Pena de muerte, por Orlando Chacón
@Orlandochacon
En 1863 la pena de muerte fue abolida en Venezuela, consagrando en nuestros valores republicanos y en cada Constitución desde entonces, la vida como un derecho inalienable. Derecho que conlleva a más derechos. La alimentación, el acceso a la salud, a la seguridad individual, el impulso al bienestar familiar y la calidad de vida y el desarrollo de cada ciudadano.
Hoy en Venezuela, en la nación que cumple 207 años de su independencia, se vislumbra en sus calles, como hasta esa misma independencia se ha perdido. Hoy los venezolanos estamos condenados a la pena de muerte por el único delito –según nuestros verdugos- de exigir libertad y progreso.
Al igual que nuestra Constitución, el pueblo está sometido a una pena de muerte por indolentes que ejercen la ineficiencia, pretendiendo mantenerse en el poder sin importarles las cientos de vidas que a diario mueren. El 87% de la población venezolana se ve afectada por la pobreza, 8 millones de venezolanos solo comen dos veces al día. La mortalidad materna se ha incrementado en un 60% y la mortalidad infantil en un 30%.
Más de 200 venezolanos han sido asesinados en los últimos 3 años por exigir respeto a su derecho a protestar. Así mismo, Venezuela en el 2017 fue el país con mayor inseguridad y cifras de asesinatos en manos del hampa de América del Sur. En los últimos 3 meses van más de 200 heridos por accidentes en las perreras –el transporte seguro- y más de 30 muertes a nivel nacional.
En el Zulia, hay 9300 pacientes con VIH-SIDA, que están condenados a la muerte por no recibir su tratamiento desde hace más de 6 meses. A diario, sólo en el Hospital de Niños de Veritas en Maracaibo mueren entre 1 y 2 niños por complicaciones en su condición de desnutrición.
En el Hospital Cecilia Pimentel, en La Concepción, los pacientes están muriendo producto de las infecciones y el hambre a las que a diario son sometidos. En el Hospital Adolfo Pons, utilizan como ambulancia la primera chirrinchera que consiga el paciente y si el personal protesta por las condiciones de trabajo, colectivos y policías los reprimen y apresan. En la Sierra de Perijá, más de 650 casos se registraron en la última semana con Paludismo. Muchos de ellos, no logran llegar ni siquiera al Ambulatorio de la Misión del Tukuko.
Aunado a esto, pacientes que deben recibir sus diálisis, sus quimioterapias y tratamientos para poder sobrevivir, están obligados a emigrar o resignarse a morir. La salud en Venezuela, se ha convertido en la mayor muestra de miseria por parte de un depauperado gobierno.
La emergencia sanitaria a la que nos estamos enfrentado los marabinos, sometidos a la basura y el colapso de las cañadas que han proliferado el contagio de dengue, escabiosis y tumores en la piel en nuestros niños, es inaceptable pudiendo evitarse a través de políticas de recolección, limpieza y prevención. Se trata de falta de voluntad, de una escases inmensa de amor al prójimo.
Cada día, un padre de familia, un estudiante, una madre, salen de su casa rogando a Dios poder regresar y no tener que despedir a otro familiar en la morgue, pues la indolencia gubernamental ya convertida en políticas de desidia, hoy somete al venezolano a escapar de su presente, frente a la destrucción de su futuro.
Tenemos dos opciones: elevar nuestra voz o esperar turno para que el verdugo nos dicte sentencia. Yo elijo alzar mi voz, pues no me resigno a guardar silencio, a ser cómplice de la destrucción, decido alzar mi voz y que sumada a la voz de cada venezolano, retumbe el “¡Muera la opresión!, compatriotas fieles, la fuerza es la unión”. Dios bendiga y proteja a nuestra nada Venezuela.