pasó lo de siempre, la gente se olvidó del libro y de la premisa imaginaria de Georges Du Maurier, abuelo de la famosa Daphne du Maurier, que causando mediante el hipnotismo un Split en la personalidad del sujeto, un telépata podría manipular la persona hasta «¡hacerla cantar como Caruso!»
Lo que no pasó al olvido fue el nombre de Svengali como concepto de la personificación del malvado villano manipulador. Hasta existe una maniobra legal aceptada y en curso en la cual se denota a un imputado de un delito como posible víctima de un Svengali oculto pero que maneja los hilos de su posible condena. De compartir la visión de la escritora Karen Ann Carpenter, Svengali/Trump tuvo y tiene amplios poderes para hipnotizar y manipular un entero país hasta lograr sus aspiraciones. No compartimos esa visión pesimista de Trump ni tampoco la de algunos analistas demócratas quienes creen todo lo contrario, que el Svengali de Trump es Putin.
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La actitud que más confianza nos inspira es la del Dr. Brian Weiss con su plan de regresión a vidas pasadas. A él no lo impulsa ambición alguna de fama o poder o ganas de ganar mucho dinero. Es un médico psiquiatra, sigue cobrando 200 $ como cuando hace años comenzó a trabajar, es un hombre tranquilo, que sana a sus pacientes porque, según sus propias teorías, a veces los traumas no son de esta vida sino de una pasada. Los acompañan entre una vida y otra los Maestros, de los cuales dice haber aprendido muchísimo.
El quid de la cuestión no es que los políticos se sienten a una mesa de negociación para forjar la paz. La paz la debieran encontrar antes cada uno y luego de café con croissants, realmente empezar a negociar.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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