Perán, la oposición que vendrá, el tormento de las redes, por Fernando Rodríguez
Petare lo es de por sí, siempre, pero mucho más un día de la madre: un gran caos en sus zonas más céntricas. Si uno logra encontrar espacios entre la multitud, las calles cerradas ocasionalmente y se come alguna flecha pues puede llegar al Museo de Arte Popular. Es decir al siglo XIX. En la silenciosa y hermosa zona colonial, con estacionamiento y todo, está ese reducto del silencio y la belleza, muy limitado espacialmente para su significación, pero admirable sobreviviente de un país en demolición. Alá es grande, llegamos por fin.
Se trataba de una gentil, de verdad gentil, invitación de Carmen Sofía Leoni para un homenaje nada menos que a Perán Erminy, que nos dejó hace poco, tan silenciosamente como había acompañado y engrandecido como pocos la cultura venezolana por más de medio siglo. Seguramente estaría bastante huraño si se hubiese enterado de tanta homenajeadera.
Pero bueno ahí estábamos, contra madres y caos petareño, una veintena de amigos. Carmen Sofía leyó un texto hermoso y luego nos pusimos todos a conversar sobre ese ser que con tanta generosidad, humildad y grandeza apoyó todas las buenas causas, sobre todo las más difíciles y débiles, de nuestro quehacer espiritual. A conversar exactamente como otrora, en medio de una fresca tarde, en ese patio de otros tiempos, rodeados de muros y balcones históricos, con un extraño silencio ambiente, muy motivados todos. Fue uno de esos momentos que no se olvidan. Nos ofrecieron una especie de té hecho en casa (hiperinflacionario) y galletas María que yo no comía desde hace decenios, vainas de uno. Otra Caracas, sin tiempo, seguramente más imaginada que real, que nos hizo olvidar por algunos momentos el infierno en que vivimos. Hasta Perán se hubiese contentado con el acto y se hubiese reído, con esa risa suya algo estrepitosa y siempre inesperada. No se puede sino agradecer ese paréntesis de la Caracas de las galletas María y la gracia de poder echar cuentos del querido pana sin ningún protocolo.
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La semana que comienza mañana va a ser decisiva para el futuro del país. Yo no tengo, nadie tiene, la fórmula que debería vencer y llevarnos a la paz y prosperidad que todo humano merece. Son ya veinte años en que la vida de muchos venezolanos, ahora la inmensa mayoría, se ha deteriorado como nunca se supuso que podría pasar. Sería hora de que pensemos lo mejor posible, ya caminados tantos caminos que no conducen a ninguna parte, la verdadera salida o, mejor, la entrada a la ruta que nos aleje del maleficio. Una real oposición, no este desastre de los últimos meses, tiene que cobrar forma. Ya no se puede callar. Nadie, medianamente pensante, puede entender lo que ha pasado con nuestros líderes en esta etapa decisiva en que el gobierno se hizo dictadura sin máscaras, muchos de ellos de honroso pasado. Habría que tratar o de reponer, si eso fuese posible, o renovar una dirigencia nacional capaz de replantear y rehacer la república. Para empezar la unidad posible y deseable. Más postergaciones y elusiones no serían soportables por la absoluta mayoría que clama ya hace mucho por su hambre y su libertad.
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Hay gente enferma de las redes, sus mentiras y su violencia. Siempre hay que recordar al muy sabio Umberto Eco que las tildó de cloacas de la información, al menos por el tiempo en que la humanidad se haga más espontáneamente razonable. Como me temo que ese lapso será muy largo y no es seguro que esa arcadia llegue a existir alguna vez, un sano y pequeño consejo es que esos que se quejan de los tormentos que la guerra electrónica les produce es que simplemente se alejen de ellas. Y se darán cuenta de que son una minoría que se devora a sí misma. La mayoría de los ciudadanos se informa, con censura y todo tipo de límites, pero con la dignidad de muchos periodistas, por radio, televisión y prensa en la web. Entre otras ventajas esa renuncia tiene la que mejorará el desenvolvimiento de su hígado y otros órganos concernidos y le evitará el ridículo papel de andar difundiendo mentiras descaradas y leyendas urbanas. Hágalo, hoy mismo.