Peso Hero derrotará a Super Bigotes, por Rafael Uzcátegui
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Cuando decenas de migrantes venezolanos comenzaron a retornar, debido al cierre de las posibilidades de trabajo en los países de acogida por las medidas de restricción bajo covid-16, Nicolás Maduro los denominó «bioterroristas». Aquella descalificación, que hoy se recuerda con vergüenza, no era un hecho aislado. Formaba parte de la política estatal de criminalización de la crisis regional de movilidad humana, de la que Venezuela era epicentro, y que revelaba la profundidad de la emergencia humanitaria instalada en el país.
Hugo Chávez cosechó éxitos al otorgarle a los pobres un lugar privilegiado en su discurso. En contraste, el gobierno de Maduro invisibilizó y estigmatizó un fenómeno que involucraba directamente a 8 millones de personas, con dolores que se extendían a sus familiares. El pésimo abordaje de la migración pudiera ser una de las razones por las cuales el chavismo, luego de 25 años, sea finalmente desalojado del poder.
Según la sociología la «representación social» son una serie de ideas con las que las personas se explican su propio comportamiento y el de los demás, con los cuales se comprende colectivamente una conducta, y que comienzan a ser aceptadas como parte del sentido común en un lugar y tiempo determinado. Venezuela tenía la experiencia de ser un país receptor de personas de diferentes nacionalidades, pero no de obligar a sus connacionales a irse del país de manera forzada.
La migración, o mas específicamente, el «migrante venezolano», era un significante vacío que, como país, no sabíamos a qué tipo de contenidos se asociaba. Aunque el flujo de personas era perceptible desde el año 2010, por lo menos, no fue sino hasta la derrota de las protestas del año 2017, ante la perspectiva de ausencia de futuro, que los venezolanos y venezolanas salieron de manera masiva y desesperada. La imagen de los «caminantes», los migrantes que hacían el trayecto a pie a falta de recursos para movilizarse de otra manera, dinamitó la imagen internacional de la revolución bolivariana.
Por ello, el gobierno pasó a tratarlos, simplemente, como enemigos políticos. La que debía ser la última frontera institucional de apoyo, la Defensoría del Pueblo venezolana, también les dio la espalda.
En octubre de 2017, cuando la cifra de paisanos que cruzaban la frontera a Colombia era 4 veces mayor que el año anterior, un burocratizado Alfredo Ruiz declaraba sin despeinarse: «El flujo de las personas que entra es mayor que las personas que salen», agregando que la diáspora era conformada por «jóvenes de clase media», los cuales habían perdido la esperanza por «no poder acudir a una discoteca». Hugo Chávez otorgó un lugar, narrativo y simbólico, a los pobres en su gestión de gobierno. Su heredero, en cambio, inauguró el «no lugar» para quienes habían salido del país como migrantes.
Entonces, el discurso oficial infló de vergüenza el globo de la migración y lo que los venezolanos procesábamos sobre lo que eso significaba. Los prejuicios, medias verdades y silencios hicieron el resto. Quien se iba, no se despedía. Y quienes nos quedábamos jurábamos que cruzar la frontera eran como vacaciones, pero trabajando, en un exilio dorado automático al pisar Cúcuta o Maicao.
«Chévere» era la respuesta automática de quien estaba lejos, aunque se sintiera solo, miserable y culpable por haberse marchado. Oculta tras los fantasmas de las remesas, el sufrimiento de la migración se convirtió en un tabú, un luto colectivo que se llevaba estoicamente en silencio.
El 22 de marzo de 2014, cuando María Corina Machado anuncia que cedía la candidatura a la profesora Corina Yoris, su primera frase fue «Traer los hijos de vuelta a casa». Durante varios años el «reencuentro» aparecía como un valor apreciado por los venezolanos. Los analistas lo interpretaron como el ansia por la despolarización política: El abrazo entre chavistas y opositores. La verdad era mucho más profunda, apuntando a la propia base de la sociedad, siendo decodificado correctamente por la líder de Vente Venezuela, quien le ha dado a la reunificación familiar un lugar privilegiado en sus arengas.
Por la magnitud de reacciones que ha generado, registradas en videos viralizados en redes sociales, pasó a darle cuerpo, a simbolizar ella misma esa posibilidad. Esto, como fenómeno electoral, es muy poderoso. En respuesta, Maduro ha reaccionado tarde y torpemente. Incluso cuando anuncia un «Viceministerio de la migración» revictimiza a quienes dice querer ayudar: «Se fueron de trabajar dignamente aquí, a lavar pocetas en el exterior». Si el gobierno no logra torcer la voluntad mayoritaria de cambio, uno de los factores de su derrota será la expresión política de la humillación y dolor por la separación.
María Corina Machado ha legitimado el tema. En su recorrido por pueblos y campos, es lo que le dicen, lo que le escriben en sentidas pancartas escritas a mano sobre cartulina. Siendo así, comencemos a hablar, con el corazón en la mano, sobre la migración: Lo triste que nos sentimos por ello, lo profundamente que lamentamos cada partida, lo trágico que nos evoca la palabra «Darién», que sin tantos somos medio país. Sólo eso nos permitirá comprender sus diferentes consecuencias y abordarlas eficazmente. Convirtamos todas esas lágrimas contenidas en acción por el cambio.
Peso Hero es un superhéroe creado por un maestro de escuela mexicano, Héctor Rodríguez, para inspirar a sus alumnos bilingües en el respeto a los derechos humanos. Sin capa ni antifaz, aunque con un cuerpo musculoso a prueba de balas, Peso Hero defiende a los migrantes y se enfrente con quienes se han beneficiado de su desgracia. En nuestro comic imaginario Peso Hero se enfrentó a Super Bigotes. Y le ganó por paliza.
Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
Rafael Uzcátegui es Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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