Perico Chicote y su clientela, por Carlos Montenegro
El mirador redondo
Autor: Carlos Montenegro / [email protected]
Cuando Agustín Lara escribió el chotis “Madrid” hacia 1939, el compositor mexicano aún no conocía España, pero la fama de aquel bar y su dueño había traspasado fronteras como templo de la coctelería: «…y en Chicote un agasajo postinero con la crema de la intelectualidad y la gracia de un piropo retrechero más castizo que la calle de Alcalá…*
Pedro “Perico” Chicote, (Madrid 1899–1977) era un auténtico alquimista de los tragos combinados. Procedía de una familia muy humilde y desde niño trabajó en el madrileño mercado de Los Mostenses, sirviendo aguardiente y anís a los descargadores de mercancías desde la madrugada y repartiendo telegramas por las tardes. En 1916 trabajó como ayudante de barman en el lujoso Hotel Ritz de Madrid, con apenas 17 años, siendo tal vez el lugar de encuentro con su vocación. Fue reclutado y enviado a la guerra en Marruecos, donde peleó en dos frentes: el de las trincheras y el de las cantinas del ejército, pues los mandos pensaron que Chicote era más útil en la guerra con las bombas que preparaba en su coctelera, que con las que lanzaba desde la trinchera, así que lo enviaron a los clubs de los oficiales. Mientras agitaba su arma con ruido de hielo, conoció e hizo buena amistad con Millán Astray, fundador de la Legión española, y entre otros, con un joven capitán llamado Francisco Franco Bahamonde, que con el tiempo sería Caudillo de España por la gracia de Dios, nada menos.
Perico Chicote además de poseer talento para la coctelera, tenía talante de un gran relacionista público y empresario. En 1929 se embarcó en el trasatlántico “Reina María Cristina” durante un crucero que la aristocracia realizaba por Oriente, pero el prestigioso barman al llegar a Costantinopla se le ocurrió organizar un concurso de cockails entre aquella altísima sociedad, lo que le permitió hacer perdurables amistades con la crema y nata de la nobleza española en plena vigencia del reinado de Alfonso XIII, a quien conoció en 1930 así como al resto de su familia. De regreso a Madrid volvió a las andadas en el bar del Hotel Savoy, el “Cook” y en el “Pidoux”, lo más chic de Madrid, destacando por sus creaciones que lo hicieron pronto el barman más célebre de España.
Por entonces San Sebastián era el sitio de veraneo de la familia real española, la nobleza y alta sociedad de media Europa, y el Balneario La Perla, en plena playa de la Concha era su aristocrático centro de reunión. Chicote organizó allí durante varios años su ya célebre concurso, dando esplendor al bar, poniendo a tono, de paso, a sus exclusivos clientes.
Su popularidad universal la logró cuando en la antigua Av. Conde de Peñalver que sería la Gran Vía de Madrid, aún sin terminar, abrió su propio bar en el n°12. Fue todo un acierto pues se convertiría en la avenida emblemática del Madrid moderno, y no tardó en ser comparada con la parisina Rue de la Paix, Regent Street de Londres o la Galleria Vittorio Emmanuel II de Milán, por su exclusividad y glamour. Se abrieron joyerías con sus lujosas vitrinas, grandes almacenes, tiendas de los más famosos modistos de alta costura, esplendorosas salas de cine sonoro, cafés de moda, concesionarios de automóviles como Hispano Suiza, Bentley, Duesenberg, Bugatti, Rolls Royce o los ostentosos Packard; los más famosos bancos y compañías de seguros alzaron sus sedes, e incluso la compañía Telefónica española construyó su edificio central, que durante décadas fue el rascacielos más alto de Europa. Pues bien, en ese sitio y en plena Belle Epoque nuestro hombre inauguró el “Chicote’s Cocktail bar”, que al igual que el “Rick’s bar” de la película Casablanca se haría universalmente famoso, la única diferencia era que el Chicote existía de verdad y todo el que pudiera pagar la escandalosa cifra (para la época) de cinco pesetas, se podría tomar uno de los más de ochocientos cócteles de su carta de tragos servido de la coctelera por el mismísimo Perico Chicote.
El Chicote ha transitado los cuatro regímenes españoles del siglo XX y XXI, pues comenzó con la monarquía de Alfonso XIII, en 1931 siguió con la II República, aguantó toda la guerra civil española desde 1936 hasta que Franco entró en Madrid en 1939 y se quedó a vivir 36 años hasta su muerte; a partir de 1975, en plena transición, todavía Chicote estaba al frente de su bar y vio coronar a un joven cliente suyo, Juan Carlos de Borbón.
