Patria, socialismo y muerte, por Teodoro Petkoff
Tenía razón Marx: la historia, cuando se repite, la segunda vez es como farsa. Esta historieta del nuevo saludo militar es definitivamente de guiñol. Uno imagina a los oficiales, suboficiales y soldados precediendo de la frase “patria, socialismo o muerte” las comunicaciones entre ellos y no puede sino carcajearse. Lo decimos con el debido respeto hacia quienes, obligados por la disciplina castrense, deben cumplir con ese ritual. Cabe imaginar que hasta los militares chavistas de corazón —que los debe haber— tienen que sentirse ridículos.
El embrión de la frase impuesta por Yo-El-Supremo es el mítico “Patria o Muerte” del fidelismo. Pero esta pertenece a la historia en su primera vez, la trágica. Fue la consigna de los ochenta hombres que se embarcaron en el Granma, para ir a morir, casi todos, en el pantano donde encallaron. Fue la consigna de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Fue la consigna del país que vivió la invasión de Playa Girón, en 1961; que pasó por la crisis de los cohetes, en 1962. En fin, la consigna del fidelismo primigenio, cuando todavía podía inflamar los corazones con su poderosa carga nacionalista y romántica.
Asociada a aquellos acontecimientos, la disyuntiva entre la patria o la muerte tenía toda la sombría resonancia del clarín que toca a zafarrancho de combate. Sonaba real.
Después, cuando Cuba ya se había sovietizado, y, por tanto, parecía destinada a correr la suerte del imperio a cuyo destino se había amarrado, Fidel acuñó “Socialismo o Muerte” para marcar la fiera determinación de defender su régimen, ya no frente a una improbable invasión norteamericana sino frente a la ruina económica, social y moral en que su larguísima dictadura había convertido a Cuba, sometida, además, a los avatares del derrumbe de la Unión Soviética. Pero esta vez, la nueva consigna sonaba descafeinada. No en balde, el humor cubano, en Cuba misma, la consideró una redundancia. La volvió joda.
Yo-El-Supremo fundió las dos consignas en una sola, casi un trabalenguas, para colocar bajo su admonición “el proceso”, al cual desesperadamente quiere fabricarle una innecesaria imaginería heroica. Pero, claro, para quien se dice reencarnación de Simón Bolívar y, además, aspira a calzar las botas de Fidel Castro, teniendo en su haber apenas dos lamentables golpes militares —uno en el cual perdió y el otro en el cual la misma FAN que lo tumbó lo volvió a poner—, la asfixia existencial que debe padecer es patética. Descarga, entonces, su frustración sobre el único sector al cual puede obligar a salmodiar “patria, socialismo o muerte” sin correr el riesgo de que le revire: la FAN. ¿Qué oficial se jugaría la carrera desobedeciendo esa orden de su comandante en jefe? La verdad es que la vida castrense ya es dura de por sí, pero con este aditamento debe ser bien cuesta arriba calársela.
Sin embargo, cabe otra interpretación, más política: ¿será una provocación, calculada con toda frialdad?