¡Partidos políticos!, por Daniel Santolo
Twitter: @Daniel_Santolo
Describir la grave crisis que atraviesa nuestro país, pareciera un ejercicio innecesario, pero no lo es, lo complejo de la crisis debe ser debatido y comprendido por todos. El devenir de nuestra historia nos muestra que nuestros males no son de estos tiempos, muy por el contrario, son de muy vieja data. Vencer una cultura política clientelar que se ha instalado en la psiquis de la mayoría de los venezolanos, no es nada sencillo. Una crisis estructural que atraviesa transversalmente a toda nuestra sociedad, destruyendo la institucionalización, ha generado males sociales de carácter socio-político, como la violencia generalizada, la corrupción a todo nivel, una pobreza estructural, lo que ha originado que varias generaciones de venezolanos fuesen sumidos en la pobreza, impidiendo el desarrollo de más de un tercio de la población, que han sido condenados a vivir en la pobreza.
Frente a esta realidad los partidos siguen siendo las organizaciones político-sociales que corresponden a la mejor forma de integración y representación de la voluntad del electorado en las democracias modernas, pese a todas las críticas y visibles fracasos. Partidos y organizaciones políticas son un imperativo para las democracias. Las democracias necesitan de partidos políticos fuertes, sólidos y programáticos; a partidos fuertes democracias fuertes, a partidos débiles democracias débiles, por lo que no es de extrañarnos la baja calidad de nuestra democracia. Y si, a esta debilidad de los partidos le sumamos la precariedad institucional, la atomización del movimiento sindical, la casi desaparición de los diferentes gremios, y la no aparición de movimientos sociales fuertes, podríamos afirmar que nuestra democracia está en estado crítico, y con muy pocas posibilidades de recuperación, en un corto plazo.
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Los partidos deben cumplir el rol de intermediarios entre la sociedad civil y el Estado, deben estar arraigados en la sociedad, representando los intereses más variados y complejos de sus respectivas sociedades. Procesos y movimientos políticos alternativos a los partidos pueden ser necesarios en ciertos momentos históricos pero, a largo plazo, debilitan los elementos constitutivos de funcionamiento de las democracias modernas. Hemos sido testigos de cómo en Venezuela se ha tratado, por más de veinte años, de sustituir a los partidos políticos por organizaciones que han pretendido suplantar su rol, logrando con ello debilitarlos aún más, lo que ha sido contraproducente al esfuerzo de algunos partidos en superar sus debilidades y falencias.
Un análisis descarnado sobre el actual estado de los partidos políticos plantea complejos interrogantes: ¿qué clase de partidos u organizaciones políticas se necesitan?, ¿cómo establecer niveles de democracia interna y externa desde donde se puedan evaluar a estos referentes políticos?, ¿cómo son vistas estas organizaciones políticas por la sociedad del siglo XXI?, ¿cómo se renuevan los cuadros políticos y las ofertas programáticas que vayan más allá de los hechos de la coyuntura política y electoral?
En Venezuela, al igual que en otros países de América Latina, los partidos políticos casi han desaparecido. En ciertos países, se encuentran en un letargo permanente, o se debaten en un mar de corrupción, lo que he dado por llamar la indigencia político-partidista, con una dirigencia política que no ha logrado superar la dependencia del Estado, lo que los ha llevado a ser suplantados por liderazgos personalistas fuertes o caudillismos mesiánicos, lo que para los venezolanos ha sido un continuo en la política, siempre en la búsqueda de un mesías que nos libere de todos nuestros males.
Daniel Santolo es profesor universitario e integrante de la dirección nacional de Avanzada Progresista