Tuvo la audacia de abrir en un Madrid castizo y provinciano, de mantones de Manila, organillo y chulos del barrio Lavapiés, con olor a calamares fritos, cocido churros y chotís. En 1931 debió parecer cuando menos una temeridad abrir un “american style bar” en el que los “bar tenders” servían, a la gente mas “charming” y esnob, “cocktails” en copas y vasos con nombres tan exóticos como, “flute”, “martini glass”, “fizz” “old fashioned”, “higball” o “tumbler”.
Tras la guerra civil, la Iglesia nunca vio con buenos ojos aquel lugar, donde se mezclaban intelectuales y científicos Nobel, políticos, deportistas, toreros, divas, espías, refinados carteristas, estraperlistas de penicilína, socialistas agazapados, coristas nobles, príncipes y monarcas y sus futuros herederos, productores, directores y estrellas del cine y del teatro, dramaturgos, músicos, folklóricas, cantaores de flamenco, artistas de ballet, algún que otro mariquita, floristas, cigarreras y limpiabotas, maestros de la pluma, y la canalla de la época. Todos coexistían y contribuían a dar ambiente al sitio; a uno de sus asiduos feligreses, Ernest Hemingway, se le adjudica la siguiente frase: «por Chicote pasan putas que parecen señoras y señoras que son muy putas”. Chicote decía: «el que no se comporte a la puñetera calle, en mi casa no cabe y no tiene nada que buscar», ese era su lema, a su clientela solamente le exigía clase y estilo, por lo demás nunca tuvo ningún problema en aceptar clientes de cualquier profesión, raza o religión.
Su bar fue la mejor embajada de España durante décadas; antes, durante y después de la guerra civil, en su barra se acodaron los más diversos personajes de todos los bandos y oficios. Durante su dictadura llena de censura beata, Franco le permitió ciertas libertades, dándole patente de corso para saltarse las reglas de lo que entonces se consideraba “decente”, pues entendió, y llegó a comentarlo, que Chicote vendía mejor España que sus cancilleres. Aficionado a los toros tenía como los grandes maestros su pasodoble titulado “Perico Chicote” compuesto nada menos que por Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo) y Jacinto Guerrero (Los Gavilanes).
La cantidad y categoría de clientes y amigos no es mensurable, los personajes más admirados del mundo eran sus admiradores; sería imposible nombrar a todos sus fieles parroquianos de fama mundial como Alexander Fleming, Ortega y Gasset, Jacinto Benavente, el presidente Eisenhower; celebridades como Dalí, Picasso, Ava Gardner, Lana Turner, Sofía Loren, Gary Cooper, Orson Wells, Audrey Hepburn, Yul Brynner, Rita Hayworth, Chaplin, Frank Sinatra, Charlton Heston, Anne Bancroft, Bette Davis, Gregory Peck, Rainiero de Mónaco y Grace Kelly, Onassis y María Callas, Elsa Maxwell, Lola Flores, Pastora Imperio, Lupe Sino, Manolete, L.M. Dominguín, José A. Primo de Rivera, fundador de Falange Española, y políticos de todos los colores. **
Pero lo notable era que aquella heterogénea fauna solía compartir en perfecta armonía. Ese fue el gran atractivo del bar de Perico Chicote durante muchas décadas. En uno de sus libros, prologado por don Jacinto Benavente escribió la clave: “El buen barman tiene que conocer no sólo los vinos y licores de la tierra, sino sus mezclas y transformaciones; ha de dominar varios idiomas, ser un buen psicólogo y tener una esmeradísima educación. Poseerá una conversación fácil y amena, deberá haber viajado mucho, conocerá grandes capitales, hoteles y casinos, será discreto y reservado… como un confesor”.
Murió el 24 de diciembre de 1977 el mismo día que su amigo y cliente Charles Chaplin. Su hija Geraldine seguro los lloró con frecuencia en la barra del Chicote. A finales del siglo pasado varias publicaciones internacionales del ramo, declararon al Chicote Cocktail Bar como el más famoso del mundo. El escritor y humorista Miguel Miura llegó a decir:«Yo había decidido nacer en Madrid porque era lo que me cogía más cerca del Bar Chicote».
Valga la catarsis en estas fiestas de obligada ley seca, recordando que no hace tanto en Venezuela había muchísimos bares con excelentes “barmen” y tantos licores como en Madrid, y hasta un bar Chicote, aunque sin Perico.
* El chotis “Madrid” interpretado por el propio A. Lara y Lola Flores en México.
https://www.youtube.com/watch?v=zKgmorakVUs
** No dejen de ver la verdadera talla de Chicote abriendo este link.
http://anecdotas-historia.blogspot.com/2011/02/chicote-el-bar-americano.html
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