Perú: ¿jugando al 2021?, por Félix Arellano
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Desde la sorprendente renuncia de Alberto Fujimori a la Presidencia peruana (20/11/2000), y no obstante la brillante conducción del Presidente Valentín Paniagua del proceso de transición a la democracia (2000-2001), en Perú se ha conformado una compleja estructura de funcionamiento caracterizada por la coexistencia de dos mundos, con dinámicas disimiles, donde lo político se mantiene en constante tensión, pero la democracia no está en juego; y lo económico se ha caracterizado por una línea ascendente de crecimiento y prosperidad.
Ahora bien, todo parece indicar que, con la pandemia del covid-19 y la ópera bufa promovida en el Congreso, tratando de destituir al Presidente Martin Vizcarra, se está entrado en un punto de inflexión, donde la potencial turbulencia social exige de una responsable reflexión por parte de las instituciones peruanas, en particular, de las organizaciones políticas.
Es un lugar común decir que todos los expresidentes vivos del Perú están sometidos a investigaciones judiciales, algunos han enfrentado cárcel, otros están huyendo de la justicia, Alan García optó por la terrible decisión del suicidio antes de aceptar la investigación y, en estos momentos, un grupo político, jugando irresponsablemente, creyendo que capitalizaban oportunidades para lograr el poder, ha intentado, por una investigación menor, acusar al Presidente Vizcarra de incapacidad moral para destituirlo.
La jugada se inscribe en la línea de tensiones en la esfera política que ha vivido el país. Los promotores, menospreciado la grave situación social que está enfrentando el país, productos de la pandemia del covid-19, asumieron, apresuradamente, que podían repetir la jugada de Keiko Fujimori y su grupo político Fuerza Popular, que logró la renuncia del Presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) (21/03/2018).
En esta oportunidad encontramos un absoluto fracaso, que afecta las perspectivas, con miras a las elecciones generales previstas para abril del 2021, de varios grupos políticos, en particular del Presidente del Congreso Manuel Merino y su partido Acción Popular, que mantiene una débil mayoría en el actual Congreso 24/130.
Algunos califican la jugada del juicio político al Presidente como improvisación, impaciencia, imprudencia; grave error de cálculo asumir que en un Congreso tan fragmentado, era posible alcanzar los 87 votos necesarios para aprobar la destitución. Aspirando que el poder quedaría en manos del Presidente del Congreso Manuel Merino, activo promotor de la iniciativa. Para otros, lo vivido ha sido un acto perverso, toda vez que el Sr. Merino, alterando los procedimientos, aceleró el proceso y, más grave, inició consultas con las fuerzas armadas, lo que se presta a peligrosas interpretaciones.
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Un aspecto interesante en la compleja dinámica política peruana, es que desde la transición del 2001, las fuerzas armadas han asumido un papel respetuoso de la institucionalidad democrática. Por otra parte, para el partido Acción Popular, que llevó a la presidencia del Perú a notables ciudadanos como Fernando Belaunde y Valentín Paniagua, el incidente debe resultar lamentable y tendrá consecuencias en las elecciones del 2021.
Resulta prematuro abordar el escenario electoral de abril del 2021, incluso pudiera suspenderse producto de la pandemia, pero el espectáculo parlamentario estimula la reflexión y, en este momento, apreciamos un panorama atomizado, con diversidad de mini grupos políticos, y potenciales aspirantes sin mayor liderazgo.
En ese contexto dos figuras resaltan, el Presidente Vizcarra, quien sale fortalecido con el atropello y su popularidad se incrementa. Debe estar acariciando las posibilidades de inscribirse para las elecciones. No tiene obstáculos legales, no ha sido electo Presiente anteriormente, llegó al cargo por circunstancias fortuitas; empero, en sus primeros días adelantó opinión en contrario, pero los políticos se contradicen con alguna frecuencia.
Otra potencial ganadora del desastre parlamentario es Keiko, quien supo deslindarse a tiempo de los acontecimientos y proyectar una nueva imagen de prudencia, pudiera ser un aprendizaje de las duras experiencias vividas recientemente. Incluso, está marcando distancia con su padre, el apellido Fujimori conlleva pesadas deudas en materia de derechos humanos.
Esperemos que las vivencias logren rectificar la arrogancia y la soberbia de tantos años, con las que logró la renuncia de PPK, expulsó a su hermano Kenji del partido e intentó destituir a Vizcarra, jugada equivocada, que menosprecio las fortalezas de este político, con poca experiencia, pero que hábilmente logró revertir la situación, disolver el Congreso y convocar elecciones extraordinarias (26/01/2020). El resultado, una Keiko derrotada, que perdió la mayoría del Congreso, logrando apenas 15/130 representantes.
Las cortas miradas de varios grupos políticos en el Congreso, además de desconocer la grave situación que enfrenta el país con la pandemia, han agudizado el rechazo de la opinión pública contra la institución parlamentaria. La existencia de los dos mundos paralelos parece estar llegando a su final, la prosperidad se agota, la pobreza se multiplica, la crisis social se convierte en la tendencia inminente.
En principio para el 2021 se aprecia un escenario entre Vizcarra y Keiko. Pero Vizcarra no tiene un partido solido de alcance nacional, tampoco lo tenía PPK, lo construyó en corto tiempo y logró ganarle a la Keiko arrogante, incapaz de negociar con la diversidad de factores políticos en la segunda vuelta. La reciente postura de Keiko permite considerar un panorama diferente.
Ahora bien, lo más evidente es que las elecciones del 2021 enfrentan al Perú con un terrible panorama de pobreza, un enorme reto para mantener productividad, crecimiento económico y bienestar social.
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