Perú: ¿un volcán con fumarolas?, por Félix Arellano
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Faltando pocos días para las elecciones en el Perú, previstas para el próximo 11 de abril, resulta significativo que según las encuestas —con todas sus limitaciones— predominen la indiferencia y los indecisos, que alcanzan más de un 30% de la opinión consultada. De los 18 candidatos inscritos que participan en la contienda, ninguno logra superar el umbral del 15% de respaldo popular. En los últimos días se ha mantenido como favorito Yonhy Lescano, de Acción Popular, uno de los pocos partidos con tradición histórica que se sostiene en el escenario político peruano.
El nivel de indecisos e indiferentes y el número de candidatos inscritos en el proceso electoral que lograron superar la rigurosa supervisión del órgano electoral, representan una clara evidencia de la delicada situación que está enfrentando el sistema político peruano y en general su sociedad, que bien podríamos calificar como una crisis aguda y crónica, donde diversas variables que estimulan inestabilidad, se conjugan formando lo que podríamos asociar, en términos de metáfora, como un volcán que está lanzando constantes fumarolas y, en cualquier momento, pudiera hacer erupción.
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La situación electoral refleja las paradojas que caracterizan la política peruana de los últimos años. Un país que logró superar una crisis económica profunda, para algunos resultaba un país fallido. Luego, con esfuerzo y políticas económicas acertadas, ha logrado alcanzar importantes niveles de crecimiento económico que lo han posicionado en los primero lugares de la región; empero, con limitados resultados en materia de bienestar social, inclusión y equidad.
Por varios años parecía que la sociedad peruana asumía como un paradigma la apertura económica y la inserción en la economía global, ese tema se respetaba y no se debatía; ahora, la situación empieza a cambiar. Los movimientos populistas y radicales están creciendo, aún no cuentan con un respaldo popular significativo, pero los efectos sociales perversos de la pandemia del covid-19 pueden generar condiciones favorables para su crecimiento.
La izquierda peruana se presenta fraccionada, pero el rechazo generalizado que enfrentaba en años anteriores también está cambiando.
En esta elección participan varios movimientos que se califican de izquierda y están ganando apoyo popular. En efecto, Verónika Mendoza, su principal representante, candidata por el partido Juntos por el Perú, se ubica entre los cinco candidatos que se mantienen en los primeros lugares en todas las encuestas. Seguramente no llegará a la segunda vuelta, pero tendrá un papel importante en las negociaciones durante la fase final.
Por otra parte, Yonhy Lescano, el candidato con mayor respaldo según las encuestas, está realizando esfuerzos para superar su imagen de representante de la izquierda en su partido Acción Popular y, en tal sentido, permanentemente resalta su vinculación con el pensamiento del expresidente Fernando Belaúnde Terry, de tendencia conservadora y fundador del partido.
Los candidatos populistas y radicales de las diversas tendencias están manipulado el malestar de la sociedad peruana, el rechazo a la política y, en particular, a los políticos; pero también el rechazo a las instituciones, como el Poder Legislativo, que no ha logrado responder efectivamente a la crisis social agravada por la pandemia del covid-19.
Los sectores democráticos también están fragmentados, con varios candidatos y un fardo acumulado en el tiempo por su indiferencia y menosprecio frente a los sectores más vulnerables, en particular, la población rural, indígena y la diversidad en sus múltiples expresiones. Parecieran olvidar que la democracia ofrece la oportunidad para que todos los marginados voten. Por otra parte, los grupos radicales han comprendido que con falsos discursos estimulan el voto de los excluidos y lograr el poder, luego el objetivo es perpetuarse.
Los indiferentes e indecisos peruanos están expresando su rechazo a la dinámica política de su país, entre otros, la corrupción e impunidad sistémica, el divorcio de la política y los políticos de los problemas más acuciantes de la población; la exclusión de vastos sectores por razones étnicas, culturales, sexuales.
Los políticos en nuestra región, incluyendo al Perú, tienen mucho trabajo que realizar en materia de inclusión y respeto a la diversidad.
La mayoritaria indiferencia que registran las encuestas representa a un Perú paradójico que enfrenta una crisis política crónica. Todos los expresidentes vivos sujetos a investigaciones judiciales, lo que supone un Poder Judicial sólido, pero la población expresa una desafección frente a las instituciones y gran desconfianza frente a la justicia. Muchos candidatos, pero no existe un liderazgo nacional consolidado. Los partidos y los políticos tienden a ser efímeros, se construyen para un evento específico, sin mayor alcance nacional ni trascendencia.
Se presentan diversos movimientos políticos, lo que debería representar confianza en la política, pero algunos de ellos con narrativas de antipolítica, sin tradición ni propuestas sostenibles ante la magnitud de la crisis. De hecho, el actual presidente de la república, Francisco Sagasti, es miembro del Partido Morado, es decir, los colores como una expresión de filosofía política. Además, logra una presidencia provisional, no obstante el insignificante peso de su partido en el Congreso, producto de las crisis institucionales que generaron los expresidentes Martín Vizcarra y Manuel Merino.
En este contexto de malestar y rechazo social los populistas y radicales encuentran condiciones favorables; luego, las corrientes conspirativas insisten en que sus triunfos obedecen a las maniobras de fuerzas transnacionales como el Foro de San Pablo o el Grupo de Puebla que, naturalmente, están trabajando activamente, pero las divisiones y los personalismos de la oposición democrática le sirven la mesa. El partido de Evo Morales (MAS) ganó las recientes elecciones presidenciales en Bolivia, en gran medida, por las divisiones parroquiales y los personalismos de la oposición democrática.
En la medida que la oposición democrática se mantenga indiferente ante los graves problemas sociales, los nuevos temas de la agenda social y no trabaje en la calle, le está entregando el territorio a los radicales que, con sus falsos discursos, estimulan las hormonas, pero no resuelven los problemas.
En el Perú paradójico otro tema está entrando en la agenda: la xenofobia contra la diáspora venezolana, y los políticos oportunistas lo manipulan. Un rechazo que está creciendo sin considerar los beneficios que está aportando una población creativa y trabajadora. Naturalmente, existen excepciones, pero los políticos olvidan la labor ética y pedagógica de la política y juegan a sus beneficios personales.
Seguramente Yonhy Lescano y, eventualmente Geroge Forsyth pasarán a la segunda vuelta en el balotaje peruano, fase que se avizora como un mercado persa de negociaciones: «quien ofrece más»; entre tanto, la crisis crónica del Perú se agudizará, las fumarolas del volcán se incrementarán y, en cualquier momento, puede hacer erupción.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.